Perros

Teckel: un pequeño gran perro para el rastro de sangre

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La búsqueda de rastro de sangre es una actividad que está de moda en nuestro país, ya que clubes y asociaciones caninas, desde hace pocos años, han empezado a realizar seminarios sobre el rastro de sangre.

El ‘culpable’ de todo esto es mi buen, y admirado, amigo Antoine Ramírez Larraona, juez especialista, francés, que nos ha metido a todos el gusanillo en el cuerpo con sus enseñanzas.

Desde que existe la humanidad ya se utilizaba esta técnica para poder cobrar las piezas que se abatían; entonces se trataba de un tema de mera supervivencia, hoy en día es una afición. Jenofonte, en su tratado sobre caza realizado en el 400 a.C., nos da consejos sobre la manera de amaestrar un perro de rastro de sangre y su conducción. Los romanos nos han dejado en sus ladrillos, los documentos en los que observamos perros del tipo perro de sangre.

En la Edad Media, en el año 1250, Guinnecas, en La enciclopedia del arte de cazar, trata del método para adiestrar al perro de sangre. En el siguiente siglo nos encontramos con Herry Ferriers y Gaston de Phoebus, en 1375, quienes, en sus respectivos tratados, nos hablan sobre la manera de adiestrar a un perro de rastro común y a un perro de sangre.

No será hasta el final de la Segunda Guerra Mundial cuando asociaciones de diferentes razas, rojo de Baviera y de Hannover, teckel, jagdterrier y drahthaar, organicen pruebas para seleccionar ejemplares para el rastro de sangre artificial.

Cuestión de ética

Hoy en día, en Europa, en los países en los que se realiza la practica del rastro rojo, los conductores han creado asociaciones de las diferentes razas, tanto de perros con y sin pedigrí. En definitiva, de lo que se trata es de encontrar un animal herido que sufre o de recuperar un animal abatido. Es una cuestión de ética del cazador: no se debe dejar animales en el campo, heridos, o en estado de descomposición.

Los clubes de raza tienen, entre otras misiones, una muy importante: realizar seminarios y jornadas de iniciación para enseñar a los novatos en este tema, sensibilizar a los cazadores de la importancia de recuperar piezas heridas, preparar pruebas de rastro artificial y fomentar la formación de conductores de rastro.

Uno de los objetivos de la prueba de búsqueda de sangre –SchwhK– es juzgar la calidad del perro de sangre, comprobar la seguridad en su búsqueda y su comportamiento frente a la pieza abatida. También sirve para juzgar las cualidades del conductor del perro, así como para evaluar sus conocimientos cinegéticos, y constituye un medio para comprobar, sobre el terreno, el valor del dúo formado por el perro y su conductor.
En Francia, donde esta actividad está muy extendida, la asociación UNUCR, por ejemplo, exige a sus conductores haber obtenido un CACT en una prueba de rastro realizada por un club oficial para obtener tal condición. En España este tema acaba de aterrizar. En la actualidad es el Teckel Club de España quien realiza esta prueba, oficialmente homologada por la RSCE, desde hace seis años. Debemos de tener en cuenta que para buscar una pieza herida o muerta no basta con tener un perro con buena nariz y echarnos al monte. El perro tiene que tener un adiestramiento desde cachorro y, por supuesto, tener un determinado carácter; no es lógico pensar que todos los perros son válidos para esta actividad. Podemos decir que el perro debe ir primero al colegio, pasar por la universidad y licenciarse para comenzar a ejercer su profesión, y para lograr la licenciatura hay que realizar una prueba de rastro artificial y luego enfrentarse a la búsqueda natural con éxito.

En este artículo voy a centrarme en la realización de ‘la licenciatura’, es decir en cómo se prepara una prueba de estas características, oficial, de acuerdo al reglamento de la RSCE.

Una prueba de rastro

Comenzaremos por buscar un bosque, con abundancia de animales, de este modo habrá más rastros y no solo el que vamos a trazar nosotros con sangre. El perro solo deberá seguir el nuestro; es necesario poner dificultades debido a que, en la búsqueda natural, se nos presentaran muchas y debemos de ser capaces de resolverlas sobre la marcha.

Utilizaremos 250 cc de sangre de ungulado, mejor si es de venado o corzo, porque tiene menos olor que la de jabalí. La sangre se habrá recogido previamente; es importante agitarla para que no se coagule, ya que está prohibido añadir aditivos y se podrá congelar durante las 12 horas siguientes, debiendo descongelarse a temperatura ambiente. Es obligatorio también proveernos de una piel del animal que se corresponda con la sangre para ponerla al final del rastro.

Los jueces, dos por batería –ocho perros–, serán los encargados de realizar los rastros 24 horas antes. En primer lugar es conveniente hacer un plano del lugar, ya que la distancia entre rastros no puede ser menor de 300 metros. Se buscará un lugar de comienzo o de partida, por ejemplo el borde de un sendero. Un juez debe ir balizando la pista con cartulinas resistentes a la intemperie, colocándolas en lugares en los que no pueda verlas el conductor. El otro juez irá marcando con la sangre el recorrido. Se pueden utilizar dos métodos:

•    En un bastón insertamos una trocito de esponja de 4×4 cm –llevaremos los 250 cc de sangre en un cubo–: se moja la esponja en la sangre, se escurre bien en la parte interior del cubo y se va marcando ligeramente a cada paso, al cabo de diez pasos volveremos a recargar la esponja.

•    Bastón trazador: añadimos a un bastón una botella de plástico trasparente que se va apretando a medida que avanzamos.

Marcando y controlando

Hay que tener en cuenta que tanto el método de marcaje como la procedencia de la sangre será la misma para todos los rastros.

En la salida del rastro pondremos una marca de un color determinado –cada rastro tiene su color identificativo– indicando: «Comienza el rastro Nº X». Depositaremos un poco más de sangre así como pelos de la pieza utilizada. Estos indicios se cubren por algunas ramas u hojas para asemejarlo al lugar del disparo, balizándose tres puntos para indicar el lugar por el que huyó el animal.

El rastro debe contar con tres ángulos rectos, situados al terminar los 200, 400 y 800 metros aproximadamente, debe ser ligeramente sinuoso y tendrá dos descansos, situados cada uno de ellos entre los ángulos rectos. Para marcar estos descansos, se pisotea un poco el suelo y se deja un poco de sangre, también pelos de la pieza. Al final del rastro, aproximadamente a los 1.000 o 1.200 metros, se dejara la piel del animal muerto o la pieza eviscerada.

Puede ocurrir que en el momento de la inscripción algún participante pida un rastro de 40 horas, es decir, de dos noches de antigüedad, debiendo acreditar, para la petición, el certificado de haber superado la prueba de 20 horas.

Los conductores pueden indicar que su perro late a muerto –totverbellen– o bien indicar muerte –totverweisen–; en estos dos casos, la misma mañana de la prueba, se prolongará el rastro 250 metros más usando un décimo de litro de sangre más. Realizados los 1.000 primeros metros, el conductor deberá soltar al perro, que deberá seguir solo el rastro hasta llegar a la pieza, e indicar a su conductor, con latidos ininterrumpidos, que ha encontrado la pieza. En el caso de perro indicador de muerte, debe volver a su conductor para indicarle con una señal, anunciada previamente por el conductor al jurado, que ha encontrado la pieza. Estas dos prestaciones no son tenidas en consideración para la puntuación de la prueba ni para la clasificación dentro de un mismo premio, pero, en caso de no completarse correctamente, permiten al perro su clasificación en el trabajo continuo de 1.000 metros.

El perro deberá ser conducido con una traílla de, por lo menos, seis metros, enganchada a un collar llamado botta.

Conduciendo y juzgando

El conductor y el perro deben llegar a la piel del animal abatido sin ninguna ayuda externa, solo se le permite desviarse del rastro en dos ocasiones, pudiendo volver a retomarlo. Los jueces deberán dar aviso al conductor si éste se encuentra al menos a 80 o 100 metros del rastro y observan que el perro no puede retomarlo; al segundo aviso será descalificado. El tiempo utilizado en cada una de las búsquedas no influye en la calificación del trabajo, pero no puede exceder de una hora.

Cada perro es juzgado por todos los jueces. Éstos valorarán la manera de trabajar sobre el rastro, la seguridad del perro en la búsqueda y la voluntad de búsqueda.
Tradicionalmente, al llegar el perro al final del rastro alguno de los jueces ofrece una ramita al conductor en señal de felicitación, por haber superado la prueba. El conductor coloca la ramita en el collar del perro, como reconocimiento de su buen trabajo.

Existe otra prueba de sangre natural –SchwhN–. Es muy similar a la expuesta, con rastro natural sobre una pieza disparada en acción de caza. Por la gran dificultad que entraña, en España no se realiza.

Con esta breve explicación de la prueba –SchwhK–, nos podemos hacer una idea de la estrecha relación que existe con la búsqueda natural. No debemos olvidar que detrás de todo esto existe un adiestramiento. A mí, personalmente, me gusta más hablar de educación del perro desde cachorro para este fin, y, en mi modesta opinión, un perro de sangre no debe emplearse para otras actividades cinegéticas, ya que puede perder la misión para la que fue educado. Debo añadir algo importantísimo, el collar y la traílla de rastreo solo deben utilizarse para este fin; es una manera de que el perro puede identificar traílla y collar con el trabajo de búsqueda que debe realizar.

No seria justo por mi parte olvidar a la Asociación Española del Deutcher Jagdterrier, que, a través de su presidente, Alberto Silvosa, está realizando una gran labor en materia de rastro rojo. También a la Asociación Española del Perro de Sangre, cuyo presidente, Álvaro García Mateu, está trabajando muy duro para poder contar en España con conductores expertos de rastro natural de sangre.

Como vocal del Teckel Club de España me permito, desde aquí, invitaros a acudir y comprobar, in situ, la belleza de las pruebas, y la importancia que tiene recuperar piezas heridas o muertas para todos vosotros, los cazadores, y admirar la labor de los conductores y de sus perros.

Por Nuria Jareño Chaumel, vocal del Teckel Club de España / Fotos: Antonio Mata

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