Regreso recientemente asombrado y maravillado por una expedición corcera que hemos tenido la suerte y oportunidad de vivir y disfrutar en Serbia. Asombrado porque ha sido un deleite para los sentidos la excelente gestión, muy por encima de la de muchos gestores nacionales, que se lleva a cabo con esta especie cinegética y que hemos podido comprobar de primera mano. Maravillado por la densidad y calidad de la población corcera de esta zona, propiciada por un entorno natural idóneo. Y no sólo de la corcera, sino de la faunística en general, incluyéndose entre ellos, con similares cotas de éxito, otros objetivos cinegéticos, como son las enormes liebres, las abundantes codornices, los elegantes faisanes, los monstruosos cochinos, soberbios venados…etc
En más de una ocasión fueron descartados ejemplares que, tras una exhaustiva valoración por parte de expertos locales, se desestimaban por no cumplir uno u otro requisito, pero siempre bajo la premisa de ir abatiendo animales que por razón de muy diversa índole y consideración, cumpliesen con los objetivos gestores. Y a buena vista que la gestión que se lleva a cabo es impecable desde el punto de vista cinegético. A pesar de las necesidades de los habitantes de esta zona del mundo, y lejos de una avariciosa y onanista sed de dinero, los locales descartaron muchos posibles abates que bien hubieran repercutido en sus mermados bolsillos por no cumplir criterios puramente selectivos. Y ello es digno de ejemplo y loa.
Podría decir que con cierta envidia hacia lo nacional, aunque aquí, cada día, cierto es que las cosas tienden a mejor, aunque aún coexistan lugares donde, por desgracia, priman más los euros rápidos en el bolsillo que una correcta selección y gestión de la especie demandada en beneficio de muchos aspectos futuros.
Y no nos damos cuenta, igual que no nos dimos cuenta cuando la burbuja inmobiliaria, de que el pan para hoy, sin un esfuerzo, un sacrificio y un trabajo, será hambre para mañana. Y si no, tiempo al tiempo, aunque hoy en día andemos deslumbrados por las grandes cifras, dimes y diretes del panorama cinegético español actual y éstas no paren de crecer.
Disfrutando de la posibilidad de trabajar en un medio de comunicación, muchas veces reflexiono acerca de la responsabilidad social que sufrimos al emitir de forma pública nuestros juicios y opiniones particulares. Y esta responsabilidad social también es trasladable a las diversas propiedades, orgánicas, agentes, gestores varios cinegéticos y, sobre todo, a cada cazador en particular. Sobre todo a éste, al cazador.
Y, llegados a este punto, reflexiono sobre nuestras queridas e intocables monterías. Símbolo nacional. Bandera de nuestro país, en lo que a lo cinegético se refiere, desde la perspectiva nacional e internacional. Y señores, en la Montería, no lo estamos haciendo bien en un preocupante y frecuente número de casos. Y hemos de entonar un mea culpa y reflexionar sobre ello. Y reprobar lo reprobable, como también muchas veces alabamos lo alabable.
No es éticamente permisible, ni ecológicamente sostenible, además de ilegal, y seguro que ya pagamos o pagaremos ciertamente por ello, el permitir impunemente cometer las barbaridades que se muchas veces se cometen, pagándolo con su vida, presente y futura, animales que, con criterios selectivos, deberían permanecer en el monte, rayones, primalones, hembras selectivas, venados inmaduros…etc, todo lo que se pase por delante, pues justificándolo con que “el puesto ha costado mucho dinero”, todo se soluciona para la moral del inepto protagonista.
Y ya, si es que la montería es de “caño libre” ni hablamos. Aunque quede el monte arrasado e inerte para muchos años. Lugares en donde oyes “Aquí se tira todo”. Da igual. Así, entrenamos hoy el tiro de lo que mañana Dios dirá si tiraremos. Poco probable será.
En una de las últimas que pude asistir, contemplé el lamentable espectáculo de un individuo matando vilmente, que no cazando, una cochina seguida de sus ocho rayones de apenas una o dos semanas de vida. Delante de mí sentí violar la vida del monte, ensuciando con su imbecilidad e ilegalidad el santo nombre de la Caza. Su origen y espíritu. La Ley Sagrada. Y yo no pude más que, bajo la, a veces, odiosa actitud contemplativa por la que abogaba Fray Luis de León, presenciar como los ocho rayones siguieron su camino en línea hacia mí y pasaron literalmente por debajo de mis pies sin mostrar miedo alguno, chocando algunos con ellos, fruto de su corta edad y total ignorancia vital, desapareciendo entre las jaras al cabo de un rato en busca de su muerte segura e inminente, pues imposible podrían aguantar más de un día sin el calor y leche de la madre recién matada.
El imbécil e ilegal tirador, ni siquiera se acercó, al finalizar la manchada montería, a marcar el lugar de tan vil hazaña, para un posible aprovechamiento de la carne, justificando tan desvergonzada decisión que él, por una cochina, no andaba ni los apenas 100 metros que le separaban del cuerpo del delito. No fue sólo una cochina la víctima de su imbecilidad, no, sino nueve animales, toda una generación perdida por su destreza con el dedito y su torpeza en lo cognitiva, perdida para los próximos futuros.
He de confesar al escribir hoy estas líneas, que siento cierta y tenue relajación de espíritu tras haberlo escrito, pues encuentro en ello, a pesar del anonimato del sujeto protagonista de la fechoría, cierto dulce sabor de venganza al someter tan cruel acto a escarnio y ejemplo público.
Y aquella vivencia me conmovió en cierto modo. Hasta tal punto, que en aquel momento perdí parte de la pasión que sentía, y siento, por las citas monteras, que no por los lances monteros, pues los llevo en la sangre. Además, es difícil contenerse en momentos como el relatado, pero uno, por educación y buena sintonía, no monta el numerito delante de todo el mundo. Y un acto así se merece todo un numerito. Pocas veces se montan numeritos. Creemos errónamente que nuestra hermandad como compañeros del monte y de nuestra pasión que somos justifica el taparnos los unos a los otros, escondernos en el bulto e estas supuestas amistades temporales. Quién no haya visto hechos reprobables y delictivos a lo largo de su vida montera o cinegética que levante la mano. Yo no puedo levantarla.
Y procuro ir exclusivamente a esas monterías en que conozco a los unos y a los otros y en ellas se montea en sintonía, bajo los mismos códigos de conducta. Amando y respetando hasta lo más profundo a la naturaleza. Es, y debe ser, lo primero para nosotros.
Todos los implicados en este apasionante mundo de la caza, desde el primero hasta el último, todos, debemos estar a una y por lo mismo. Unidos. Por unos valores, una ética y unos principios. Si no, se nos va todo al garete. Denlo por hecho. Y al menos yo, no lo quiero.
Luis de la Torriente