Cuando regreso de un largo viaje, y voy a primera hora de la mañana del aeropuerto a mi oficina, lo primero que hago después de dejar dentro las maletas es ir al bar de enfrente, al bar de Manolo, que siempre sonriente me pregunta por mi periplo, mientras me pone en la barra de su reducido local un café con una ración de churros. García Escorial
Manolo es muy madridista, bueno, también lo es toda la parroquia.
Este pequeño bar parece una sucursal de Concha Espina.
Manolo me pone al corriente de las novedades blancas, según su punto de vista, que suele ser muy ponderado y acertado.
Una mañana al revés García Escorial
Esta mañana ha sido al revés, Manolo es el que ha vuelto después de más de dos meses.
En el local, que estaba vacío, no existía la presencia habitual de un parroquiano de edad, y de salud delicada, que con pocos comentarios devoraba la prensa diaria, pero la terraza era un hervidero de clientes, y el menudo Manolo, entraba y salía como un cohete del local atendiendo él solito a todos. García Escorial
Como no había otro sitio, me he sentado en un taburete junto al tonel de vino, lugar habitual de los fumadores. Al poco rato allí tenía el café y los churros sin haberlos pedido. Antes de la epidemia hubiera solicitado los periódicos, pero me he abstenido de preguntar por ellos, por lo obvio de la respuesta.
En los diez minutos que he estado allí he podido observar el trajín de la calle, que por ser numeroso me recordaba el de una mañana de primavera del vecino Rastro, e igual de variopinto, aunque la inmensa mayoría de los transeúntes llevaba una mascarilla de protección.
Manolo es un máquina García Escorial
Manolo, un máquina, no ha dejado de entrar y salir de su chiringo, yo le he dejado el importe, sin preguntar la cantidad, de mi consumición, sobre la madera del viejo tonel, y le he dicho adiós con la mano.
Me parece que este hombre va a remontar en su negocio, nunca tuvo una mañana más ajetreada, no le vendría mal si la cosa sigue así en aumentar la plantilla. García Escorial
En mi oficina he intentado ponerme en contacto con un organismo oficial con un tema de asistencia sanitaria, ha sido inútil, todos los teléfonos te respondían con un mensaje grabado disuasorio por el tema del coronavirus, afirmando que los funcionarios están dando servicios en teletrabajo, pero podría ocurrir que muchos de ellos sean los que rellenen cada mañana las terrazas de los pequeños bares de Madrid.
No creo que vuelva solo al bar en las próximas semanas, no hay periódicos, no hay Liga, y mucho me temo que el parco parroquiano de edad avanzada, y de salud delicada, que casi silencioso ocupaba un extremo de la exigua barra analizando durante horas la prensa diaria escrita, tal vez no retorne jamás.