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La caza como una garantía de salvaguarda medioambiental (VI): Caza y paisaje

CAZA Y PAISAJE

La caza, siempre que suponga una renta agrícola/ganadera más, constituye una defensa y protección del paisaje, que además se realiza a costa de los bolsillos privados, en vez de los públicos.

La caza exige paisaje, no sólo por la exigencia de la reproducción de las especies, sino porque constituye un aliciente más para sus consumidores, quienes buscan un tipo u otro de fincas en atención al mismo. Así, hay cazadores que prefieren las fincas adehesadas mientras que otros buscan fincas con montes más cerrados. También hay cazadores que prefieren la caza menor del llano y otros que lo que prefieren es una caza más montaraz, aun a costa de una menor densidad de piezas. El paisaje se ha convertido así, no sólo en un requisito de la oferta cinegética, sino también en un hecho diferencial dentro de dicha oferta.

En cualquier caso, ese paisaje, necesario y positivamente diverso, es un elemento que los gestores cinegéticos han sabido cuidar casi siempre, ahorrando enormes cantidades al erario público en su gestión y cuidado. De hecho, las Administraciones, a la hora de proteger ese paisaje, se han limitado a hacerlo respecto de los paisajes ya definidos por la mano del hombre. No existe un solo espacio natural protegido cuyo estado de conservación se deba a la acción pública como tampoco no existe uno sólo (al menos en la zona centro, Extremadura y Andalucía) que no haya sido cazadero. (Continuará).

Un artículo de Antonio Conde Bajén

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