Octubre y noviembre son los meses deseados y llenos de esperanza para muchos cazadores que esperan ver, con optimismo y deseo, la entrada de las migratorias, en especial la de torcaces, aves de las que su caza es practicada desde el norte hasta el sur de nuestro país.
Una caza que mueve miles de escopetas cada temporada; una caza que crea adicción, desde que empiezan en la pasa hasta que se asientan en las dehesas andaluzas o extremeñas.
La temporada se convierte siempre en una ilusión que nunca perdemos. Si no las hay hoy… esperaremos a mañana, no sea que vayan a entrar. Y así nos pasamos toda la temporada, presentes e incondicionales en el campo esperando ver venir a estas ‘azules’ que nos vuelven locos. Pero bueno, ésta es la tónica habitual por la que pasamos cada año todos los palomeros que practicamos esta modalidad.