Relatos

Tocar el cielo con las manos

el cielo guarro
Marcos tocó el cielo con las manos gracias a la generosidad de su amigo Manuel.

Todos en la vida tenemos una lista de sueños por cumplir…

Yo sabía que uno de los de mi buen amigo Marcos era cazar el jabalí que a todos los aficionados nos quita horas de sueño.

Tarde de sábado, tres amigos, un rifle americano y una meta por cumplir.

Cae la tarde en la España profunda, poco a poco, como si estuvieran tirando del sol con una cuerda…

El campo se empieza a mover, las ramas a crujir, y los nervios a estar presentes.

Estábamos apostados en El Valle de los Molinos, esperando a un querencioso corzo que días antes nos había ladrado cerca.

Un verraco solitario el cielo

Mirando al repecho de enfrente, de la maleza y majestuoso, divisamos a un solitario verraco, curtido en mil batallas y dispuesto a vender cara su vida.

Sin dudarlo un segundo, le brindo el lance a mi amigo, sé la ilusión que le hace, sé lo que lleva soñando este momento y sobre todo, sé lo que se lo merece.

Debido a la gran distancia, en un momento entablamos una estrategia para hacerle una entrada, Alejandro se queda divisando desde la cuerda mientras Marcos y yo intentamos ganarle metros al que aparentemente era un jabalí que prometía y con el que tantas noches habíamos soñado.

Casi sin luz y a unos ciento treinta metros, mochila al suelo, rifle bien apoyado, nervios a flor de piel y manos temblorosas

Nos vamos aproximando, intentando no cargarle el aire, todo estaba en juego, la sierra no se anda con medias tintas, o te sube a la gloria o te hunde en lo más profundo… casi sin luz y a unos ciento treinta metros, mochila al suelo, rifle bien apoyado, nervios a flor de piel y manos temblorosas.

Esperamos unos minutos que parecen horas para que el guarro se cruzase e intentar asegurar el éxito en el disparo.

Quita el seguro, aprieta el gatillo y hace retumbar la sierra… queda todo en silencio, casi de noche y sin tener la certeza de lo ocurrido nos acercamos al lugar del tiro, no sabemos si está herido; y tenemos claro que está bien «armado».

A escasos diez metros vemos el gran bulto negro entre la maleza… y al poco el marfil sobresaliendo.

Entre lágrimas, nos abrazamos, teníamos delante el guarro de una vida, esta es la grandeza de la caza en abierto…

Como tres niños el Día de Reyes, entre lágrimas, nos abrazamos, teníamos delante el guarro de una vida, cazado entre amigos y con un dulce final.

Momento que quedará en nuestra retina y corazón por siempre; esta es la grandeza de la caza en abierto…

Son tan maravillosas las cosas que en el monte acaecen, que dudan muchas veces los hombres en contarlas, porque la extrañeza de ellas las hace increíbles.

Norte de España.

Tocar el cielo con las manos, por Manuel García-Baquero Márquez

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El autor con el verraco.

 

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