Ayer, mirando el Feisbuk de mi ‘Santa’, vi un vídeo, colgado por unos chavales, en un herradero de vacas. Ellos pretendían demostrar cómo se hacía esta práctica, a la antigua usanza. Herraban dos novillas, a mano, de raza avileña, de unos 350 kilos cada una y, claro, la tragedia se mascaba en el ambiente.
Muy antiguamente se herraba a mano, es decir, sin usar manga ni cepo, pero con becerros o chotos (no es lo mismo) de no más de 80 kilos. También, muy antiguamente, para reses de mayor peso, se usaban las mangas que conducían a los cepos, que inmovilizaban al animal. Todo lo demás es intentar que una fractura o varias compliquen las Navidades o la existencia a los demás,
Yo entiendo que haya personas tan aburridas de sí mismas que hagan lo posible y lo imposible para llamar la atención, bebiendo más alcohol que nadie, comprando rifles raros que disparan por la culata y que nadie usa o haciendo cosas que son absurdas, obsoletas o gratuitamente peligrosas. Si ya, de por sí, es peligroso esquiar con dos tablas, lo hacen con una y, además, dando botes, saltos y piruetas.
Eso son cosas de la edad que todo joven hace, de una u otra forma. Pero lo que yo no entiendo es como los cazadores, que somos todos más bien mayorcitos, seguimos intentando hacer las cosas del revés. Yo mismo, ahora voy a intentar criar gallinas en el Polo Norte, a la intemperie. Que las mil primeras se me mueren, echaré dos mil; que también se mueren, pues cuatro mil. Ya criarán. No, ya sé que a alguno le gustaría, pero no me he vuelto más tonto de lo habitual. Criar gallinas en el Polo Norte tiene el mismo sentido que repoblar conejos en ciertas partes de España. Y la prueba es que ambas cosas arrojan el mismo resultado: la Nada.
Otro desvarío: ¿saben los motivos por los que lo tigres no se van a extinguir nunca?
Porque, por cada tigre en libertad, hay diez mil en cautiverio. Ruido de carreras, alboroto, jaleos en el gallinero, ecologistas al ataque, ¡este hombre se ha vuelto loco! No, Shere Khan, inventado por Disney, puede que desaparezca, pero la reserva genética mundial de los tigres seguirá intacta y, cuando se pueda, se reintroducirán. No pasará lo mismo que con el bucardo, del que no solamente no quedan casi fotografías, sino que tampoco queda una puta célula viable.
¿Cuántos conejos se expolian de las zonas tradicionales de linces? Se expolian para que sirvan de carne fresca a los lobos y resulta que la mayor demanda de conejos viene del norte y los mayores traficantes son levantinos. Nosotros, en medio, habiendo gastado ciento cincuenta millones de euros para que el gato tonto muera atropellado o en un lazo o de inanición. Estupendo.
El último desvarío: todos los gatos del mundo tienen rabo porque les hace falta para equilibrarse en las cacerías (dicen que galgo rabón no caza liebres). El lince, no. No, porque su forma de cazar es distinta y porque donde cazaba, la población de presas, léase conejo, era tan monstruosa que la evolución no le demandó más de ocho o diez centímetros de apéndice coxal. Ahora sueltan a los pobrecitos, con un localizador que les estorba, y cuando se ponen a buscar conejos, acaban a treinta kilómetros o atropellados o en lazos o donde sea. ¡Ésa es otra! Los linces tienen que vivir donde digan los científicos, no donde el hambre y la perpetuación de la especie les lleve. ¿Sería mucho pedir que alguien pensase en el lince, en vez de en fotos, subvenciones y, como los tontos exclusivos, en tener el lince ‘en casa’, que viste mucho? ¿Dónde está la decencia de unos y de otros?
No hacen falta ciento cincuenta millones de euros para darle esperanza, más de la que tiene ahora, al lince. ¿Es que nadie se ha dado cuenta? Piensen por un momento: a cinco euros de media, por conejo o perdiz, dejando treinta millones para investigación para saber cómo recuperarlos (a los conejos), quedarían veinte millones de reserva y cien millones de euros para comprar veinte millones de conejos o/y perdices, que hubiesen dado una inyección económica, social, ecológica, turística y de empleo, a las zonas sensibles de alojar linces, que, miren ustedes, son las más deprimidas. Es lo que los torpes llamamos empezar la casa por los cimientos. La raíz para el lince es el conejo, al igual que la de las gallinas son los climas templados.
Por eso, y porque uno ha leído algo (La granja animal, de Aldous Huxley) me estoy empezando a barruntar que aquí, los de ‘la casta’ zurdos, llevan un montón de años subvencionando a los de ‘la coleta’ más zocatos todavía (con nuestro dinero) para llegar a un pacto tácito, que ahora, no sé por qué, se ha roto, y unos quieren ser ‘más animales que otros’.
Resumiendo: entre todos lo gastaron y el lince fue el que se murió. Y al que no lo entienda… se lo explico ‘por privado’.
Por Juan Pedro Juárez