Cazar conlleva arrebatar su existencia al ser vivo que tenemos a nuestra merced, y si el lance no está debida, cinegética, y ambientalmente circunstanciado, incurriríamos en una total falta de ética cazadora. (Foto 188)
Así pues, e independientemente de que se apriete un gatillo o se suelte la cuerda de un arco, una bala o una flecha iniciará su trayectoria para cumplir con su cometido, y dado que esos proyectiles habrán sido previa, calmada y debidamente bien apuntados, el impacto será letal, y por tanto, el óbito del ejemplar será lo más rápido y benévolo posible, y matizado eso, si quien use un rifle como es debido, se atendrá a dispararlo a la distancia que controle gracias a apoyarlo en su morral, a su mira telescópica y a su personal pericia, quien use un arco se deberá auto exigir aún más disciplina, pues si intenta abatir un ejemplar de caza mayor rebasando los 30 metros de distancia, –aunque sea capaz de acertar a una naranja a más lejanía–, propiciará la posibilidad de malherirlo ya que sería muy posible que éste iniciase un espontáneo avance o un intento de esquive, desubicando así el punto vital de donde estaba cuando fue apuntado, y para mayor infortunio, en el caso de que la flecha lo impactase en algún hueso importante, le produciría una dolorosa fractura, y además, lo más seguro sería que la punta no afectaría a órgano vital alguno. (Foto 189)
Consecuentemente, quien desee aceptar los condicionantes de la caza con arco, tendrá muy en cuenta que nunca sobrepasará lo que pueda lograr con su arco de caza, y entonces y al menos, todos sus lances serán iniciados premeditada y éticamente, pues, al igual que los que cazan responsablemente con armas de fuego, su más auto exigida intención, será la de acertar en el punto vital elegido con el bienintencionado propósito de causar el óbito más fugaz y benévolo posible.
Habiendo sacado a la palestra el concepto de la benevolencia que conlleva esta modalidad venatoria, toca ahora comentar que si por algo se está fomentando tanto a nivel internacional es, entre otras explicables razones, porque hay constancias, fisiológicamente estudiadas, de que los óbitos que producen las flechas equipadas con lacerantes puntas de caza mayor, tienen un muy elevado grado de benevolencia, y si esto no fuese así, ninguna Consejería de Medioambiente del mundo la permitiría, y para concebir esto, hay que empezar por entender que una cosa es lo que significa el verbo lacerar y otra, lo que implica el verbo cortar y a este respecto y desando brindar un ejemplo fácil y muy visual, si usamos un ‘lacerante’ cuchillo y cortamos en dos un queso de gruyer, comprobaríamos que las ‘paredes’ resultantes serían perfectamente lisas dejando a la vista los huecos de sus burbujas limpiamente diseccionados, pero si usamos uno que solo sea ‘cortante’, con un filo que no esté debidamente vaciado, dichas superficies mostrarían una separación lograda a base micro o macro desgarros y eso, traspolado a la caza con arco, implica que si se emplea una punta de caza mayor lacerante, es decir, capaz de rasurarnos el vello al igual que una navaja de afeitar, se logra una separación celular limpia no desgarrada, y por eso, todos los nervios sensoriales así lacerados, no pueden enviar una señal de dolor al cerebro del ejemplar alcanzado y entonces, ese órgano, al no concebir lo que ha pasado como un ataque tras notar el fugaz golpe de algo que le ha impactado (la flecha), no provoca una contracción vegetativa de las fibras musculares afectadas, y como consecuencia, todos los capilares sanguíneos así lacerados, no son comprimidos y por ello, las hemorragias consecuentes no se pueden detener, lográndose así una rapidísima perdida de presión sanguínea en el cerebro, y por tanto, una consecuente y pronta perdida de conciencia tras la cual sobreviene una resultante y no percibida fase de desoxigenación del cuerpo que desemboca en la pronta muerte del ejemplar. A este respecto, y como una referencia que nos ha pasado a mucha gente, en más de una ocasión y leyendo un libro nuevo cuyas paginas han sido recientemente guillotinadas, nos hemos dado cuenta de que hemos manchado de sangre el ángulo superior derecho de varias de ellas y tras indagar nuestros dedos, hemos comprobado que tenemos un pequeño e indoloro tajo del que no nos hemos enterado y del que mana la sangre sin cesar y explicado todo esto, ya se puede matizar que en el caso de las piezas de caza menor abatidas con letales puntas de impacto, el óbito es casi o prácticamente instantáneo, y que en el caso de los ejemplares de caza mayor debidamente impactados en sus respectivos puntos vitales y sin haber fracturado hueso mayor alguno, la perdida de conciencia suele acontecer en una media de 30 segundos, y que una vez inconscientes y sin percibir nada, la pérdida de la vida acontece de menos a más segundos según sea el peso y el cubicaje de sangre del ejemplar impactado. (Fotos 190 y 191)
Como complemento a estos conceptos, insto a quien los lea, a que pregunte sobre el asunto a quien sea médico o veterinario, pues entonces podrá entenderlos mejor, y con respecto a quienes ya cacen con arco ética y responsablemente, ya habrán podido comprobar que tras un adecuado impacto, la reacción de la mayoría de ejemplares letalmente alcanzados sin haber barruntado nada amenazante antes y después de recibir la flecha, es salir corriendo durante una corta distancia, –que estadísticamente ronda la cincuentena de metros–, y detenerse mirando hacia el lugar en donde algo les ha pasado, tras lo cual, sin intentar alejarse, y dejando un rastro de sangre muy abundante y visible, algunos vuelven a triscar o muestran intriga y al poco, comienzan a escorarse hacia un lado, sin entender qué les ocurre, y tras escasos segundos desde que fueron impactados, se derrumban inconscientes. (Foto 192)
Finalmente, cuando se ha de explicar el porqué se considera que la caza con arco es tan benévola como para que se fomente ambiental e internacionalmente, se ha de comentar, que la carne de los ejemplares de caza mayor abatidos con adecuadas y lacerantes puntas, se puede cocinar y consumir tras aviar el ejemplar, dado que sus fibras musculares no se han polucionado con altas densidades de cortisoles y de adrenalina, y que existen diversos estudios, científicos y académicos, que confirman que una única flecha causa una muerte rápida, prácticamente indolora, y no muy estresante, si impacta en el punto vital elegido, si su punta lacera como es debido, si no se ha fracturado hueso mayor alguno, y si el ejemplar no concibe que ha sido agredido y por todo ello, nunca se usará una punta que presente el más mínimo mellado de alguno de sus filos tal y como os lo mostramos en la última imagen de este capítulo. (Fotos 193, 194, 195 y 196)
Texto y fotos: Javier Sintes Pelaz
PIES DE FOTO
Foto 188.- Quien desee cazar con arco, lo hará éticamente y se debe comprometer a no sobrepasar sus propios límites y el de su arco.
Foto 189.- Si se sobrepasan los 30 metros de distancia, se incrementan muchísimo las posibilidades de malherir la pieza.
Fotos 190 y 191. Un filo adecuado consigue lacerar, y por tanto, impedirá que los nervios sean capaces de generar dolor. En cambio uno que no lo sea, micro desgarrará lo que corte y si lo generará advirtiendo a la pieza que ha sido agredida con lo que iniciará sus defensas vegetativas coagulantes.
Foto 192.- Acertar en el punto vital elegido, es lo que siempre deberá conseguir quien cace con arco, y ante la menor duda, no se soltará la cuerda.
Fotos 193, 194, 195 y 196.- Cada filo de una punta de caza mayor deberá lacerar cual escalpelos quirúrgicos, implicando eso, que ante la mínima mella de uno de ellos, se evitará su uso y si todo se ha hecho bien y además se acierta en el punto vital pre elegido, la caza con arco cobra todo su sentido.