Campeando Opiniones Relatos

La caza chica, por Ernesto Navarrete

La caza chica
«Con la caza chica se educaron las mentes de nuestra generación amoldándose íntimamente el recurso de la caza menor».

Son las seis de la mañana y el pueblo duerme envuelto en una niebla gelatinosa que te refresca más que la ducha de hace un rato. Camino sin prisas ya que soy de aquellos que gustan madrugar antes que trasnochar, aunque en estas horas ambas vidas se entrecruzan por las aceras, unos buscando el pan recién hecho y los otros recogiéndose cansados ya de tanto amigo y escaso abrigo.

Las calles del pueblo se alumbran de a poco anidándose los faroles en esquinas donde las luces regalan más espacios abaratando el servicio, mientras los cubos de las basuras se pelean con los coches dejando calles sin esquinas lo que me dificulta ¡a estas horas! el tránsito mañanero.

La caza chica

La caza chica fue la de nuestra postguerra y la que permitió rellenar pucheros y sopas

Como digo las luces están tranquilas y las calles sin paseantes, aunque poco a poco, en lo que dura mi paseo, se despiertan coches con remolques a la vez que, de vez en cuando, suenan portones que se cierran arrojando a las calles personas engalanadas con trajes de mucho tiempo y botas de mil pasos que ya perdieron hasta el color. Son los cazadores de la caza menuda que como en una romería acuden al olor del café y el aguardiente de primera mañana.

La caza menor o también llamada caza chica es la caza del sustento y del apaño, fue la caza de nuestra postguerra y la que permitió rellenar pucheros y sopas durante muchos años aportando a las familias el complemento al que no llegaba la paga.

Con esta caza chica se educaron las mentes de nuestra generación amoldándose íntimamente el recurso de la caza menor con la simplicidad del mundo rural de forma que hacía un todo uno sin siquiera una rendija de disconformidad. En los hogares se pelaban perdices y torcaces, se guisaban liebres y conejos, se colgaban tasajos en sus sobraos al igual que se embotaban escabeches y conservas, de modo que unos y otros entendían la caza como un recurso más del sustento familiar.

Aún hoy las churrerías se abarrotan de cazadores ilusionados en la jornada por venir

Pues hoy, aun estando algo vituperada la caza en su conjunto, el pueblo se despierta cada fin de semana con esta música de portones, remolques y corros en las puertas de los bares donde los cazadores hacen homenaje a sus abuelos de ayer. Las churrerías se abarrotan de cazadores ilusionados en la jornada por venir, y bares y panaderías ven desperezar el día con la alegría de cazadores preparándose el taco y moviendo tan temprano el comercio del pueblo.

Los cazadores de la caza pequeña representan para mí los guardianes del instinto arcaico de la caza, seguramente lo es porque en mi niñez recuerdo cómo salir a cazar era un oficio obligado en busca de volver a rellenar la orza.

Escopeta con muchos años y cartuchos de cartón

Se buscaba la escopeta teñida de años dentro del armario de las herramientas que, envuelta en trapos, se armaba con paciencia y con ese sonido metálico sordo e inconfundible que hacen los fiadores al hermanarse con la mortaja. Igualmente envueltos en papel de periódicos se arrimaban al bolsillo ocho o diez cartuchos de cartón y papelillos iniciando entonces el ritual de la salida.

Unas veces era subirnos al tractor, y aún de noche, el aparcero conducía con la escopeta cargada mientras yo, subido y sentado en el guardabarro de esas ruedas enormes como molinos observaba y bebía mis primeras clases con las liebres. Otras salíamos desde el mismo cortijo andando para atropellar a las perdices por los ribazos o a levantar fochas y patos en las riberas del Matilla.

Entré en la churrería y de primeras noté el calor pegajoso de la catalítica y el aceite untuoso en el ambiente, corrillos de cazadores talludos se mezclaban con chavales ojerosos por el madrugón. En otra mesa dos pastores con sus manos ajadas de sangre y placentas descansaban su café después de una noche de paridera algo complicada y discutían con otros cazadores bregando por quien sabía más del cómo arrimar con éxito un borrego a una malamadre.

La caza chica

La caza chica es tan necesaria como lo es el progreso en el campo

Llegaron también zorzaleros que, con más prisas, quisieron adelantarse el turno y entre unos pocos y unas risas tuvieron que esperar al respeto. Aun así, algunos de los presentes les cedieron paso a sabiendas que el zorzal es más mañanero que conejos y perdices requiriendo estar en el campo antes de las primeras luces.

Yo, me quedé un poco aparte observando el patio y viendo cómo se desarrollaban las escenas que me dibujaban la vida rural tal y como yo la conocí y la sigo viviendo. La caza es una actividad consustancial con el mundo rural, está tan arraigada como los tractores y los aperos, es tan familiar como los abuelos y es tan necesaria como lo es el progreso en el campo.

De cualquier manera, se entiendan nuestros sentimientos o no, se comprenda la dignidad de la caza o no, la caza pequeña es un motor indisoluble en el ámbito rural. Es tan auténtico como el pan de hogaza, la matanza o el chateo. La caza chica mueve los amaneceres del pueblo, sigue rellenando orzas, pucheros y arroces a la vez que concita amistades eternas.

La caza chica agoniza, pero me preocupa infinitamente más la pelea con el mundo urbanita

Es verdad que la caza chica tiene muchos enemigos y por ello agoniza entre ribazos esqueléticos y mieses infinitas, pero esos peligros los resolverá el campo también y seremos capaces de dar una sostenibilidad compatible entre el progreso que exige el ámbito rural y los recursos naturales que permita disfrutar de la caza menuda.

La pelea con el mundo urbanita me preocupa infinitamente más, sencillamente porque el urbanita no sabe escuchar los portones de las casas cerrarse antes del amanecer y quizá porque nunca, nunca, han desayunado en la churrería de mi pueblo.

La caza chica es un artículo de Ernesto Navarrete de Cárcer

Últimos ‘Campeando’ de Ernesto Navarrete de Cárcer

El lance

La Caza Lenta

Los habitantes

Una mañana de enero. A nuestro querido amigo Juan Galbis

El indulto

El cochino imposible

¿Quién nos robó el Medio Ambiente?

Es la montería, es la caza

Ayer cacé con mi padre

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.