DICIEMBRE…
Se va el otoño, desnudo, sin dejar hojas en los árboles que disimulen su marcha. Nos deja agarrados al 2020 de su último eslabón, que tiene treinta y un días de largo y, Diciembre, por nombre.
Entra la temporada en su tercer mes. Extraña, difícil, vaciada, como la España de ahora, la que nos quieren descubrir como si no la conociéramos y no la hubiésemos visto venir… ¡hay que fastidiarse! Pero dejémonos de líos y volvamos a la caza y lo que le cuelga, que es lo nuestro.
Extraña, decía, porque no podemos planificar ni poco ni mucho. Difícil porque lo planeado se puede dar la vuelta de un día para otro y lo que ayer se iba a dar mañana se cancela. Y, vaciada, porque de tanto anular terminaremos vaciando de caza la temporada. Simple y sencillo parece, pero bajo estas cuatro líneas han quedado enterrados: sueños e ilusiones, reuniones con amigos, viajes y montones de lances que no se harán realidad. Sin olvidar los verdaderos problemas económicos de propietarios de fincas, orgánicos, rehaleros, acemileros, restauradores, cárnicas y, cerrando el ciclo pero igual de importantes, taxidermistas. Confiemos que sea, únicamente, por el momento.
Pero por más sombrío que pueda pintar el mes hay que buscar razones, argumentos, que nos pongan en el camino que nos permita vislumbrar un horizonte más despejado e ilusionante. Busquemos esperanza entre los recuerdos, entre las viejas fotografías guardadas, ¡en los libros de caza! También con éllos reviviremos nuestras propias experiencias. ¡No dejemos sitio al pesimismo!
Ilusión por salir al campo
No caigamos en el desaliento; hay que resistir porque venceremos. Si hay cazadores que corren treinta o cuarenta kilómetros con las botas llenas de barro tras las perdices…, si llegamos a completar jornadas de 8 o 10 horas recechando en la alta montaña, si somos capaces de aguantar 10 horas subidos en la rama de un roble esperando al jabalí… seremos capaces de aguantar que la pandemia pase. La ilusión por salir de nuevo al campo ha de superar cualquier frustración presente.
Diciembre, sobre el papel que todo lo aguanta, es amigo inseparable de abrigos y paraguas. Diciembre, que irá pintando de blanco las cumbres y de frío, el ambiente. Frío que cura la matanza que cuelga en las varas de los techos de algunas cocinas. Cecinas, salchichones, chorizos, jamones…, ¡menudo lujo el de algunos! El resto de los mortales nos debemos conformar con ir al frigorífico y sacar la merendera (ahora, tupper) de fiambre y preparar el aperitivo o el bocadillo.
El terreno se pone blando y cuesta arriba, pero nuestro ánimo debe mantenerse alto porque ¡volveremos! La vida bien merece las oportunidades que hagan falta.
¡Viva la caza!
Por Ángel Luis Casado Molina / www.librosdecaza.es