
Esta mañana lloviznaba y al abrir la puerta de la terraza, allí estaba un escorpión modelo ‘king size’, tamaño bogavante.
Dicen que los muy grandes tienen poca concentración de veneno, en cambio los pequeños tienen más mala leche, pero en esto de los tamaños lleva la humanidad ponderándolo muchos siglos, sin hallar una respuesta definitiva y convincente para todos.
Como estaba recién levantado he puesto fin a la discusión con el antiguo método materno, un buen zapatillazo en su sitio, y después de hacer una foto a desayunar.
Con el rifle al hombro lleno de confianza
Me he puesto en marcha y desde el coche en tres ocasiones he visto una mangosta amarilla de cola blanca, buen augurio, que con lo de la ‘nécora’, me he echado el rifle al hombro lleno de confianza.
Pero el día plomizo, lluvioso y ventoso no ayudaba mucho.
Vemos entrar un facochero en un perdido pequeño y le digo a mi acompañante que lo rodee y al hacerlo va a airear, el suido sale como si llevara detrás a los inspectores de hacienda, le llevo el rifle por delante, y da una pingoleta, un espectacular columbrete como si fuera un conejo.
Tiro afortunado que le ha impactado en el cuello, y es muy aplaudido por la concurrencia.
El día no ayuda, plan B, de espera
Pero el día con el cielo mate y viento rancheado no ayuda a localizar a los gorrinos.
Pasamos al plan B, ponernos en la única charca natural de agua desde hace muchos años y está solita en tropecientos kilómetros a la redonda.
Antes de sentarnos al abrigo de un árbol recojo una veintena largas de púas de puercoespín, alguien se ha dado un banquete con espinoso ‘Espinete’.
Para mí estas púas blancas y negras también son símbolo de buena suerte y las tengo repartidas por doquier.
Pero tenemos poca actividad, con presencia de mamás gorrinas en varias ocasiones con dos, tres y hasta cuatro lechones para amamantar. Aparece también algún machete casi recién destetado, hasta que se presenta un hermano mayor, pero solo unos meses más, y como está pasando la tarde, pues se la carga.
Teníamos puchero, ahora doble puchero, que en países poco serios es ‘pucherazo’.
¿A dónde hay que apuntarse para repetir?
Y empiezo a preguntarme si el ‘bogavante’ mañanero, las mangostas y las púas de ‘Espinete’ no eran señales indiscutibles de buena suerte.
Pero dejando a un lado mis supersticiones, caigo en la cuenta que he pasado un gran día de caza, he andado casi doce kilómetros, he tirado como si supiera, y mis chicos y chicas junto con los próximos cazadores van a tener la despensa llena. ¿A dónde hay que apuntarse para repetir?