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¿Cómo debe cocinarse la carne de caza para evitar la tularemia?

Cocinar a más de 70 ºC la carne de animales de caza, no beber agua de arroyos y evitar las picaduras de mosquitos, pulgas, tábanos y garrapatas aplicando las medidas de prevención oportunas, son algunas de las claves por la Asociación Nacional de Empresas de Sanidad Ambiental (ANECPLA) para evitar la tularemia.

En los últimos meses se han registrado ya en Palencia 50 casos de tularemia y otros 37 están en fase de estudio. De hecho, desde el pasado 3 de julio, cuando se diagnosticó el primer caso de esta enfermedad, el número de afectados por tularemia no ha parado de crecer, suponiendo ya, a juicio de la directora general de ANECPLA, Milagros Fernández de Lezeta, un problema de «primer orden» para la salud pública de España. «Aunque a muchos les suene ajena, la tularemia es una vieja conocida de los castellanoleoneses. Ya que hace algo más de una década -concretamente en 2007- ya se registró un importante brote de tularemia en la región que coincidió con otra plaga de topillos que arrasó los campos castellanos», ha explicado Fernández de Lezeta.

Se trata de una enfermedad causada por la bacteria Francisella tularensis, cuyos reservorios habituales son los roedores salvajes. Esta bacteria se transmite a los humanos a través de la picadura de garrapatas, tábanos o mosquitos, que ejercen de vectores principales, además de mediante la ingesta de carne de animales infectados o el contacto directo con éstos a través de, por ejemplo, una herida en la piel.

Síntomas y control

Los síntomas aparecen tres días después de la exposición a la bacteria en forma de fiebres altas, escalofríos, rigidez articular o dolores musculares, y pueden llegar a prolongarse hasta varias semanas después.

Desde ANECPLA se ha aconsejado poner en marcha medidas de control de plagas ejecutadas por profesionales del sector como principal medida para solucionar este brote; así como evitar el contacto con animales muertos o enfermos y, en caso de que sea necesario, utilizar guantes y mascarilla; clorar previamente el agua de los arroyos o corrientes si es necesario beberla; y proteger, en la medida de lo posible, a los animales domésticos de la parasitación por garrapatas o pulgas, mediante barreras físicas (mallas, mosquiteras) y/o repelentes.

Fuente: heraldo.es

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