Este ‘Equipo más adecuado para el rececho de corzo’ de Michel Coya es ideal para lo que puede ser la inminente apertura de la caza del corzo este mismo mes.
Comienza la temporada de corzo y ya anda el aficionado revuelto. Especie adictiva como pocas, ha creado alrededor un grupo de cazadores que tienen en este pequeño cérvido su pieza fundamental.
Generalidades sobre arma, visor y cartucho
El equipo comienza entonces a especializarse, pues las características de su rececho se apartan de lo convencional.
No hay duda que se puede optar por ‘algo para todo’, siendo conscientes, eso sí, de las limitaciones que tendremos en ciertos momentos.
Vamos a ser claros: si usted se equipa, por ejemplo, con un cerrojo del .300 Winchester Magnum, le monta un visor de 3-12×56 y tira con puntas semiblindadas de 150 grains, no tendrá ningún problema para cazar corzos, rebecos, venados, cochinos.
Hecho el apunte, es sencillo adivinar que alguna pega ha de tener una decisión como ésta, pues, si no fuese así, no compensaría al corcero equiparse específicamente para su modalidad.
Peso, tamaño, retroceso, potencia excesiva o canales desmesurados con mucha pérdida de carne, son algunas de las desventajas.
Queda claro que cartuchos suaves del rango de los .22 de fuego central, de los 6 mm, .25”, 6,5 mm o incluso .270 y algunos 7 mm son la mejor opción.
Las ópticas, dado el horario tan madrugador y a la vez tan trasnochador que tiene este ‘elemento’, son de obligada calidad, necesariamente con un gran objetivo y bastantes aumentos, no hay que olvidar el pequeño tamaño de la pieza.
Cuando al caer la tarde vea por fin ese corzo que tanto se le resistido, esos 200 metros de distancia que le separan de él necesitarán aumentos y luminosidad, si queremos tener opciones de éxito.
Elija siempre campanas grandes o incluso muy grandes, de 50 o 56 mm, todo será poco cuando tengamos que vernos en el trance de disparar casi sin luz. Haga extensivo esto considerando también a los prismáticos.
Pero esta vez no trataremos tan a fondo las generalidades sobre arma, visor y cartucho, y centrémonos en esos otros complementos específicos, algunos de los cuales se pasan el resto del año guardados en un armario.
Sauer 101 Alaska
La armera alemana lanza su modelo 101 preparado para enfrentarse a las condiciones climáticas más adversas en la versión Alaska.
La culata laminada, sinónimo de estabilidad y durabilidad, contrasta diferentes tonos de grises y negro.
Su perfil mantiene una línea clásica, lomo recto regulable en altura con pistolet bien marcado y guardamanos acabado en schnabel, rematándola en cantonera de goma de regular grosor.
El cañón, sin órganos de puntería, está cubierto del revestimiento denominado Ilaflon, que aporta durabilidad ante las inclemencias, aportando máxima protección frente a la corrosión.
Su longitud es de 56 cm, perfecto para sacar todas las prestaciones teniendo en cuenta que sólo se recamara en cartuchos estándar y cortos.
La boca está rematada por rosca cubierta por tapón, en previsión del montaje de frenos de boca o supresores sónicos donde sean legales.
El cerrojo, con 6 tetones en cabeza y ángulo de apertura cercano a los 60º, se completa con un seguro situado en la nuez que bloquea directamente a la aguja percutora.
El cargador es de petaca separable y colocación al tresbolillo, con capacidad de 5+1. Sobre monturas americanas Warne desmontables, monturas sencillas, prácticas y bajas, le acompaña un Zeiss Conquest de DL 3-12×50.
Con una combinación perfecta para el corzo, tanto en aumentos como en objetivo. Pensada para tirar a largas distancias se acompaña de torreta balística ASV específica para la línea Conquest, con escalón de 1 cm por clic.
La retícula con la que viene provisto es la nº 6, situándola en segundo plano focal.
Su peso es de 535 g con una longitud de 34,7 cm.
6,5×55 Swedish Mauser
La recámara marca la diferencia en el equipo probado.
Conocido por su precisión, el 6.5×55 Mauser Sueco nace en 1891, es un cartucho suave y moderado, pariendo una regularidad difícil de conseguir por el resto, habiéndolo aupado a ese reconocido grupo de los más precisos.
La clave está precisamente en esa ‘tranquilidad’ de datos, ya que, por mucho que lo intentemos, domar un cartucho muy potente en velocidades y presiones, es mucho más complicado de hacer que trabajando con cifras como las del 6.5×55.
Las velocidades desarrolladas rondan los 970 m/s con puntas HP de 100 grains.
Subiendo de peso, por ejemplo con las RWS KS de 127 grains, llegamos a los 885 m/s, una receta perfecta para el corzo. Siguiendo con el mismo fabricante, nos entrega ahora 870 m/s con las DK de 140 grains, con una GEE en este caso de 175 metros.
Recibo junto al arma Geco Soft Point de 156 grains. Es una semiblindada convencional con una velocidad en boca de 780 m/s y una distancia de reglaje óptimo de 157 metros.
Se trata de una carga todoterreno para este cartucho, perfecta para monterías y batidas, esperas sobre piezas grandes tipo venado o jabalí.
Aun sirviendo para corzo, sería mucho más apropiada, tanto por su mejor trayectoria como por su comportamiento terminal más acorde con el tamaño y peso del corzo, puntas más ligeras, rápidas y expansivas.
Un ejemplo nos viene de Suecia con la Nosler Ballistic Tip de 120 grains montadas por Norma. La velocidad en boca es 860 m/s, con una caída algo menor de los 25 cm a los 300 m puesto alto 6 cm a 100 m.
Vestimenta, apoyos y archiperres
Con instintos muy desarrollados, la caza del corzo requiere una especial discreción.
El camuflaje se impone y en ésta, como en ninguna otra modalidad, tiene sentido su uso.
Ropa cómoda, silenciosa y poco más. Tratar de estandarizar la vestimenta con unas condiciones climáticas tan cambiantes a lo largo de la temporada del corzo, es casi imposible, más si los cazamos por toda nuestra geografía.
No es lo mismo recechar corzos en primavera en las Villuercas que hacerlo en otoño en Picos de Europa.
Ropas ligeras y frescas frente a forros polares y chubasqueros.
Está claro que de recechar caminando a hacerlo en espera, o en un combinado de ambos, va una distancia tan grande que las sensaciones térmicas pueden ir del frío a la sudada monumental.
Como norma, siempre gorra o un sombrero de bastante ala; piense que cazaremos en horas en las que el sol sale o se va, con una posición muy baja.
Una buena estratégia para pasar desapercibidos es tapar manos y cara, partes que más destacan, muy reconocibles como amenaza poniendo en alerta al corzo.
El calzado, al igual que la ropa, lo marcará el terreno y el clima
El calzado más de lo mismo, lo marcará el terreno y el clima.
Desgraciadamente, el corzo se ha convertido en una de las piezas más habituales, duela a quien duela, simplemente por la comodidad de su caza.
Ya sé que hay excepciones, pero está claro que las pistas y los todoterrenos han conseguido que la condición física del cazador no tenga importancia en muchas ocasiones, y he visto a alguno en castellanos y vestido igual que para ir a tomar cañas, pero como no he utilizado en ningún momento la palabra «cazar», nosotros, a lo nuestro: botas de montaña en terrenos de montaña, de goma, si llueve y botas ligeras en el resto.
Una vara, bípode o trípode es esencial
Y ahora, más que nunca, la vara, un bípode o un trípode.
Especialmente si recechamos en siembras nos veremos con la necesidad de disparar de pie. La altura del cereal nos impedirá, en general, hacerlo tumbados. Elija para este terreno bípodes o trípodes.
Llegado el lance y más tratándose de una pieza de poco tamaño, o somos capaces de dar alta estabilidad a la puntería o nos quedaremos sin ella.
Si el corzo es de montaña, la cosa cambia: una horquilla será suficiente, ayudará a caminar y en algún lance en el disparo, aunque, por lo general, nos sobrará con la mochila.
Una cuerda, un árbol, cuatro bolsas y una navaja
La carne del corzo bien preparada es muy sabrosa. Tras el abate llega el momento de la preparación.
Una cuerda, un árbol, cuatro bolsas y una navaja.
Para desollar y trocear una pieza como ésta no hacen falta grandes cuchillos. Con una hoja de apenas diez centímetros será suficiente.
En este tema los centroeuropeos nos dan la pista de cómo son las herramientas adecuadas, tanto en cuchillos como en navajas.
Limpie bien la carne y, en bolsitas al congelador, verá como cuando lo prepare quedará como un todo un chef frente a sus invitados.
Escaso éxito con el reclamo
Pues, mire, aunque he utilizado el reclamo en alguna ocasión, lo que se dice éxito, jamás lo he conseguido con él.
Admiro a quienes han conseguido esa maestría en el uso para atraer a los corzos con el Buttolo o los Nordik, pero, sinceramente, a mí para lo único que me ha servido y me sirve es para pararlos cuando arrancan.
Así todo no dejaré de intentarlo, tal vez algún día consiga hablar en su ‘idioma’.
El catalejo, prismáticos y telémetro
Si puede añada peso a su mochila con un catalejo. Evite los grandes de 85 milímetros de objetivo, con 65 milímetros le sobrará.
El corzo tiene un trofeo pequeño y muy metido entre el pelo, entre las orejas. La diferencia del valor del trofeo está sobre todo en el tamaño y grosor de rosetas y cuerno.
Aunque tengamos unos buenos prismáticos, conseguir catalogarlo correctamente a cierta distancia es muy difícil, sencillamente porque no se ve. En este trance los aumentos del telescopio terrestre nos disipan todas las dudas.
Recuerde, no obstante, como siempre les digo, antes de fijarnos en detalles, observar al corzo entero y establecer, primero, una comparación del trofeo frente al total de la pieza, objetiva, deje para después la concreción del detalle.
Nuestro perro de sangre
Es para el recechista más que un complemento, un amigo.
Bien adiestrado, conseguiremos un nivel de eficacia en el cobro del corzo herido muy alto.
El problema está en lo de «bien adiestrado», una tarea que requiere, además de constancia y tiempo, mucho conocimiento.
Debemos comenzar a temprana edad.
Respeto a quienes dicen que no hace falta tan pronto, pero los que mejor me han respondido son con los que comencé más jóvenes, aunque eso depende del individuo: si no hay de donde sacar, nada podremos hacer, pero si nuestro cachorro viene de una línea de trabajo sólida, con cuatro o cinco meses ya lo podemos estar metiendo en faena.
Tras perder mi teckel concentré mis esfuerzos en hacer uno a mi medida. Harto de nombres y afijos, busqué un padre y una madre sobresalientes. Y nació la camada y elegimos al cachorro, ni el más grande ni el más pequeño, ni el más guapo ni el más feo: el de espalda recta y apoyos perfectos, el de la nariz en el suelo, el amable y cariñoso.
Primero, a los tres meses, una pata de venado recién cazado en berrea; luego, un poco de piel, 5, 10, 30 metros… Un poco de sangre con piel, un poco de sangre solo, y así día a día.
Cada nuevo rastro artificial más difícil; para el perro, un juego. Dilatar en el tiempo el seguimiento del rastro marcado se convierte entonces en casi obsesión.
El ejemplo de ello es que mi perro, Guisante, que con cinco meses seguía rastros de más de 50 horas, pero, claro, con un entrenamiento constante de al menos dos rastros por semana.
Conseguido al fin que nuestro perro canalice su capacidad de rastreo natural para ayudarnos a cobrar la pieza que escapó herida tengo que contarle un secreto.
Lleve siempre a su perro consigo, no pretenda rastrear los corzos heridos al día siguiente. ¿Por qué? Pues porque aunque en alguna ocasión tenga suerte, una pieza tan pequeña deja muy poca sangre, muy poco rastro, y si encima usted caza en zonas secas, menos aún.
No ande dando vueltas, si hiere un corzo meta al perro, si hay poca sangre aún habrá mucho olor y nuestro amigo podrá seguirlo sin problema.
Cuando lo encuentre no olvide nunca dejarlo morder, separándolo finalmente de la pieza con las manos, hablándole, felicitándole, nunca tirando de la correa, debe ser para él un premio, se lo merece tanto o más que el cazador.
Texto y fotografías: Michel Coya (www.apuntomichelcoya.com)