Había una vez un lobito bueno… al que maltrataban todos los corderos….
Esta canción de Paco Ibáñez, debe ser el argumento utilizado por el alto tribunal de Castilla-León para derogar la autorización de caza de lobos al sur del Duero, que previamente había aprobado el organismo supuestamente competente en la materia que, ahora, vemos que no tenía competencias, o que se las habían dado en plan “cascarón de huevo”, que era como decían los mayores, cuando nos dejaban participar a los niños de algún juego de adultos para que dejáramos de dar morcilla.
A ver si yo me entero, si pagamos a un montón de funcionarios, técnicos, asesores, juristas, secretarios, interventores, delegados, consejeros, para que legislen en materia medioambiental, y cuando hacen su trabajo vienen otros a enmendárselo, porque según dicen se han saltado tal o cual normativa. Tendremos que entender que todos los que han estado alrededor de la confección de la norma, no han hecho bien su trabajo. Si un albañil, no hace bien su trabajo y se le van cayendo los tabiques un día después de levantarlos…¡a tomar por culo el albañil ! . ¿Lo pillamos?.
Cuando una manada de lobos ataca un rebaño de ovejas a este lado del rio, se les puede y debe perseguir y controlar su población. Pero cuando el lobo pasa el puente es como cuando los niños jugábamos y decíamos “estoy a rinchi” (jamás supe que quería decir aquello, pero el caso es que estando a rinchi, no podían atacarte). Más allá del puente, el lobo está a rinchi.
Os acordáis de aquellas películas del Oeste en las que los indios perseguían, en dirección al fuerte, a un grupo de soldados que con los caballos agotados veían a lo lejos la empalizada, mientras todos esperábamos sin atrevernos a partir la última pipa que teníamos entre los labios, a que el teniente al mando del destacamento, ordenará la salida del séptimo de caballería…tataratará tará tará, tará tara….Las puertas del fuerte se abrían, el oficial sacaba su reluciente sable y el corneta no dejaba de tocar carga a galope tendido, mientras los chiquillos saltábamos sobre las sillas de lata del cine de verano, soñando con vestir un pañuelo amarillo al cuello.
El rebaño desesperado, huyendo de sus inequívocos asesinos, corriendo en busca del puente para cruzar el Duero, y esperar el consuelo de un disparo justiciero que acabe con el jefe de la manada y haga retroceder a los demás ¡qué bonito!.
Los niños asturianos soñando con ser una especie de General Custter al mando del ejército anti-lobo.
Pero el lobo no es el enemigo. El enemigo es el que no tiene intereses en el monte , ni en la sierra. El que le da igual que arda una hectárea como que arda España, el que tiene como único objetivo vivir del cuento y mantener las subvenciones, el que vive instalado en la permanente utopía de una conservación que nada tiene que ver con la realidad y que resulta el peor enemigo de la pluralidad de especies y del autentico equilibrio ecológico. El que ha renunciado a su escaño en la cadena trófica, para medrar en busca de otro escaño y pretende ser como el búho de Bambi, consejero de los pobrecitos animales abandonados y perseguidos por los cazadores. ¡Hipócritas!.
Estarán esperando que un lobo mate un crio para entender que no se puede seguir dejando crecer una población que se nos puede ir de las manos. Pero también les dará igual, y cuando se produzca el ataque sobre un niño, crearán un observatorio para impedir que los niños puedan salir al campo, culparán a las madres por haberse quedado preñadas en zonas rurales, y pedirán que las autonomías se hagan cargo de los niños que puedan resultar atacados, será necesario quitarles la custodia a los padres por imprudentes. En las escuelas del régimen se enseñará que el lobo, ocupa el principal escalón de la cadena trófica, y a poco que nos descuidemos se harán sacrificios para que no tengan que molestarse en correr detrás de sus víctimas. La culpa será de los irreflexivos, por haber cruzado el puente que marcaba el territorio al otro lado del rio. Los pastores tendrán que pagar diezmo por tener ovejas, y el tributo será abonado en especie, atando sus mejores borregos en las barandillas del puente para que los lobos puedan recogerlos sin esfuerzo.
Pero un día vendrá el cazador centroeuropeo, y explicará a las administraciones que se acabó el dinero para subvencionar hipocresías, falsedades y politiquillos de nacimiento. Dictará normas y se hará con el poder. Con la excusa de devolver a cada cual al espacio que le pertenecía, retirarán de los colegios los textos que explicaban cómo arreglar papeles para cobrar del estado sin haber doblado nunca el espinazo. Y dejarán claro que por encima de los derechos de cualquier lobo, están los derechos de cualquier hombre. Pasarán años hasta que los niños adoctrinados en los centros de internamiento para su seguridad, recuperen la capacidad de decidir y sobre todo crearán un equipo especial de psicólogos que ayudaran en “La vuelta a la realidad”, nombre que recibirá el programa de desintoxicación mental al que serán sometidos, para comprender que cuando desaparecieron las subvenciones, desaparecieron las doctrinas y los comisarios de cumplimiento, sus togas y sus puñetas. Dejándolos huérfanos de gilipolleces, mamandurrias y asideros a los que acogerse al cumplir la mayoría de edad para poder votar y disponer de sueldo fijo, dependiendo de la indicación del sumo “socerdote”.