Por Alberto Nuñez Seoane
Yo no soy monárquico. Creo que el tiempo de reyes y princesas terminó con la Revolución Francesa. Tampoco soy político, ni conozco personalmente al rey, ni tengo nada que ver con su entorno. Podemos decir que estoy ‘libre de toda sospecha’ en lo que a cualquier tipo de condicionante personal o profesional se refiere.
Lo que sí trato es de ser es coherente, y lo que sí soy es cazador. También soy biólogo, amante de los animales y defensor de la Naturaleza, lo que no soy es hipócrita, no está entre los defectos –muchos, como todos– que tengo.
El Jefe del Estado es cazador desde que nació. Don Juan Carlos ha cazado desde perdices y liebres, hasta leones, rinocerontes y elefantes –muchos, sana envidia me da–, y lo ha hecho, el cazar, con discreción, pero sin esconderse; y lo ha venido haciendo, no desde ahora, desde siempre. Por esto no puedo entender, nada más que bajo un prisma muy concreto, que, a estas alturas, una determinada organización, se supone que ‘de prestigio’, decida quitar la presidencia de honor de la misma al Jefe del Estado, por haber ido a cazar un elefante a Botsuana.
Por supuesto que la WWF –la del oso panda–, la organización de la que don Juan Carlos era presidente de honor hasta ‘ayer’, es muy libre de nombrar y destituir a los cargos, ejecutivos u honoríficos, que considere oportuno; cada uno, en su casa, hace lo que quiere. Pero para lo que no están legitimados es para dar lecciones a nadie, y menos a los cazadores, sobre ecología, respeto a la Naturaleza o defensa de los animales.
La WWF nombró ‘presidente de honor’ al Rey, allá por los años sesenta, cuando don Juan Carlos llevaba unos veinte años cazando. Siguió ocupando este cargo desde entonces hasta ahora, cuarenta y tantos años más, años en los que él siguió cazando y ellos muy ‘orgullosos’ de que los representara ‘honoríficamente’. Ahora, lo destituyen por hacer lo que venía haciendo desde que fue capaz de mantener una escopeta en sus manos: entregarse a una pasión a la que ha sido fiel toda su vida, antes y después de ‘ellos’.
A mí, la verdad, no me importa lo más mínimo que el rey ostente, o no, este o cualquier otro cargo. Lo que sí me importa es que alguien que presume, sin motivo, de ejemplar, practique una doble moral basada en la más pura de las demagogias y el más interesado oportunismo, se haga tener en posesión de la ‘verdad absoluta’ en lo que a ecologismo y defensa de la Naturaleza se refiere, intentando obligar a todos a comulgar con sus, a menudo mamarrachas, ruedas de molino.
Sin duda, lo que durante más de cuarenta años les ha interesado, por la repercusión internacional de la figura del Rey, hoy, debido a la trascendencia mediática que con afán torticero se ha hecho de una cacería, que para colmo ni terminó con el abate del famoso elefante, sea el ‘motivo’ por el que, «en razón de la dignidad de la organización», los miembros de la WWF decidan despojar de su cargo, en este caso, al Rey.
No es, repito, el hecho de que lo pongan o lo quiten, lo que me indigna; es el hecho de la falta de autenticidad y coherencia lo que me hace subir por las paredes. En general, toda doctrina exclusivista que trata de imponer su teoría a todos, piensen o no como ellos, no es más que un fanatismo enquistado que a nada bueno puede conducir. Estoy hasta la entrepierna de los ‘sumos sacerdotes’ empeñados en atribuirse en exclusiva tal o cual ‘verdad». «Alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema, es un fanático”. La frase es de Churchill; la hipocresía, de ellos; la verdad, de todos.