Comienza en la alta meseta castellana el tiempo de las brumas, el solsticio de invierno se acerca y la oscuridad parece domeñar la naturaleza que este año, se empeña en mostrarnos su cara más triste, el agua no llega y todo adquiere tonos grises reflejando sensaciones monocromática y como color más lúcido, el gris sobre el negro.
El campo parece estar acabado por un invisible enemigo, los elementos se llevan las pocas ilusiones que les quedan a nuestros campesinos y todo parece convertirse en una gran epopeya que no parece interesar a nadie. El mundo rural, mantiene un silencio imposible de comprender, la tragedia que soportan amplísimas comarcas del interior peninsular deberían poner en aprietos a sus gobernantes, la oscuridad deja cadáveres que no contabilizara la historia y menos aún parece que cuenten para los habitantes de grandes urbes deslumbrados por ecologismos y animalismos que roban todo lo que pueden manipular.
El mundo cinegético tiene y debe volcarse en acciones que ofrezcan auxilio para crear puestos de trabajo “imprescindibles” para la conservación del medio, el esfuerzo puede parecer mayúsculo, ya que se trata siempre de proyectos costosos y de rendimientos a largo plazo y aunque no proporciones elevados dividendos, tienen que devolver ilusiones y recursos para poder vivir en muchos pueblos que carecen de otro medio productivo que su propia naturaleza y que de ser abandonada dejara de tener el mínimo interés y valor.
Amar a los viejos pueblos castellanos a sus piedras y adobe es difícil para quien no ha participado nunca de la vida de estos pueblos, todos forman un gran catálogo de belleza de historia y de riqueza monumental y todos, pasan por ser solo el punto de encuentro para el urbano, que en su visita, busca con la espantada urbana, aventura de un fin de semana y que se escabullirá buscando otra vez las comodidades de las grandes urbes, sin haber entendido nada, de lo que la vida rural ofrece.
Son muchos años de Agendas Políticas (Fondo Europeo de Desarrollo Regional FEDER, Fondo Social Europeo FSE, FEADER y FEM, Fondo Europeo Agrícola FEADER) que en teoría, deben solucionar problemas y los efectos estructurales del abandono rural, mensajeros europeos con prioridades y fondos que solo citan en periodos electorales los políticos Regionales y que de concederse, se diluyen en ocultos bolsillos sin proporcionar remedio al envejecimiento ni al abandono de nuestros pueblos, programas que no han servido, ni para poner un parche a tanto hecho irrefrenable.
Personas, que nunca entenderán que ocurre con tanto fondo estructural y tanto presupuesto, el niveles de bienestar y desarrollo simplemente no existe, una Celtiberia con densidades de población por debajo de lo que se considera terreno despoblado, anticipo de desierto y sin ninguna garantía de progreso y que no sabe, cómo poner en aprietos a sus gobernantes.
Las soluciones de nuestro sector son sencillas y quizás este sea un error, nos estamos acostumbrando al silencio y todo pasa por elevar el tono y la exigencia para se puedan aplicar medidas concretas en la defensa del campo y el medio ambiente, creando puestos de trabajo esenciales que ahora se niegan por la manifiesta invisibilidad de los problemas que sufren comunidades eminentemente rurales frente a tantas otras regiones europeas, ricas y desarrolladas, que confunden al personal, con tantos programas y estrategias.
Nuestras entidades deben de empezar a hablar de empleo y fiscalidad, solicitar exenciones, como hace la industria para nuevos proyecto y empleos, que se instalen en zonas deprimidas y castigadas por la despoblación, decisiones valientes que unan proyectos en varias comunidades, quieren naturaleza, que pague el mundo urbano su conservación y mantenimiento a sus garantes y dueños y que para gastar los fondos estructurales, se dejen de marcos comunes y comisiones y pregunten a los habitantes del medio, que ellos les indicaran las mejores opciones.