Son muchos ya los años que llevamos trasteando por el mundo de la caza y creo que, afortunadamente, he tenido la suerte de poder conocerla prácticamente desde todos los diferentes puntos de vista, como cazador, como propietario, como gestor, como empresario y como administración y en todos estos ámbitos la experiencia siempre me ha llevado a entender la caza como un motor para el desarrollo rural, por desgracia no siempre bien aprovechado.
No soy tan mayor como para poder hablar de la época posterior a nuestra posguerra, aunque sí puedo hacerlo como historiador que soy y, sobre todo, por haber tenido la suerte de conocer y cazar con grandes cazadores, nacionales y extranjeros que si la vivieron. A través de nuestras conversaciones después de jornadas cinegéticas, al calor de una buena chimenea y de algún espirituoso para recuperar fuerzas, he ido certificando como fue la caza la que llevo el desarrollo a muchos de los pueblos de nuestro país en aquellos momentos tan difíciles.
La caza, unida en este caso a cazadores de nivel tanto nacionales como extranjeros, fue el vehículo a través del cual fueron llegando infraestructuras como la luz, el agua y el resto de ellas que iban asociadas a la actividad cinegética, a muchos pueblos de Castilla-La Mancha, Andalucía, etc.
Las monterías, los ojeos, etc., aportaron en su momento además de lo dicho anteriormente, jornales eventuales y empleos fijos que, si en cualquier época son necesarios, en aquellas lo eran aún más.
Desde entonces hasta ahora la importancia del sector cinegético en la economía nacional está bien clara como queda reflejado en estudios recientes que gozan de toda credibilidad y en los que no vamos a entrar.
Pero no es el objetivo de este artículo volver a hablar de la importancia de la caza a nivel económico que como dije está suficientemente estudiado, sino de la importancia de la caza como elemento básico en el desarrollo del mundo rural que por cierto, es como reza en el título del mismo.
Aunque desde aquellos tiempos en los que, como decimos, iba asociado a la caza la creación y asentamiento de infraestructuras hasta el momento actual han pasado muchas cosas como en prácticamente todos los ámbitos de nuestra vida, la caza se ha seguido manteniendo como un elemento básico en el desarrollo de muchas de nuestras zonas rurales.
Cuando hablamos de la caza como motor del desarrollo rural me estoy refiriendo a lo que supuso y supone para un pueblo de nuestra España contar con riqueza cinegética, sea de caza mayor o menor y como en torno a esta riqueza se genera todo un mundo de posibilidades para el municipio y su entorno.
Independientemente de lo que pueda suponer para los propios lugareños que sienten la caza como algo consustancial a ellos mismos, la caza en los pueblos ha sufrido una importante evolución desde los tiempos en que servía para alimentarse hasta la actualidad en que se ha convertido en una herramienta de ocio, habiéndose añadido otros muchos factores paralelos que contribuyen al desarrollo de los diferentes municipios. Por lo pronto, si es una zona rica en caza, pronto encontrara a un grupo de cazadores y/o empresas cinegéticas que pretendan arrendarlo para cazar, bien entre amigos, bien con la venta de puestos o cacerías. Esto implica
la negociación de un precio que repercutirá directamente al propietario/os del terreno y que, en muchos casos, supera la renta que sacan con la agricultura.
La entrada cazadores de fuera de la localidad implica que esta se dará a conocer no solo a nivel nacional sino en algunos caso, internacional, lo que puede suponer la llegada de turistas que vayan a la localidad atraídos por el conocimiento que a través de la caza y mediante la publicidad oral o escrita, les está llegando.
Desde mis tiempos de empresario cinegético y a través de las tres o cuatro empresas que tuve, siempre puse en práctica lo que después se dio en llamar el turismo cinegético, nombre que se acuño en unas celebres jornadas celebradas en Almagro hace ya muchos años.
Como su nombre indica, el turismo cinegético que basa en aunar estos dos conceptos en una sola actividad. Generalmente el cazador no suele acudir solo a la cacería y, en muchos casos, a su acompañante no le gusta la caza por lo que ofrecerle una atractiva oferta turística se convierte en un atractivo más para asistir a la cacería y, en algún caso, una disculpa perfecta para poder justificar el ir de caza.
Esta práctica permite a los cazadores y acompañantes disfrutar de una amplia oferta del municipio y su entorno, al mismo tiempo que permite la creación de un entramado empresarial en el entorno que va desde casas rurales, restauración, senderismo, etc. hasta una muy importante industria dedicada al aprovechamiento de la carne de caza. Esta oferta de alguna manera también es un elemento para frenar la despoblación de nuestros núcleos rurales.
Y por supuesto y como final, queda un valor añadido que afecta directamente al desarrollo de la zona y que no es otro que el uso la caza como elemento indispensable para el control de poblaciones de especies que, al haber desparecido su predadores natural, si no se regulan pueden ocasionar importantes daños a la agricultura y a la fauna.
Desde aquí hago una llamada a las administraciones para que sepan valorar la importancia de la caza en el mundo rural, más allá de políticas conservacionistas mal entendidas o de ideologías trasnochadas aunque hoy en día sean “tendencia”, como se dice en el lenguaje actual.
Por José Ignacio Herce Álvarez
Publicado en elcierredigital.com