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Sobre el debate de tiros a larga distancia, por José Luis López-Schümmer

Tiros larga distancia
Espléndida reflexión de José Luis López-Schümmer sobre los tiros a larga distancia.

Llevo nueve días en las montañas de Alaska y las condiciones de la cacería han hecho mella en mi forma física. La luz boreal nos acompaña durante más de veinte horas -del alba al crepúsculo-  y, acurrucado en mi saco, no consigo descansar dentro la diminuta tienda de campaña. A veces consigo dormitar acunado por los ronquidos del guía, pero ninguna noche he conseguido recuperarme de las interminables caminatas.

El tercer día vimos unos machos, pero estaban muy lejos y optamos por dejarlos para otro momento. No pudo ser, el cuarto día amaneció encapotado y hemos pasado tres jornadas encerrados en la tienda de campaña oyendo como la lluvia golpea la lona de la tienda de campaña. Me he dado cuenta que los minutos pueden ser larguísimos. El temporal hace que los presagios no sean buenos. ¡Toda la vida ahorrando para esta cacería y parece que me voy a volver a casa sin ver de cerca mi anhelado carnero de Dall!

La última oportunidad tiros

Ayer, por fin, se levantaron las nubes y pudimos salir a recorrer la montaña. A última hora de la tarde vimos unas hembras y dos machos jóvenes. Hoy nos hemos levantado pronto y a las cinco de la mañana ya estábamos ascendiendo hasta un collado desde el que esperamos ver alguno de los machos del primer día. El ascenso esquivando rocas y resbalando por una pedriza eterna se me hace interminable. Los años no perdonan y mis sesenta primaveras me recuerdan a cada paso que no debería estar allí. A las diez conseguimos coronar el collado, pero solo vislumbramos laderas vacías de vida.

A lo lejos se levantan unos paredones muy escarpado que producen vértigo solo con mirarlos. El guía me anima a seguir y me dice que desde allí podremos escudriñar dos cuencas muy querenciosas en las que vio unos machos durante uno de los vuelos de prospección. Pasamos tres horas más recorriendo las cuerdas sin ver nada. Mañana nos viene a buscar la avioneta y esta es, sin duda, mi última oportunidad.

En los paredones casi verticales, formados por la acción de grandes glaciares, descubrimos una estrecha canal por la que empezamos a subir. No sé qué me da más pereza, lo que falta hasta la cima o el viaje de vuelta hasta el campamento que nos espera después. Son las cinco de la tarde cuando llegamos a la cumbre. Nos tumbamos a descansar, mientras el corazón me palpita con fuerza. El guía se asoma con mucho cuidado y se queda rígido. Es la señal inequívoca de que ha visto algo.

Y allí, en una pradera reposa un soberbio carnero de Dall. Está a 475 metros…

Me acerco reptando y allí, en una pradera reposa un soberbio carnero de Dall, ¡el animal más bello de la creación! Sus cuernos de color ámbar y su pelaje blanco destacan frente a las rocas negras que tiene detrás. Está echado, descansa atento a su entorno, registrando cada palmo de tierra con sus ojos prodigiosos. El animal está en la ladera de enfrente y un barranco muy profundo por donde discurre un caudaloso torrente de montaña nos separa de él.

Es imposible acercarse más, en cuanto nos levantemos se perderá en el laberinto de rocas que ha seleccionado para descansar. Además, habría que descender por una pared muy inclinada y ascender por la pared de enfrente y desde ambas laderas el disparo sería imposible. Mido la distancia con los prismáticos y los 475 metros que me indica mi óptica me dejan muy preocupado. El guía me mira y le repito el número con un tono de respeto. Me apoyo lo mejor que puedo y espero unos minutos más a recuperar el pulso. El carnero se ve nítidamente gracias a los 20 aumentos del visor.

Agradezco mis años de práctica, los cientos de tiros al blanco que he tirado que, sin duda, me dan mucha confianza y ajusto 18 clics en la torreta balística. Ahora hay que tener paciencia y esperar a que se levante el carnero. ¿Y tú qué harías amigo cazador?

En mi opinión, el tiro a larga distancia sí es una opción válida y ética

Como a la mayoría de los cazadores, a mí me gusta acercarme a mi presa hasta verle “el blanco de los ojos”. Por desgracia, esto no siempre es posible y es frecuente que el desenlace de un rececho solamente tenga dos salidas: la renuncia o el disparo. En mi opinión, en contra de lo que piensan muchos cazadores, el tiro a larga distancia sí es una opción válida y ética, pero solo si el cazador sabe ejecutarla con destreza. Los disparos lejanos requieren técnica, conocimiento, entrenamiento y cierta habilidad. Lo que no me parece bien es el tan cacareado “tiré por tirar para ver lo que pasaba”. Esto último puede producir que se vayan bichos pinchados con el consiguiente sufrimiento del animal y eso es inaceptable.

Reconozco que soy incapaz de conducir el coche de Hamilton a 350 kilómetros por hora, pero no por eso insinúo que sea imposible hacerlo. Con este ejemplo no quiero decir que si se tiene esa habilidad haya que conducir siempre a 350, sino que habrá que adaptarse a cada circuito o a cada carretera yendo a esa velocidad extrema cuando sea necesario dentro de un circuito de Fórmula 1. Con los tiros lejanos pasa lo mismo, siempre será más entretenido acercarse a un animal a 30 metros, pero si esto resulta imposible tendremos que decidir si renunciamos o disparamos desde gran distancia. Y esto último solo podrán hacerlo aquellos que se hayan preparado a conciencia.

A nuestros enemigos no les preocupa tanto el “cómo” cazamos sino el hecho de la caza en sí

Por otra parte, debemos decir que en sociedad española no existe una “alarma social” por este asunto y, por este motivo, no debemos crear debates artificiales que puedan a la larga perjudicar a nuestro sector. Hay muchos detractores de la caza y quizás a una minoría le pueda incomodar más la forma que el fondo; pero a nuestros enemigos no les preocupa tanto el “cómo” cazamos sino el hecho de la caza en sí. Sin embargo, si pregonamos a los cuatro vientos nuestras discusiones podemos dar argumentos a nuestros rivales. Y estos argumentos los usarán para atacarnos, pero no porque aborrezcan que tiremos lejos sino para atacar a la caza en su conjunto.

Finalmente, es obvio que el tiro a larga distancia siempre estará restringido a un número muy limitado de cazadores. En proporción al número total somos muy pocos los que recechamos en montañas o en llanuras, donde este tipo de disparo es posible; además es un recurso que se usa en muy contadas ocasiones. Por este motivo no debemos dar la impresión que todos los cazadores abusan de la tecnología para tirar a distancias estratosféricas. Ni esto es cierto, ni nos beneficia esta publicidad. He tenido la enorme fortuna de cazar miles de animales de caza mayor por todos los rincones del mundo y, a pesar de tener un equipo de última generación, no pasan de una docena de veces las ocasiones en los que he recurrido a este tipo de disparos.

Condiciones para considerar éticos los tiros a larga distancia

Las cuestiones éticas son algo muy personal y cada persona debe tener su propio baremo. Por este motivo me resulta muy difícil decir qué está bien y qué está mal. Cada cacería es un mundo, lo mismo que la edad o la forma física del cazador. A mí, en cuestiones de conciencia me gusta imaginarme que me acompaña siempre un gran hermano. ¿Me sentiría tranquilo si se publicasen mis actuaciones? La respuesta a esta pregunta debe ayudarnos muchas veces que tengamos dudas sobre nuestro comportamiento. En definitiva, yo sí considero éticos los tiros a larga distancia, pero con en estas condiciones:

  • En una cacería conseguir un trofeo no puede ser nunca una excusa para hacer las cosas mal. El fin no justifica los medios. Tenemos que aceptar que el fracaso es consustancial a la caza y eso nos tiene que hacer renunciar a apretar el gatillo en algunas ocasiones. La consecución del trofeo no puede ser nunca el único objetivo de una cacería.
  • El cazador tiene que haber entrenado lo suficiente para tener unas garantías razonables de éxito. ¡Hay que tirar cientos de balas al blanco! Si tiene dudas de acertar no deberá nunca apretar el gatillo. Esto es cierto a 500 metros, pero también a 100. Se trata de autoimponerse una especie de hándicap, en base a la capacidad personal o a las circunstancias.
  • El cazador deberá conocer a la perfección su rifle, su munición, el gatillo, la trayectoria de su bala, la acción del viento y el efecto del ángulo en el disparo. Yo, por ejemplo, nunca disparo muy lejos en días de fuerte viento.
  • El calibre que usamos tendrá que ser capaz de matar con contundencia a esa distancia. La energía remanente en el momento del impacto deberá ser adecuada para matar el animal contra el que disparamos. No me parece ético tirar un gran venado a 300 metros con un 222R dado que la energía remanente será insuficiente. La vieja regla de Townsend Whelen de 1.000 libras/pie de energía en el momento del impacto para un animal de 100 kilos sigue siendo válida.
  • El tiro a más de 400 metros siempre se tratará de un recurso para culminar un lance de caza y nunca deberá tratarse de una práctica de tiro al blanco sobre un animal. Es decir, el tiro a larga distancia no es la finalidad de la cacería, sino simplemente la culminación del lance.
  • Si tiramos a larga distancia es porque la orografía del terreno, la edad o forma física del cazador no permiten otro tipo de lance. Esto significa que no deberemos disparar en cuanto nos pongamos a 500 metros de nuestra presa.
  • La gran distancia no debe, en ningún caso, hacer imposible que juzguemos el animal que vamos a cazar. Dicho de otra forma, debemos estar seguros que el animal seleccionado cumple los requisitos legales o cinegéticos pertinentes. La distancia puede jugar malas pasadas.
  • El cazador deberá juzgar si el animal que está recechando puede tener una entrada mejor si pasan varias horas o incluso si se puede intentar al día siguiente. El tiempo es un factor clave para tomar la decisión.
  • El tiro a larga distancia nunca deberá ser una excusa para no ir a recobrar el trofeo y la carne de un precioso animal que acabamos de abatir.

Es mi termómetro ético personal

Con estos puntos termino mi exposición, reitero que los puntos enumerados solamente corresponden a mi termómetro ético personal y que respeto siempre las opiniones de otros cazadores. No soy el juez de nadie, ni me quiero atribuir un papel de gran sacerdote de las prácticas cinegéticas. Sin embargo, sí quiero comentar que cuanto más ética, sostenible y respetuosa con la biodiversidad sea la caza, más sencillo será convencer a todos esos indecisos que nos rodean.

Un artículo de José Luis López-Schümmer

tiros Presidente de Fundación Artemisan

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