La vereda del Ocadal Opiniones Relatos

Don Camilo I. Por Tomás Cortés

Don Camilo Caza
De Don Camilo y el alcalde Peppone a jinetes que hacen que sus monturas se arrodillen ante la Virgen de Guadalupe. Magistral Tomás Cortés.

«No existe mejor lugar para sanar un corazón roto que el lomo de un caballo», Missy Lyons

Dedicado a Diego Mancha Delgado por ser uno de los jinetes más completos de las tierras extremeñas, que además consigue que sus monturas se arrodillen ante nuestra patrona

Es el sacerdote llamado Don Camilo un personaje creado por el escritor literario Giovanni Guareschi; este empieza a crear el personaje publicando unos libros que van desde 1948 a 1969, los cuales versaban sobre las andanzas cotidianas de un sacerdote católico en un pueblo italiano que tenía a un alcalde comunista llamado Peppone en la época de la postguerra en Italia.

Los libros tuvieron bastante éxito, pero fue con las películas y más tarde con la serie cuando el bueno de don Camilo se nos hizo archiconocido.

Recuerdo con cierta nostalgia empezar a leer (aconsejado por mi madre) algún libro de Don Camilo y posteriormente el ver capítulos de la serie durante mi juventud, rememoro aquellos momentos con una sonrisa pues la lucha constante entre Don Camilo y Peppone nos sorprendía constantemente con situaciones disparatadas.

Rememorando a Don Camilo me río constantemente, pero me he dado cuenta que en España –y dentro de nuestro mundo de la caza– he conocido una serie de personajes que cuando menos harían perfectamente el papel de Don Camilo o Peppone, provocando unas anécdotas que merecen ser narradas.

Así pues, voy con ellas, ciñéndome a las zonas en las que he cazado y por tanto donde he recopilado las anécdotas, además ruego indulgencia pues como alguna de ellas me la han contado espero reflejarlas con la mayor veracidad.

Badajoz y el cura Bejarano Don Camilo

Este era un sacerdote perteneciente a una de esas estirpes extremeñas de grandes monteros, que provienen de más allá de los tiempos de Covarsí, y que salían en esos libros, que narran las duras condiciones de caza de aquella época.

El sacerdote Bejarano era una torre de alto, noble de comportamiento como Guzmán el Bueno, fuerte como el hierro, siendo también sencillo, sin embargo, era muy bruto muy campero y un cazador empedernido.

Era un amante de la ronda que además la practicaba asiduamente con mucha pericia.

Creo recordar que tenía unos tíos que le echaban en cara el comportamiento de sus perros, pues siempre venía en su caballo acompañado por sus alanos (que eran un par de piezas espectaculares), de forma que, cuando entraba en el cortijo salían los perros de la finca a recibirle con malos modos, con sus alanos imponían la línea de mando entre el mundo de los canes.

A causa de las peleas de los canes y para hacerle rabiar, sus tíos le dijeron que sus perros no valían nada más que para pelear.

Un cochino lazado Don Camilo

Este comentario no debió de sentarle bien al sacerdote, pues en la siguiente luna consiguió coger rondando un buen cochino, el cual siendo presa firme de sus alanos, en vez de morir por el acero toledano del sacerdote, fue lazado.

Sí, lazado. El sacerdote lazó primero la boca, y luego las patas.

Acto seguido con ayuda de una cuerda consiguió subirlo a una burra que llevaba consigo para cargar lo que cazaba.

Fue entonces, cuando se acordó de lo que sus tíos le dijeron sobre sus perros, esos que se habían portado tan valientemente en el agarre (hasta uno tenía un puntazo en el costillar), todo ello le condujo a tomar una pequeña revancha.

Un jabalí de mal humor, urdida la venganza

Puso rumbo al cortijo de su tío, atravesando un par de sierras y un río, de forma que llegó amaneciendo a casa de sus tíos, ni que decir tiene que los perros del cortijo salieron al encuentro a lo cual respondieron sus alanos, ese hecho le debió recordar lo «tus perros solo valen para morder a los mastines cortijeros» con lo que percibió su venganza, que en un principio era tirar el jabalí al patio para que vieran como se comportaban sus alanos.

De forma que el sacerdote entró a la vivienda por una de las puertas de la cocina con el jabalí.

Me imagino que el cochino después de mordido, sujeto, lazado, estando chillando la mitad de la noche, teniendo que ir sobre una burra durante toda la noche y unas leguas, no tendría un humor bueno.

Llegando a la cocina, depositó el cochino en el suelo, y con su acero, le cortó la cuerda de la jeta y de las patas, acto seguido salió el sacerdote de la casa cerrando la puerta de la cocina.

La que allí se preparó fue tremenda, como si un terremoto hubiera hecho acción el cochino no dejó mueble en pie ni persona sin correr.

Perdió su vida unas horas después a manos de una escopeta de esas que tenía el dueño cerca de su habitación, gracias a que se podían tener las armas a mano.

Don Camilo Caza

Guadalupe y el fraile nuevo Don Camilo

En una de las marchas a caballo de la Hispanidad el 12 de octubre y más en concreto la del año 1994 (que realizaba anualmente con mi gran amigo José Miguel que es un gran jinete consagrado), el alcalde de la villa de Guadalupe intentó hacer la prueba del alcohol a los jinetes que entraban en Guadalupe.

PINCHANDO AQUÍ PUEDEN VER EL BANDO DEL AYUNTAMIENTO DE GUADALUPE POR EL DÍA DE LA HISPANIDAD DE 1994.

Debo aclarar que en aquellos tiempos eran un número cercano a los tres mil jinetes, los cuales se acercaban en sus caballos hasta Guadalupe para rezar ante la virgen morenita, patrona de Extremadura y reina de la Hispanidad.

Por lo general en la llegada a la villa, y una vez en la fuente que está debajo de la escalinata del monasterio, sucede que la costumbre es que sale algún fraile para orar y bendecir a los jinetes.

Ese año en cuestión recuerdo que había llegado un fraile nuevo el cual se negó a salir para rezar y bendecir.

Los jinetes se enfadaron e incluso uno de los jinetes hizo la intención de subir las escaleras con su caballo para presionar al fraile.

Enseguida los otros jinetes le abuchearon y afearon su conducta, consiguiendo que no subiese al final de la escalinata. Aquella conducta daba la razón al hosco fraile pues los jinetes eran maleducados y zafios.

Siguieron entrando jinetes, pues tres mil caballos y jinetes tardan horas en entrar, orar y abandonar la plaza.

Del desasosiego a la emoción Don Camilo

El desasosiego de lo sucedido, no fue excusa para que los siguientes jinetes se descubrieran, rezasen por grupos de entrada, y dieran un «¡VIVA a la REINA DE LA HISPANIDAD!».

Poco a poco, paulatinamente, uno tras otro de los jinetes tenían un comportamiento ejemplar.

Aquello iba conmoviendo y emocionando a todo el público que se encontraba en la plaza.

Silencio, oración para dar las gracias, y los vivas. Mientras tanto el fraile hosco se negaba a salir para recibir las ofrendas de los jinetes.

Eso sucedía hasta el punto que llegaron un par de grupos, de los de monta diaria, de doma consagrada, de estilo impecable, de caballos bien enjaezados con los machos recogidos, de mosqueros bien tirados, de oreja a oreja, con paso elegante, estirando los remos.

«¡VIVA LA REINA DE LA HISPANIDAD!» Don Camilo

Estos llegaron a la plaza en silencio y en perfecto orden, se descubrieron los hombres, echaron pie a tierra y se arrodillaron al pie de la escalinata a orar, acto seguido a una voz de los jinetes, los caballos tuvieron el mismo proceder, mientras esto sucedía, el silencio era sepulcral, entonces uno de ellos entonó un Ave María en voz alta, el incipiente rumor fue seguido por los allí asistentes.

Al terminar un «¡Viva la Virgen de Guadalupe!», seguido por un «¡VIVA LA REINA DE LA HISPANIDAD!», fue gritado por la multitud. Mientras los jinetes abandonaban la plaza con lágrimas en los ojos.

El aplauso se convirtió en ovación.

El grito en la plaza fue el de: «CON QUE FE VIENEN LOS JINETES QUE HASTA LOS CABALLOS SE ARRODILLAN ANTE NUESTRA PATRONA».

Sequía… Don Camilo

Pasados unos minutos el hosco fraile salió a la escalinata para dar la bienvenida al resto de los jinetes.

Algunos de esos jinetes eran monteros consagrados.

También recuerdo que muchos eran orgánicos que querían empezar la temporada encomendándose a la Virgen de Guadalupe para que los ayudase, que entonces el campo estaba arrasado por la fuerte sequía (1), tanto es así que hasta en muchos sitios de mancha prieta de zonas de umbría, las jaras, que es uno de los arbustos más resistentes, se secaban.

Esos años los perros cazaban mal debido al terreno, las reses estaban famélicas, pero los jabalíes lo tenían peor, debido a la peste porcina africana, tanto es así que se erradicaron en muchas de las sierras peninsulares.

Ese año “hasta los caballos oraban” pidiendo para que la situación del campo mejorase.

El año 1995 se erradicó de España la Peste Porcina Africana (PPA) y terminó la pertinaz sequía.

Don Camilo Por Tomás Cortés Sánchez

1.- Entre 1990 y 1995 España sufrió una de las peores sequías pues fueron casi seis años consecutivos de falta de agua y los campos se quebraron por el sol, teniendo unas consecuencias económicas desastrosas para el campo y la caza.

Don Camilo

Enlace a otros artículos de Tomás Cortés Sánchez

 El Lucero del alba, Venus y la caza del jabalí

 La Luna, Artemisa y la caza en la noche

 Atalanta, la Luna del cazador y Madrid

 Equinoccio de otoño

 Agronomía y caza (I)

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 Quitasueños, ¿un error nocturno?

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Porro Don Camilo

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