Con los prismáticos en la mano Opiniones

‘Méjico lindo’, por José García Escorial

Trump, el nuevo presidente de Estados Unidos, está en boca de todo el mundo y sus declaraciones más polémicas suponen poner contra las cuerdas a su único vecino del sur, a Méjico.

Méjico es una potencia cinegética para los cazadores americanos.Sólo realizar un vuelo a la capital de Sonora, Hermosillo, nos valdrá para comprobar la cantidad de colegas de afición que se van a cumplir con ella, en la tierra que descubriera nuestro extremeño Hernán Cortés para el mundo civilizado de la época.

La especie más emblemática es el carnero del desierto, el borrego, como allí lo llaman. Hasta hace unos años era prohibitivo por tres razones: por el escaso números de cintillos (precintos) a disposición, que su caza fuera muy elevada en precio y, además, que sólo se pudiera acceder mediante sorteo.

Esta circunstancia hizo que florecieran ofertas de caza furtiva a relativo bajo precio y que tuvieran un éxito determinante en un país de su misma lengua y de una cultura común durante varios siglos. Me refiero, claro está, a España.

Da un poco de vergüenza que esta especie haya sido cazada por nuestros compatriotas casi de manera masiva de modo furtivo. Por supuesto, que nunca entré en este juego criminal, aunque otros sí lo hicieron, allá ellos con su moral y responsabilidad ética.

Con la mejora de gestión, el aumento de poblaciones y la eliminación de los sorteos, cazar un Dessert big horn se ha hecho mucho más asequible, y dudo mucho que alguien ahora pueda justificar por temas económicos aceptar una oferta furtiva, en vez de una legal, de precio, en la actualidad, muy moderado.

Cazar en Méjico es una delicia, la funcionaria de aduanas te mira complaciente y sonriendo cuando ve tu pasaporte español. Consigues que bajen a un punto razonable el picante de todas las comidas. La cercanía lingüística, no hay tantos modismo locales, te hace hermanarte aún más.

Si a la lista del borrego, añadimos un ciervo bura, un bonito cola blanca coues, y algún pecari, lince bobcat o coyote, nos queda un tableau de caza más que digno, y no tendremos que saltar ningún muro que los antecesores de Trump y los presidentes que le sigan puedan levantar para impedir que muchos de los más de cien millones de mejicanos encuentren acomodo para una nueva vida en su gran y poderoso vecino del sur.

Desde la Madre Patria los cazadores deberíamos empujar también lo nuestro, volveremos, seguro, encantados.

Por José García Escorial / [email protected]

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