En la prensa

Los corzos ya llegan al borde del mar

Fuente: diariodepontevedra.galiciae.com

 

Hace apenas dos semanas un conductor que circulaba por la N-554 en Vilaboa, se llevó uno de los sustos más importantes de su vida. Algo se cruzó en su camino sin que pudiese evitarlo y acabó atropellándolo. Era un animal, pero, probablemte no el animal que cualquier conductor esperaría encontrarse bajo las ruedas de su coche en una carretera que discurre por tantos tramos urbanos que ya está nominada para ser declarada travesía y que en algunas zonas no está separada ni por 20 metros del mar. El animal era un corzo. Un ejemplar que podría tener más de cuatro años y que presentaba, incluso, una pequeña cornamenta, que lucen durante gran parte del año los machos ‘maduros’ de esta especie.

 

El atropello de un corzo no es un accidente novedoso en la comarca, pero la mayor parte de los animales de este tipo que han sido avistados o que han pasado a mejor vida por accidentes de tráfico, se encontraban en el interior de la provincia. A nadie le extraña que uno de estos ejemplares se deje ver, casualmente, en un vial de Lalín, de Cerdedo, o incluso de A Lama. La novedad es que los avistamientos de corzos son cada vez más frecuentes, también los atropellos, y se están produciendo en las ‘tierras bajas’ de la comarca. El último de Vilaboa, fue precedido por otro atropello en Barro, y en fechas anteriores, las autoridades también tuvieron conocimiento de otro accidente con víctima cérvida en Figueirido.

 

DESCUBIERTOS

Algunos vecinos de Vilaboa que habían podido ver al pequeño grupo de corzos cuyo macho falleció hace dos semanas, explicaron inicialmente que “os soltou a Xunta”. El mito urbano más frecuente cuando una especie poco usual se expande a un nuevo territorio es que las autoridades mediambientales están fomentando su regeneración. Pero esto no es cierto en la mayor parte de las ocasiones. Así que, del mismo modo que la Xunta no suelta los jabalíes, lobos o serpientes, los corzos no provienen de ningún hangar secreto de titularidad autonómica en el que se críen cérvidos. “Sendo realistas, un corzo deses anos, como podía ser este que apareceu en Vilaboa, non pode criarse e despois soltarse no monte esperando que sobreviva. Son animais salvaxes”, explica un vilaboés que conoce el mundo de la caza.

Hablando con los veteranos de la comarca se puede descubrir que no hay mucha memoria de la presencia de esta especie en la zona. No es casualidad. Aunque hubiese una población residual, muy pocos podrían haberla detectado con menos carreteras, menos iluminación pública y más bosques. Se trata de una especie muy esquiva y tímida que apenas se aventura a zonas pobladas y cuya presencia se delata por sus rastros, más que por la posibilidad de descubrir a uno o dos ejemplares.

 

DIEZ AÑOS

Los responsables de Pontevedra del Servizo de Conservación da Natureza explican que la aparición significativa de los corzos en la provincia es relativamente reciente. “Remóntase a hai dez ou quince anos. Entraron dende as zonas limítrofes con Lugo e Ourense, e durante este tempo a especie foi en aumento, de xeito que se estableceron poboacións naturais en diversas zonas”. Dentro de este proceso de expansión, tiene más que ver la propia naturaleza territorial del cérvido que la labor de Medio Ambiente, desde donde puntualizan: “A Xunta nunca soltou corzos. Esta é unha expansión totalmente natural, debida, como no caso do xabarín, ao cambio de hábitat no monte, que propicia o aumento das especies de caza maior e a diminución das de caza menor”.

Aunque la presencia de corzos sea una novedad interesante, una más que buena noticia desde el punto de vista de la biodiversidad, y un motivo más para estar atentos en las carreteras de la comarca, el principal colectivo al que parece interesarle la presencia de los cérvidos son los cazadores. En las sociedades de caza tienen una idea más clara de la cantidad de corzos que puede haber en cada zona, o, al menos eso intentan para poder iniciarse en la caza de esta especie. De momento, los intentos han sido tímidos, y mayoritariamente infructuosos, pero la Xunta recuerda que, se trata de “unha especie de especial relevancia cinexética”. Esto significa que, bajo unas determinadas pautas, es posible cazar corzos allí donde se considera que hay una población suficientemente asentada. “Dende a tempada de caza 2006-2007 pódese cazar na provincia de Pontevedra. Cázanse os machos desde o 1 de abril ata o 31 de xullo na modalidade de asexo, e dende o 29 de agosto ata o19 de outubro en ganchos. As femias cázanse dende o 7 de xaneiro ata o 9 de febreiro, en asexo ou gancho”, explican desde el Servizo de Conservación.

El ‘asexo’ es una tétnica que exige la colaboración de un cazador y un guía, similar a la espera, en la que se practica, sobre todo el rastreo sin cánidos. Ni está demasiado implantado en la provincia, ni es un método frecuente de caza, de ahí, tal vez, que los resultados cinegéticos tampoco sean los que se producen con otras especies de caza mayor.

 

SÍNTOMA

Del mismo modo que el incremento de atropellos es un síntoma evidente del auge de la especie, el nivel de implantación de la caza es otro: se puede cazar una cantidad determinada, calculando los animales que existen en el territorio del tecor (las sociedades de caza suelen recurrir a consultoras para ello, y presentan un plan de caza en el que incluyen la solicitud de permiso).

Según la Xunta “máis da metade dos tecores da provincia teñen incluído no seu plan de ordenación cinexética o corzo”. El cupo autorizado el año pasado fue de 169 ejemplares, de los que se abatieron 103. “Segundo os resultados totais das cacerías comunicados polos tecores esta última tempada descendeu un 20% o número de exemplares cazados con respecto ao total da pasada tempada, o número de exemplares capturados descendeu de 128 a 103 exemplares, cantidade que supón un 61% dos 169 autorizados”.

El descenso de capturas puede indicar que la expansión de la especie está frenándose, pero a pesar de ello Conservación reitera “a conclusión de que se mantén a pausada pero progresiva estabilización e crecemento da poboación na zona Norte e Leste-surleste da provincia, nos Districtos XVI e XVII, e a expansión desde estas zonas ao Oeste. Desta maneira, a especie está aumentando lentamente na zona central da provincia, no Distrito XIX (que comprende á comarca de Pontevedra) e iniciando a colonización das zonas próximas á costa na que seguen os avistamentos illadostamén en parte deo Districto XIX e no XVIII”.

Si la expansión de esta especie se puede comparar con la que, años antes tuvo la del jabalí, hay que señalar una gran diferencia entre ambos habitantes del monte gallego. El corzo, por sus hábitos alimenticios, no parece destinado a encontrarse enemigos de agricultores y ganaderos. Se trata de una especie con hábitos selectivos, que prefiere comer los árboles y arbustos bajos y no es muy propensa a salir del bosque, salvo en épocas señaladas. Son raras las quejas sobre corzos que se meten en cultivos. La Xunta apunta que producen daños “escasos. Tan só se producen nalgunhas repoboacións forestais e nos casos dalgún atropelo”, señalan.

 

UN GRAN DESCONOCIDO

El nuevo morador de los montes de la comarca es un gran desconocido. Dificil de fotografiar, difícil de capturar, con poco interés por las zonas pobladas. Apenas unos pocos interesados en la naturaleza sabrán que este animal ladra, de un modo similar al de los perros, o que pierde y desarrolla su cornamenta todos los años.

Tampoco se sabe demasiado sobre la regulación al respecto. ¿Qué pasa si hay daños causados por un corzo? Pues que se puede reclamar, de un modo similar a lo que sucede con los daños del jabalí. Si son daños en la zona de una sociedad de caza, probablemente le corresponda sufragarlos al técor, o, en caso contrario, a la Administración. Lo mismo sucede con los atropellos. Un experto en estos animales de la comarca señala que ante un accidente de tráfico, no hay por que temer multas ni ningún tipo de represalia. “O mellor é chamar á Garda Civil para que inicie un atestado e se poida determinar a quen lle corresponde sufragar os danos”.

Los aficionados al mundo de la caza en Vilaboa y Pontesampaio tenían permiso para abatir un corzo en la temporada pasada. Se desconoce si lo hicieron con éxito. El cupo, calculado en torno a las ejemplares que los aficionados y vecinos dicen haber visto en Acuña (los que ubican en As Salinas), Bértola y Figueirido, se redujo este año por dos atropellos. A pesar de ello, en el lugar se muestran optimistas. «Sempre que non haxa furtivismo, pode que algún día poida haber corzo en abundancia», dice un vecino, impresionado por el hecho de que el grupo que supuestamente se esconde en la mata forestal que hay entre Acuña y Santa Cristina haya superado barreras naturales como la autopista AP-9 y la carretera Nacional para conquistar ese nuevo territorio.

 

En otros lugares como Ponte Caldelas, Cotobade o A Lama, el corzo ya no es un intruso ni un desconocido. Fuentes locales afirman que en Pazos, una población pegada casi a la zona urbana, con naves empresariales y una gasolinera, ya han sido visto algunos ejemplares en repetidas ocasiones. ¿Pasará mucho tiempo antes de que se repitan anécdotas como la de aquel jabalí que cruzó hace años la villa para evitar, precisamente, una batida?

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