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Don Camilo III. Por Tomás Cortés

Don Ladislao
Don Ladislao, paralelo en lo cinegético a Don Camilo.

«Quien vive sin pensar, no puede decir que vive»,

Pedro Calderón de la Barca (escritor, militar y sacerdote)

Ciertamente este de Don Camilo era un guión disparatado sobre situaciones muy cotidianas, lo cual rodeaba a Don Camilo de veracidad, franqueza y fidelidad, con la historia creada por Guareschi.

Estos hechos de comportamientos raros en las personas comunes, provocan situaciones estrambóticas y anómalas, pero no por ello dejan de ser reales o ciertas.

De esta forma, como anécdotas puedo contar que en un capítulo a Don Camilo le llenan la campana de la iglesia con muchos petardos que explotan cuando va a tocarla para llamar a los fieles a misa.

Otra anécdota sucede cuando al alcalde comunista le toca la lotería y organiza un viaje a la Unión Soviética, en el cual termina colándose el sacerdote, narrando el bueno de Guareschi la vida cotidiana comunista de la posguerra en Moscú con un sacerdote católico, llevando dos mundos opuestos al límite por creencias diametralmente opuestas.

Continúo con las anécdotas de personajes como Don Camilo, esta vez me ceñiré a Don Ladislao.

Por ello esta parte de Don Camilo va dedicada a todos aquellos que fuimos bendecidos alguna vez por Don Ladislao, en especial a los grupos de La Ribera y el Corral de Sancho.

EL PÁRROCO DE LOS CORTIJOS: DON LADISLAO

Don Ladislao era el sacerdote que estaba en la localidad de Los Cortijos, población de unos novecientos habitantes en plenos montes de Toledo entre la sierra de Los Yébenes y la sierra de Cabañeros, desconozco cómo empezó a ir a las monterías, pero el caso es que acudía a las fincas para oficiar la misa después de la comida.

Don Ladislao media del orden del metro noventa de altura, de unos ciento treinta kilos de peso, era pues lo que se dice grande, muy grande. Vestido siempre con sotana, a la manera antigua. Era de aquellos sacerdotes de vocación tardía, lo que hacía que hubiera conocido el mundo de joven. Las homilías eran de lo más extraño para lo acostumbrado claro, pues mezclaba lo religioso con lo profano, lo corrido por él en su juventud con lo que veía en su madurez, los hechos cotidianos de sus parroquias con lo sucedido en las monterías de alto copete, eso sí, siempre con humor, mucho humor. De carácter afable, siempre sonriente, aguantaba las bromas de algunos de los monteros, y a su vez impartía alguna que otra.

Puedo asegurar que era muy humano. También es cierto que el oficiar las misas en los cortijos de las fincas de caza le traía pingües beneficios, pues a duras penas podía recolectar en su localidad lo que sacaba en alguna de las monterías.

Apetito voraz

Otra de las cualidades de Don Ladislao era su increíble apetito. Era digno de admirar, puedo incluir a tal efecto el hecho sucedido en la finca Las Navas, donde se servía después de la montería en este caso el plato era un cocido maragato (ese que se come al revés, pues dicen los leoneses que si algo debe sobrar ha de ser la sopa), ese día en cuestión el cocido estaba compuesto por unos ocho o nueve platos distintos, pues tan solo de carnes había tres platos.

Claro está que no había que comérselos enteros pues tan solo bastaba con coger un poco de gallina, o ternera, o tocino.

Don Ladislao se remangó presto a la batalla, y sentado al lado de otro señor de su porte y hechuras, comenzaron un mano a mano y plato por plato. Del largo comedor al transcurrir el tiempo los comensales se iban levantando mas que satisfechos, mientras que los dos portentos seguían comiendo, mano a mano sin pausa alguna.

Llegó un momento que tan solo quedaban ambos en la mesa con el resto de los comensales deambulando por otro salón, entonces el otro comensal se dirigió a Don Ladislao y le dijo:

–Padre, disculpe, pero me estoy preguntando si esto que estamos haciendo podría ser considerado como GULA.

A lo que el sacerdote le respondió:

–¡Uy, hijo!, pues queda muchiiisimo para que esto llegue a gula.

La carcajada fue monumental.

Un sacristán a lo Carlos Sainz

Recuerdo que en la finca de el Corral de Sancho, venía presto recorriendo los caminos con su coche guiado por su sacristán, pero en aquella época los caminos eran bastante malos para los incipientes todoterreno pues imaginémonos como eran para los vehículos bajos.

El sacristán era bizco, calvo, delgado, y no muy alto e incluso algo torpe en el andar, pero con el coche en el camino volaba, creo que competía con Carlos Sainz. Tan solo había una persona que acudía a la montería que competía en la velocidad con el sacerdote, en los caminos.

Todo ello ocasionaba pinchazos y atascos, quizás alguna rotura de cárter, o algún parachoques e incluso recuerdo un par de salidas del camino descubiertas por tener que sacar el vehículo de fuera del camino, pero también aquellas otras salidas de camino que no nos contaban pero que veíamos por los arranques de jaras en los caminos y las rodadas de barro entre las jaras o por piedras de punta movidas del suelo, con un hilo de aceite, que presagiaba el cobrar la presa unos cientos de metros más adelante.

Vamos, que pisteábamos al día siguiente los caminos para contar las salidas, ¡sobre todo cuando había llovido!, pues el sacristán conducía muy rápido, que unido a lo bizco que era nos daba toda la munición para que hubiera guasa continuada.

Ayuda a sus feligreses y bromas

En la misa los señores monteros colaboraban económicamente con cualquier reparación de la iglesia de Los Cortijos, o con la ayuda a una familia necesitada, o a una madre soltera, siempre Don Ladislao ponía al corriente de los sucesos del pueblo y siempre sacaba a sus feligreses de un apuro.

Alguna que otra vez a Don Camilo le gastaron bromas algo más que pesadas. Recuerdo que traía un radiocasete con cintas de cantos litúrgicos que las ponía para amenizar la ceremonia. Aunque poco más sabía sobre cómo funcionaba el radiocasete.

Un par de veces le cambiaron la cinta de cantos litúrgicos por una de Michael Jackson, y era digno de ver los apuros que pasaba para poder darle al stop, pues solo utilizaba la tecla play y pause. (Al final estrelló el radio-casete contra el suelo para que se parase la música).

Encuentro yendo de ronda

Contaba con toda la gracia como una vez intentó salir a matar un cochino por la noche de ronda, con su sotana, internándose en la sierra, poco a poco se deslizó por el monte hasta llegar un momento que tuvo una pieza a su alcance al menos al alcance de su vista, pero cuando se preparaba para culminar el lance…

Escuchó una voz a unos cincuenta metros detrás de el perteneciente a dos cazadores que llevaban las mismas intenciones e iban a disparar al momento, en seguida comprobó que estaba en la línea de tiro entre los cazadores y la presa, por lo que se guardó la escopeta dentro de la sotana, y salió al claro gritando:

–¡No tiréis, hijos míos no tiréis, que soy el sacerdote, tened cuidado!

–¡Uy, padre, qué susto!, apunto estábamos de disparar.

–Nada, hijo, que venía dando una vuelta por…

En esto abrió los brazos con lo que la escopeta se le cayó dejando demostrada sus intenciones nocturnas.

–Padre que no diga más, que estaba a lo mismo que nosotros.

Por Tomás Cortés Sánchez

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