Entró, la noticia –que a continuación vamos a destripar–, por la puerta de atrás. Silenciosa, de momento, aunque muy loada, de inmediato, por los voceros de algunas asociaciones de las que se declaran, a sí mismas, defensoras del medio ambiente. Las otras asociaciones, las nuestras, mucho nos tememos que a estas alturas, aún no se hayan enterado, aunque nosotros sí que la destacamos, nada más aparecer, aquí, en nuestro diario cinegético CazaWonke, en espera de posibles reacciones que, insistimos, de momento, no acaban de llegar.
El pasado 15 de enero, la Agencia EFE, desde Estrasburgo, publicaba –con el título PE pide sanciones más duras para frenar los delitos contra especies salvajes– la noticia del apoyo, por parte del Parlamento Europeo (PE) de una propuesta de resolución –la 2013/2747(RSP)– para «el endurecimiento en toda la Unión Europea (UE) de las sanciones por delitos contra los animales salvajes, de manera que se contemple incluso la pena de prisión en ciertos casos». La propuesta fue aprobada por 647 votos a favor, 14 en contra y ninguna abstención. Hasta aquí todo perfecto, todos contentos y todo nuestro apoyo para que, de una vez por todas, y ya está bien, la UE se pringue, como dice, en la lucha contra el furtivismo, que ya va siendo hora de hacer lo que dice y no hace. Entendemos con esto, que la UE le va a poner las peras al cuarto a países como China, uno de los principales, si no el que más, instigadores de este mercado mafioso e ilegal…
Pero, como suele ser habitual en estos casos, detrás de los titulares, ‘lo de dentro tiene premio’. Vean, si no, lo que dice en el tercer párrafo la noticia: «Su objetivo es acabar con la caza deportiva y furtiva de elefantes, rinocerontes y otras especies salvajes y, sobre todo, con las redes que se dedican a comerciar ilegalmente con sus pieles o ciertas partes de su cuerpo». Sí, leen bien: acabar con la ‘caza deportiva’… Esto nos huele, y mucho, a lo del Perelló, a pesar de lo que dijo su partido. Ya sabemos que algunos, muchos, estarán pensando que esto no va con nosotros, por aquello de que los elefantes, rinos y demás, les quedan un poco lejos, pero, independientemente de otras connotaciones, ya saben aquello de las barbas peladas del vecino y todas esas cosas. Por lo pronto, leerlo así, a palo seco, nos pone los pelos como escarpias.
La dichosa resolución –presentada por el eurodiputado liberal Gerben-Jan Gerbrandy–, además de darse un baño de multitudes en ‘aguas verdes’, pide a los estados de la UE «que introduzcan una moratoria en las importaciones, exportaciones y venta doméstica de colmillos y marfil, hasta que las poblaciones de elefantes en estado salvaje dejen de estar amenazadas por la caza furtiva». Está claro: si se introduce una moratoria de este tipo (que luego no hay forma humana de que se derogue), la caza deportiva –como ellos la llaman– de elefantes, y otras especies que ellos mismos estimen, habrá pasado a mejor vida per saecula saeculorum. Y, con ella, los negocios cinegéticos de mucha gente honrada, que nada tiene que ver con esto, y las aspiraciones legítimas de muchos cazadores (y nos referimos exclusivamente a las importaciones, también legítimas, legales, con su CITES correspondiente, de trofeos de caza).
De entrada, nos chirría el lenguaje que utiliza, tanto la noticia como la resolución. El hecho de mezclar de forma tan… arbitraria la caza con el furtivismo y la delincuencia mafiosa, nos da la sensación de que este señor eurodiputado –y los que le sustentan– tiene la misma idea de caza que la que nosotros tenemos de física cuántica, por ejemplo. Y menos mal que está por ahí la FACE, que, creemos, estamos convencidos, estará poniendo coto a los desmanes anti caza de muchos de los ‘sandías’ que pueblan la Cámara de Estrasburgo.
Si la Unión Europea (ese megalómano proyecto que parece inventado para hacerle la vida imposible a los ciudadanos), allá por el año 2008, no hubiese, por ejemplo, dejado tirado, literalmente, el proyecto del Parque Nacional de Zakouma, en El Chad –dirigido por el científico español Luis Arranz–, los más de 4.000 elefantes que había logrado recuperar no se habrían visto reducidos a menos de 600 y, a lo mejor, no hubiera hecho falta hacer estas resoluciones cinco años después.
Si la Unión Europea comprendiera, y aplicara, por ejemplo, la política del Safari Club Internacional de poner en valor la caza, para dar de comer a muchos cientos de miles de nativos en África y que sean ellos mismos los que cuiden a las especies, porque son su sustento y el de sus familias, a lo mejor ahora no habría que prohibir, perseguir, castigar, encarcelar, matar, a unos furtivos que, pagados por las mafias, furtivean, matan elefantes –con los AK-47, Kalashnikov, entregados por los chinos– para dar de comer a sus hijos y a sus familias.
Si la Unión Europea quiere acabar con el furtivismo, que se plante en la Plaza de Tian’anmen y le tire el marfil a la cara a Xi Jinping. Mientras tanto… ¡qué nos deje en paz!