Finalizada la temporada de caza todos opinan del papel que esta desempeña en los tiempos actuales, en una sociedad cada día más urbanita y alejada del mundo rural.
Esa sociedad urbanita defiende a capa y espada la vida de los animales sin ningún razonamiento más que el sentimental, sin preocuparse de los problemas que la fauna salvaje origina en las zonas rurales y sin tratar de entender que en el campo tienen que convivir especies salvajes y el hombre, y que la mejor forma de convivir es regulando las dinámicas poblacionales de esas especies, jabalíes, corzos o lobos.
Es fácil ser ecologista sentado en una terraza de la calle Uría tomándose una caña
Defender a ultranza a esas especies es tan nefasto como masacrarlas, es fácil ser ecologista sentado en una terraza de la calle Uría tomándose una caña sin tener que padecer los ataques del lobo al ganado, sin que los jabalíes te arruinen la cosecha del año, el oso te destroce las colmenas o el corzo te deje inservibles los árboles frutales.
El problema no afectaba a los urbanitas, y así mientras la figura del cazador deportivo es respetada en el campo, en la ciudad es repudiada.
Pero, claro, todo llega, y ante la prohibición de cazar en algunas zonas, mal llamadas de seguridad por su proximidad a las ciudades, las poblaciones de jabalíes se han disparado y muchos de esos urbanitas que tanto defendían a los animales, que tan poco les importaban los problemas de las zonas rurales y que veían a los cazadores como unos vulgares ‘asesinos’, ahora reclaman que se haga algo para controlar a los jabalíes que les destrozan el jardín del chalet o el campo de golf. Por supuesto, para ellos mucho más importante que la cosecha de maíz, fabas o patatas.
Las asociaciones de cazadores asturianas en una situación límite
Finalizada la temporada de caza donde las poblaciones se mantienen en general estables –ni abundan tanto los jabalíes como algunos dicen ni escasean tanto como dicen otros–, las asociaciones de cazadores asturianas que gestionan los cotos se encuentran en una situación límite, y más aquellas alejadas del área central.
Los gastos a los que tienen que hacer frente son cuantiosos, daños ocasionados por la fauna en la agricultura, gastos de guardería, canon cinegético, seguro, etc,
Muchas sociedades de cazadores del occidente de Asturias están en situación límite y amenazan con entregar la gestión de los cotos a la Administración, incapaces de gestionar de forma rentable esos terrenos cinegéticos.
Además sufren la competencia de los tecores de la vecina Galicia, muchos de ellos a escasos 20-30 minutos de coche, con más caza y menos burocracia, que no pagan daños ni guardería y por poco más de 100 euros cazan; la media de los cotos asturianos esta entorno a los 450 euros.
El problema no es baladí, los ejemplos de los cotos de Navia y Vegadeo, entregados a la Administración en su día, son un claro ejemplo del importante papel que realizan las asociaciones de cazadores locales.
Hoy esos cotos suponen un gasto importante para el erario público, y con su gestión la Administración lejos de aportar soluciones crea confusión y dudas.
Los cotos limítrofes ven como muchos de sus socios abandonan y cazan en estos terrenos gestionados por la Administración como cazadores locales de forma gratuita, la propia Administración hace competencia desleal a las asociaciones de cazadores, el mundo al revés.
¿Por qué llegan los cotos a esta situación límite?
El problema no parte de una situación concreta, más bien de la suma de muchos factores.
La economía de los cotos se resquebraja en proporción directa a la merma de socios.
La media de edad de los cazadores es alta y eso va restando efectivos año a año, en torno a un 10% por temporada.
La falta de relevo generacional es palpable y por cada 10 bajas solo encontramos un alta, con esos números es fácil entender el problema.
Una asociación de cazadores de 200 socios en 10 años pierde 100 y solo incorpora 10 nuevos.
Los gastos que soportaban 200 socios ahora deben hacerlo 110, y además con un agravante, los ingresos por venta de caza han caído notablemente, especialmente la venta de rececho de corzo.
El panorama es desolador.
Pero es que además muchas de esas asociaciones coquetean de forma permanente con la ilegalidad, no cumplen con el pliego de adjudicación de los cotos ni en número de socios, ni en el tema de la guardería, en ocasiones tampoco con los daños.
Y no es que no quieran, es que es inviable poder tener 110 socios ni mantener dos o tres guardas, cotos con muchas hectáreas pero con pocos socios, el número de guardas se les exige en función de las hectáreas que gestionan.
Las cuentas obviamente no salen, queríamos un coto en cada pueblo y hoy tenemos un pufo en cada pueblo.
¿Existen soluciones?
Seguro que sí, pero no existen soluciones sencillas para problemas complejos.
La modificación de la Ley de Caza o irnos a una nueva es más necesario que nunca, centrar esfuerzos en modificar el Reglamento que desarrolla esa Ley serviría de poco o nada, no solucionaría ningún problema a las asociaciones de cazadores.
Las soluciones pasan por menos cotos pero más fuertes, por un modelo de gestión profesionalizado, una cosa es repartir cacerías y otra bien distinta gestionar.
Hoy los cotos son pequeñas empresas y su gestión no puede estar sustentada en la buena voluntad de unos pocos socios.
Por ello es de suma importancia conjugar con criterio caza y sostenibilidad, y es obvio que esto se consigue buscando el justo equilibrio entre caza y campo, deben ir de la mano.
El reto tiene que ser gestionar y conservar, y eso se consigue con unas asociaciones de cazadores fuertes, capaces de afrontar los obstáculos que a corto plazo nos vamos a encontrar.
De nada sirve malgastar esfuerzos de forma individual, no podemos seguir con cotos de caza que son pequeños reinos de taifas mangoneados por unos pocos que se resisten a perder su cuota de protagonismo.
No podemos anteponer los intereses de unos pocos tan egoístas como necios a los intereses de la mayoría.
La caza es la mejor herramienta para regular las poblaciones de animales salvajes
No existe en la actualidad mejor herramienta para regular las poblaciones de animales salvajes que la caza, y la caza tiene muchos aspectos positivos a pesar de que muchos prefieren no profundizar en los mismos y seguir dando una imagen de nuestra actividad que nada tiene que ver con la realidad.
La caza bien entendida no es muerte, sino vida.
Nos empeñamos en aplicar la ley del péndulo y pasamos del todo a la nada y de la nada al todo con demasiada facilidad, preferimos las lecturas superficiales de los problemas que abordarlos en profundidad, ni antes los jabalíes eran unos animalitos indefensos ni ahora una plaga que amenaza a la sociedad urbanita.
La vida en el campo esta llena de episodios crueles, el lobo come a la oveja, el oso llega a matar a sus propias crías para propiciar el celo de la hembra, el zorro mata y se come los pollos de perdiz, y así sucesivamente.
Desgraciadamente no vivimos en el entorno irreal que algunos se empeñan en vendernos, la vida es así, aunque no nos guste.
Seguro que todos amamos la naturaleza, pero esta permitido discrepar en lo que a su utilización se refiere, la caza es una actividad tan respetable como cualquier otra Y MÁS NECESARIA QUE NUNCA.