Se cree que el nombre de mayo proviene de Maya, madre de Mercurio. En el calendario católico este mes era conocido como «el de María».
Mayo es uno de los meses de lluvia por antonomasia en nuestro hemisferio. Aunque el clima no siempre obedece a un patrón establecido: “cuando marzo mayea, mayo marcea”, refrán que indica con qué facilidad se invierten los ciclos en la naturaleza.
Generalmente, suele ser este un mes en el que a días soleados, con tardes lluviosas y temperaturas agradables, se superponen otros más fríos y desapacibles.
“Quien deja el abrigo un día de invierno
contento irá en mayo a cogerlo”.
“Hasta el cuarenta de mayo no te quites el sayo”.
En mayo incuban la curruca, el pinzón, la perdiz, la tórtola, la torcaz, la codorniz…
Florecen los rosales silvestres o escaramujos, las margaritas, los perales, la gamonita, la jara, el acebo, el romero y el serbal de cazadores, entre otros.
Es un mes magnífico para los recolectores de espárragos.
“El campo es una gran sinfonía en amarillo donde apenas dan una leve nota, blancos de nievecillas, morados de lenguazas y nazarenos, rojos de amapolas y aquellas florecillas que el jaramal, que llega ya a la cruz de los olivos y a los ijares de los caballos, permite florecer”, decía José Antonio Muñoz Rojas.
Los jabalíes se cazan en aguardo, por daños a los cultivos. Esperándolos en sus incursiones vespertinas y nocturnas a los sembrados o junto a los aguaderos. O al vaqueo, cuando de madrugada regresan a sus encames.
Sigue siendo época de safaris africanos, aprovechando el otoño austral.
La caza del corzo continúa en su apogeo, antes de que los avistamientos comiencen a disminuir, como probablemente sucederá en el mes siguiente. También se cazan los rebecos, en nuestras montañas del norte, y las cabras monteses en los cazaderos tradicionales de Gredos y Tortosa-Beceite, y en los también ya muy consolidados de Teruel, Ronda, Granada o Cádiz.
Mayo es el mes de los cielos cambiantes, de las mañanas diáfanas, de las tardes de tormenta y de los anocheceres húmedos, frescos y despejados. La época de los grillos, de los saltamontes y de los lagartos y lagartijas (aunque cada vez sean más testimoniales).
El tiempo en el que las siembras, aún verdes, son mecidas por el viento. Y el momento en el que se llenan de vida las huras con el gazapeo de sus nuevos inquilinos, o comienzan a parir las liebres, mientras en su seno guardan una nueva fecundación que les permitirá traer al mundo otra generación de lebratos con tan sólo un breve intervalo de días, fenómeno que se conoce como ‘superfetación’.
Mayo es un mes repleto de vida y de renovación. Y entre sus dones más ocultos, pero no menos preciados, el de hacer florecer con las mejores galas los árboles y los arbustos más humildes, como las aulagas o los espinos.
“De entre los muchos brotes que nos anuncian mayo
adornando los campos con sus galas y sayos,
rivalizando entre sí por ser más floridos,
contemplad el hermoso esplendor del espino,
que tan bien vestido con su túnica blanca
colma del encanto de mayo la gozosa mirada”, decía Chaucer.
Texto y fotografías: Vicente Amat Lanzarote
Ilustración: Luis Lorenzo Sánchez Diezma