Si existen dos modalidades de caza con perros de rastro por antonomasia esas son la del zorro y la liebre. Bien es cierto que ambas han perdido protagonismo con el paso del tiempo, y es, ahora, la caza del jabalí con perros de rastro la que en la actualidad cuenta con un mayor numero de adeptos. Aun así, en Galicia la caza del zorro goza de gran popularidad y todos los años se celebran campeonatos autonómicos que demuestran que esta modalidad todavía despierta auténticas pasiones entre los aficionados.
Hoy por hoy, este tipo de caza generalmente se lleva a cabo por parte de cuadrillas, grupos de amigos que se juntan para disfrutar de una mañana de caza marcada por los perros y el trabajo de éstos. Normalmente son cuadrillas de cuatro a seis cazadores, ya casi todos entrados en años, que utilizan cuatro o cinco perros de rastro, cruces de grifones y sabuesos, algún beagle y también cruces de azules.
Yo, personalmente, prefiero cazar el raposo a la vieja usanza, como siempre he visto hacer a los raposeros de antaño, es decir: de dos a cuatro cazadores, un par de perros y haciendo pequeñas echadas que nos permiten cubrir el terreno sin dificultad.
Si los perros son al menos aceptables, levantaran al raposo y no le dejaran ni un minuto de descanso, hasta meterlo a las posturas.
Y si el raposo es de la zona, no se cansara de dar vueltas y más vueltas y utilizara todo tipo de triquiñuelas para despistar a nuestros perros de rastro.
Antaño, aunque no hace tanto, en cada pueblo había al menos una cuadrilla raposera, y eran conocidos en la comarca, tanto ellos como sus perros. Eran cuadrillas que vivían por y para el zorro, todos los componentes de la cuadrilla se implicaban en la caza y todos hacían de todo.
El perro protagonista
Sin duda, los grandes protagonistas de esta modalidad, como ocurre con otras, son los perros. Si no tenemos un perro que destaque en la modalidad es difícil vivir buenas jornadas de caza. Esa creencia popular de que para cazar el zorro cualquier perro sirve es errónea. Es al contrario, los buenos perros de zorro escasean ahora mucho más que antes. Levantar un perro y seguirlo durante un rato es relativamente fácil para cualquier perro, la cosa se complica cuando los rastros se mezclan con las idas y venidas del raposo, que es un animal muy propenso a cruzar los rastros, subirse a los muros, etcétera… ahí ya se necesita un perro con oficio que tire de galones para resolver con solvencia las perdidas de rastro y volver una y otra vez a enderezar ese rastro sin desfallecer.
El raposo es un animal de costumbres, pero a la vez, a poca experiencia que acumule, es un animal muy astuto, muy atento siempre a perros como a escopetas y que a cada paso trata de zafarse de sus perseguidores, recurriendo, a veces, a cosas difíciles de imaginar; es, sin duda, una pieza de caza con abundantes recursos que le han hecho ser un superviviente nato.
A la hora de decantarnos por el perro perfecto para la caza del raposo siempre surgen las dudas, ¿es mejor un perro lento o un perro rápido? Un perro lento tardara en llevar el raposo a las posturas, pero en cambio nos permitirá disfrutar del comportamiento del raposo, que se parara a escuchar al perro, le intentara engañar una y mil veces y, al final, el exceso de confianza del zorro será su perdición. En cambio el perro rápido llevara al zorro al limite y éste no intentara dar muchas vueltas, es fácil que emprenda la huida y, si no le abatimos de ‘arrancada’, será difícil sorprenderle después; además, es fácil que al verse tan acosado por el perro opte por encuevar…
Es necesario que el perro raposero sea capaz de mantener persecuciones sostenidas, que tenga afición y motivación necesaria para trabajar sin descanso desde el amanecer hasta el atardecer.
La caza del zorro es, para mí, la más divertida y entretenida que he practicado con perros de rastro, mucho más que la caza del jabalí. Si la zona de caza es abundante en zorros, el territorio de un raposo abatido en pocos días es rápidamente conquistado por un nuevo inquilino que, si bien suele encamar más o menos en los mismo lugares que su predecesor, normalmente cambiará sus preferencias en cuanto a vías de escape, yéndose más rápido y más lejos de lo acostumbrado y añadiendo de esta forma mayor incertidumbre y dificultad a su caza. Además, el zorro, al tener un rango de huida menor que jabalíes y corzos, permite escuchar a los perros la mayor parte del tiempo con todo lo que eso conlleva: saber moverse para cortar la huida del raposo, estar en contacto permanente con los perros etcétera…
Por otro lado, si no queremos que hagan caso de los corzos o jabalíes, no quedará otro remedio que usar toda nuestra paciencia y, con ella, corregir los defectos del perro y tirar de oficio para potenciar las cualidades innatas que desemboquen en un beneficio sustancial a la adecuada progresión de nuestro can. Así y todo es difícil llegar a conseguir que un perro desprecie otras demandas, sobre todo si éste tiene pasión por los rastros.
Lo ideal para iniciar al perro de zorro es empezar con cinco o seis meses a sacarlo al campo. Si podemos acompañar esas salidas con un perro veterano seria ideal, sobre todo si el perro veterano es un perro lento que se fija bien en los rastros. De esta forma, el cachorro se sentirá en la obligación de curiosear y enseguida empezará a darnos satisfacciones.
Una vez que el cachorro ya empieza a fijarse en los rastros es el momento de llevarle solo al monte, que aprenda a cazar, que resuelva los problemas por sí mismo… es la única manera de conseguir que progrese y poder evaluar en unos meses su trabajo.
En Asturias, y en general en el norte de España, cada vez quedan menos cuadrillas raposeras y los zorros han pasado de ser abundantes, cuando se les cazaba en demasía, a estar en algunas zonas bajo mínimos cuando, precisamente, es menor la presión cinegética que se ejerce sobre ellos.
Por:Rafa Gonzalez Muñiz