-¿Dónde estás, pingüino?
-Aparcado detrás de un Opel Astra blanco con pegatinas de corzo.
-¡Es el mío! , ¡ya estás aquí!
Me dio el tiempo justo de sacar sus seis rosas blancas del coche, antes de que saliera corriendo a abrazarme con esa sonrisa y perseguida por Gala.
Después de varios meses de conversaciones, por fin, nos abrazábamos y nos veíamos en persona.
Conocí a Mel en un momento muy difícil de su vida, uno de los muchos que tuvo que soportar.
Ni Mel era mala persona ni yo soy mala persona, pero aquella visita a Moia nos separó y nos hizo tomar caminos diferentes, aunque siempre que recibía un ataque masivo o había algo que pudiese perjudicarla, le ofrecía mi ayuda.
Cada uno lleva por dentro lo suyo y yo siempre la tuve en muy alta estima, y la última decisión de Mel me ha calado muy profundo. Siento una impotencia terrible, un vacío, una herida que tardará mucho en curarse. Una herida que creía cicatrizada y que su pérdida me hizo llorar delante de aquella foto que me envió mientras la acariciaba con mis dedos.
La vida sigue, todo continua y aunque ahora el dolor es grandísimo se apaciguará y la tendremos siempre entre nosotros. Mel tenía admiradores en el mundo de la caza y también gente contraria, por decirlo de algún modo, pero ante todo era una persona, con sus sentimientos, inquietudes y sus malos ratos.
Hoy estamos aquí, mañana… quién sabe. Antes de tener una discusión o un enfrentamiento con un amigo, muchas veces por algo insignificante, pensad en las cosas buenas que habéis vivido con esas personas, los buenos ratos, y que si hoy te acuestas odiando a esa persona quizá nunca puedas retomar esa amistad y poder volver a reír juntos… la vida es muy puta.
Yo conocí a Mel, la vi llorar, reír, disfrutar de su pasión, de sus perros y de su día a día, y siempre, siempre, quise lo mejor para ella. Hoy estará feliz entre corzos, becadas y sus perros que se fueron antes que ella.
Si para mí esto es duro, imagino que para su familia y amigos más cercanos debe serlo aún más. A ellos les mando un abrazo grandísimo y todo mi ánimo.
Hoy iré al monte, pondré mi cabeza en orden, mis sentimientos y, cuando vea ese escurridizo corzo, te prometo que me acordaré de ti y miraré al cielo buscando tu luz, porque desde allí arriba cuidas de todos.
Descansa en paz, Mel Capitán.
Por Juan Lobón
One Comment