‘Tras el corzo del quejigo grande. Una asignatura para septiembre’, es un nuevo capítulo del canal de YouTube de Pablo Ortega (www.cosasdecorzos.com).
Como es habitual, «todas las imágenes de este vídeo han sido grabadas por el autor, con la única ayda y compañía y de Blitz, su perro».
Esta historia comenzó…
La locución de Pablo arranca diciendo:
«Podría decirse que es esta historia comenzó un tarde de finales de julio del infausto año de la pandemia, aunque en realidad había empezado tiempo atrás, pero eso yo aún no lo sabía».
Era la última tarde que podría cazar antes del cierre de agosto.
Tras alcanzar con mucho sigilo el puesto elegido sin ser detectado, sólo una corza y su cría del año se dejaban ver.
Sin embargo «aquel rincón privilegiado no podía dejar de tener un dueño a su altura».
Iba cayendo la tarde, cuando de repente, en el prado del quejigo grande apareció un corzo encelado que perseguía a una hembra.
Cansado, el macho se tumbó en el pasto a más de 200 metros del cazador.
Con la luz yéndose, Pablo se olvidó de rifle y se concentró en observarlo.
«Era un corzo en la cumbre de su desarrollo que debía dejar sus genes, y la tentación de intentar un tiro si se levantaba se desvaneció definitivamente».
Dos años antes Tras el corzo
De regreso, el cazador recordó unas imágenes grabadas exactamente en el mismo sitio dos años antes.
Al revisar las imágenes, el protagonista de ellas era, casi con total seguridad, el mismo corzo, al que Pablo respetó al ser joven y con futuro.
Tendría entonces el corzo unos tres años.
Pero volviendo a 2020, y llegado el otoño también llegó el momento de dar caza a ese animal.
«No se trataba sin duda de un corzo cumplido, de un animal en decadencia, sino de un individuo en el cenit de su desarrollo, pero la extracción mesurada de algún macho de esta clase de edad, si se compensa con la adecuada caza de ejemplares selectivos y de hembras, resulta admisible desde un punto de vista de la correcta gestión de la población, y más cuando se realiza una vez finalizado el periodo de celo»…
Una asignatura para septiembre Tras el corzo
Las bellotas madurando en las carrascas denotaban que el tiempo había pasado.
Para llegar hasta el apostadero donde nuestro protagonista había visto el corzo en julio, había que seguir extremando las precauciones.
Pero, «¿acabado el periodo territorial, seguiría todavía allí?».
El prado del quejigo grande verdeaba por las lluvias.
En la ladera de enfrente aparecieron una corza y su corcino, quizá los mismos de julio.
«De repente, descolgándose desde un alto collado apareció otro corzo, una hembra, y detrás de ella…».
Era, sin duda, el ejemplar pretendido, no había tiempo que perder, con el corzo ya en la lente, este se tumbó… sólo quedaba esperar a que se levantara.
Hasta que por fin…
El corzo no dio trabajo a Blitz para encontrarlo a 20 metros del disparo, «la tarea estaba hecha».