Armas y munición Montería

Historia de Bolo. Antonio Conde y Laureano de Las Cuevas recrean una obra de arte práctica

Bolo remate
Bolo frente a su prototipo.

HISTORIA DE BOLO

A base de entrar a remate me fui dando cuenta de que los cuchillazos no estaban bien diseñados para esa acción. Prefería los mucho más finos que, además, cuando los llevaba al cinto, no me reventaban la cadera. Y es que el peso es algo que los perreros con un mínimo de cabeza sí tienen muy en cuenta, hasta el punto de que mi buen amigo Sergio, el actual perrero de Javiera Moro, que ha trabajado siempre en la construcción, se los fabricaba de chapa, por más que le duraran poco.

Me encargué uno específico; básicamente una bayoneta de taco a la que modifiqué el mango para hacer más ancho su grip (anchura). Me di cuenta de que la ‘bellota’ que lleva, pese a no estar pensada para la mano, era un elemento ideal para que esta no se dañara con la cruceta en una acción de empuje, a la vez que permite una presa entre índice y pulgar que facilita un agarre muy firme que puede ser sustancial para su extracción.

La imprescindible aportación de Laureano de Las Cuevas

Le trasladé mi idea a Laureano de Las Cuevas (un alma gemela sin la que quizás no hubiera proseguido, porque se me hacía difícil pensar que yo sólo fuera a contradecir a muchos; si Laureano pensaba como yo, no podíamos ir descaminados).

Un ingeniero y rehalero y dos maestros espaderos también intervienen

Al tiempo dejé mi prototipo a mi amigo Alfonso Marín (ingeniero, rehalero, hijo y hermano de rehaleros), que me dio su opinión: había que quitarle longitud si no quería atravesar a muchas reses y pinchar la boca de más de un perro (Bolo tiene 25 cm de hoja frente a los 30 del prototipo). Por lo demás su juicio fue muy positivo: «entra como cuchillo caliente en mantequilla».

Bolo remate
Primer esquema de Bolo hecho por los espaderos Mariano Zamorano y Julio Ramírez, su mano derecha.

Laureano, copartícipe de la iniciativa y coautor de cualquier decisión al respecto en cuanto hablamos, estuvo de acuerdo en las conclusiones y sugirió modificar un poco la anchura de la hoja, a lo que yo era reacio, porque podía afectar a su flexibilidad, lo que para mí era fundamental y distintivo de los aceros toledanos (referidos a las armas blancas, que nunca al material, porque Toledo nunca tuvo acerías), porque los armeros de esta ciudad demostraron que es absurdo buscar resistencia a los impactos a base de acumular material y grosor. La solución la dieron el maestro espadero al que acudimos, Mariano Zamorano, y su mano derecha, Julio Ramírez; una hoja en disminución.

Por indicación de Laureano pasamos de un mango de un grosor uniforme (como tenía el prototipo) a otro en disminución, aunque siempre mayor que el de las bayonetas de taco, que también tienen grosor en disminución, porque así se conseguía mejor agarre. No había que inventar sino reutilizar lo inventado, que era utilísimo.

El sistema de amarre de la funda fue también aportación de Laureano, que quería uno alejado de los inconvenientes de los inseguros corchetes y de las molestas hebillas (flojas se abren solas y apretadas cuesta abrirlas con guantes). Ahí Julio hizo una gran aportación en el acabado.

«Ándate con el bolo colgando»

El nombre lo puse yo, Bolo, porque es toledano y porque así se llamó durante mucho tiempo a las bayonetas del Ejército, hechas al pie del Tajo y en cuya base de hoja aparecía grabado «Toledo». De hecho, creo que la frase «ándate con el bolo colgando» no está referido al miembro reproductor masculino (que siempre cuelga), sino a la advertencia de que hay que calar la bayoneta cuando se va a una carga militar. A todos, incluso a los espaderos, les gustó el nombre.

Bolo es un puñal, que no cuchillo

El resultado es este puñal (que no cuchillo) de remate, pensado para esa única acción, con apenas 335 gramos de peso, que recoge la estética de las bayonetas de taco que se hacían en Toledo entre los siglos XVIII y XIX.

¿Sería posible que descubriéramos la pólvora y fuéramos a contradecir al gran Covarsí?

Los detalles finales los consensuamos entre los cuatro; Mariano, Julio, Laureano y yo.

Paralelamente, en la alabable duda preventiva que debe presidir toda acción humana, Laureano y yo habíamos ido haciendo una pequeña investigación histórica: ¿sería posible que descubriéramos la pólvora y fuéramos a contradecir al gran Covarsí? Laureano y yo nos pusimos a ello. Su famoso cuchillo aparece pintado en varios cuadros, sí, pero ¿podemos adjudicar a tan gran montero un conocimiento universal de todo lo relativo a la caza? No necesariamente.

Descubrimos que, en la misma época de Covarsí, en Toledo y Ciudad Real se utilizaban bayonetas como arma de remate y nada parecido a ese modelo que aparece en el cuadro de ‘El montero de Alpotreque’; y Toledo era el referente en armas blancas. Llegamos a la conclusión de que en esa época se aprovechaba lo que se tenía a mano. ¿De dónde surgió entonces esa forma de hoja alanceolada? Pues su propio nombre lo desvelaba.

Laureano descubrió que nuestro diseño no se separa en absoluto del verdadero ideal del gran Covarsí

Llegamos también a la conclusión (errónea o no) que el cuchillo que aparece en ese cuadro no era otra cosa que el reaprovechamiento (o imitación) de una punta de lanza, en concreto una muy española: la ‘azcona’. Aunque su diseño estaba pensado para ser arma arrojadiza capaz de quebrar costillas y clavar por la inercia de su peso.

Mi gran sorpresa llegó cuando Laureano descubrió que nuestro diseño no se separa en absoluto del verdadero ideal del gran Covarsí, como él explica a continuación:

«El famoso montero de Alpotreque, no solamente pasó a la historia como un excelso capitán de montería, sino también por una de sus grandes aficiones, salir de ronda a la luz de la luna con un puñado de perros y su cuchillo de remate.

Por las manos de Covarsí pasaron durante su vida infinidad de cuchillos, pero no fue hasta 1895 cuando encargó un cuchillo muy especial en la Real Fábrica de Aceros de Toledo, donde reflejó todo lo que él consideraba necesario en un buen cuchillo de remate.

Las dimensiones de ese cuchillo, 20 cm de longitud por 4,5 de anchura y un cabo de 12,5 cm, son prácticamente las mismas que las de Bolo, la diferencia solamente estriba en unos centímetros de longitud a favor de Bolo, pues los cochinos de antaño eran algo más chicos y el cervuno prácticamente inexistente.

Pero quizás lo más importante es que aquel cuchillo al igual que Bolo cumple con la segunda y más importante premisa de Antonio Covarsí, su ligereza. Curiosamente y sin haber reparado antes en ello, la guarda de ambos es casi idéntica».

Bolo es arma muy especializada, pensada para una única acción, ser empujada y clavarse

Sea como fuere, el puñal Bolo se separa de ese criterio, porque se trata de un arma muy especializada, pensada para una única acción, ser empujada y clavarse, sin que vaya a blandirse en duelo ni a chocar contra otros aceros y sin necesitar un peso inercial, sino disminuir la resistencia para su introducción con la fuerza del brazo.

Antonio Conde Bajén et al.

Bolo remate

Nota de redacción: tanto Antonio Conde como Laureano de Las Cuevas han realizado este proyecto de manera totalmente altruista.

 

PEDIDOS

ESPADAS MARIANO ZAMORANO

Callejón de Santa Clara, 2, local, 45002 Toledo

de Cabezas jabalíes

Teléfono: +34 621 33 28 19

Web: www.marianozamorano.com/es

Facebook: @Espadas Mariano Zamorano

 

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