CRÓNICA
El Piruetanar es una finca clásica en el programa de Monterías Chamocho, la han dado los Chamocho ‘desde siempre’. Lo dijo Pilar, la hija pequeña de Luis Miguel, máximo responsable de la organización, «El Piruetanar siempre cumple», y el monte, la mancha, le dio la razón a la pequeña.
El piruétano (Pyrus bourgaeana) es una especie de peral silvestre, no en vano se le conoce también como peral ibérico, es típico del bosque mediterráneo, asociado a la encina y frecuente en los márgenes de los cursos de agua; lógicamente El Piruetanar toma su nombre de este árbol.
La finca es una preciosidad con una cubierta vegetal prácticamente sin tocar con predominio de encina, chaparro, lentisco, jara… y, por supuesto, de piruétano, con zonas abiertas de pastizal, otras adehesas y otras de monte más cerrado. Con mucha comida natural, bellotas, pasto, además, claro, de agua, con no pocos arroyos tributarios del embalse del Yeguas.
Todo eso hace que la mayoría de los puestos de El Piruetanar sean muy bonitos, situados en áreas naturales.
Luis Miguel citó, con buen criterio, a los monteros a las 8:30, ya que el camino –perfectamente señalizado– desde el km 20 de la carretera de Marmolejo a Montoro hasta la junta de la montería es largo, aunque en general está bueno. El caso es que, tras el sorteo, salieron las armadas y traviesas con celeridad. A las 10 horas no había ningún montero en la junta.
Amaneció despejado, pero poco a poco se fue nublando. Hacia frío, pero la previsión de lluvia no se cumplió hasta el atardecer, cuando llegaron las últimas reses a la junta de carnes. Como casi no hubo viento, resultó un día estupendo para montear.
Como es costumbre de la organización, a Luismi le gusta ir a una zona alta de la mancha en la que no se moleste pero desde donde pueda dominar lo suficiente como para poder controlar, en lo posible, todo lo que pueda suceder en la montería. Además, se suele arropar con la parte del equipo que en esa montería tenga que parar por esa zona, por lo que allí nos juntamos un nutrido grupo: cargueros, postores… Me encuentro cómodo, muy a gusto, en este grupo. La candela se agradecía. Además de aprender mucho, es un canto a la gastronomía local. Luismi me contaba la interesantísima historia de El Piruetanar y algunas anécdotas propias de la organización de monterías, puede contar tantas cosas desde que siendo un niño acompañaba a su padre, Antonio, con su hermano Bernardino. Juan Ayuso, por su parte, un apasionado del silvestrismo, me hablaba del colorín (jilguero), del lúgano o del chamarín (verdecillo); mientras que Chamarín, que es como se conoce a Tomás Bárcenas, preparaba un ‘canto’, esto es, pan de hogaza al que se le unta de tomate y aceite de oliva de la zona (¡qué aceite y qué tomate!), y se le acompaña de bacalao seco y cebolleta, y en su época de habas de huerta conocida, sin comentarios.
Dirán ustedes, y no sin razón, que ya es hora de pegar algún tiro. El lugar donde estábamos era excelente para el propósito de Luismi, y allí no se molestaba a puesto alguno, sin embargo no se podían escuchar gran parte de los tiros. Por lo que media montería me fui a un recoveco donde sí se oían tanto disparos como ladras. Con el contador, en esa ‘mitad de montería’, di casi 250 clics, extrapolándolo al toda la montería, hace un total de algo menos de 500 disparos, lo que se ajusta perfectamente a la ‘ecuación de Luis Miguel’: «cada cinco tiros una res cobrada». Echen cuentas y verán cómo coincide.
Lo único malo es que desde donde estaba no era el mejor sitio para hacer fotos a reses o cochinos, y únicamente pude ver muy lejos cómo se cobraban dos venados y una gama, sin posibilidad alguna de retrato. También pude comprobar, eso sí, el gran trabajo de los rehaleros y sus perros.
Muchos tiros, por lo tanto, pero dentro del rango de normalidad de esta finca. Ahora sólo faltaba ver qué tipo de reses se habían cazado y la calidad de éstas.
Una vez finalizada la montería, la primera sorpresa agradable llegó en el puesto nº 10 de la armada Casilla Chica (cuyo postor, Antonio Prieto, estuvo con su hijo Daniel y con nosotros en el ‘grupo de arriba’), que entre las cinco reses que cobró tenía un precioso venado de 12 puntas que era perfecto.
Vimos el venado del 10 según bajábamos a la junta para que allí se quedaran Luismi, para recibir a los monteros, y Pilar, mientras que Chamarín y yo nos iríamos a recoger la armada de tres puestos que había colocado él: La Víbora.
El montero del nº 1 de La Víbora había cobrado un venado y dos gamas, dos de ellos a una distancia muy considerable, siempre dentro de su tiradero, que era amplísimo. El 2 y el 3 eran más cerrados, en unos pequeños vallejos para tirar a un testero sucio, muy bonitos y monteros, en todo caso. El 2 cobró un venado y un gamo, mientras que el 3 se hizo con un venado, un navajerete con mucho cuerpo y un gamo espléndido que cayó en pleno canuto del seco arroyo: ¡tiene que llover! Y llovió en la junta de carnes, pero me refiero a llover de continuo, que vaya cogiendo agua el embalse del Yeguas, ya que en la parte final del otoño y en el principio de invierno ha llovido muy poco esta zona. Por cierto, el 3 dejó otro gamo pinchado que no se pudo cobrar.
Una vez localizadas las reses de La Víbora, nos fuimos en busca de caballerías para que las acercaran a los carriles y a por remolques para llevarlas de éstos a la junta. Encontramos a Antonio y a los encargados de las caballerías en esa zona cargando las últimas reses de Casilla Chica. Una vez que sacaron las reses de La Víbora y las cargaron en los remolques, fuimos de nuevo a la junta.
Ya era de noche, y como he comentado antes, se puso a llover. Carniceros y veterinarios trabajaban a destajo.
El caso es que al final prácticamente se juntaron cien reses y jabalíes (98, recuerden: 98×5=490, por los tiros, digo, y la ‘ecuación de Luis Miguel’) para 33 puestos: 45 venados, ocho cochinos, 15 gamos y 30 gamas. En cuanto a la calidad destacar, además del venado de 12 puntas, otro de 17 también muy bonito, si acaso algo más corto, curiosamente había relativamente bastantes venados de 12 puntas, aunque de menor talla que el del 10 de Casilla Chica, varios tenían buenas hechuras; tres gamos, el que ya hemos comentado de La Víbora, otro de corte similar y un tercero que muy posiblemente sea plata; por último, entre los ocho cochinos había dos machos de tabilla y un tercero que se meterá en bronce. La lluvia, lo tarde que llegué a la junta, una máquina de fotos rota y la otra camino de estarlo porque estaba empapada –la lluvia me pilló desprevenido–… hicieron que el gamo y el cochino grandes se me ‘escaparan’, y sinceramente les aseguro que esta vez la excusa es buena.
En cuanto a los puestos más destacados, además de los ya referidos, en la armada de Valdefernando, que colocó Práxedes Flores, el nº 4 cobró dos gamos y 11 gamas y nº 5 dos venados, uno de ellos el de 17 puntas. Antonio Canales fue el postor de La Morena, donde destacó el nº 3 con un gamo grande, un cochino y una gama. El nº 1 de Casilla Chica se quedó con un buen cochino y un venado, mientras que el 12 se hizo con un venado y cuatro gamas.
El Piruetanar cumplió, El Piruetanar siempre cumple (© Pilar Chamocho), aunque es obvio decir que no ha sido la mejor montería que se ha dado en esta finca –tampoco la peor, ni muchísimo menos– y que en un futuro se darán mejores con total seguridad. Es como si un buen estudiante sacará un 8 en un examen pudiendo sacar un 10, me explico, ¿no?
Crónica y fotografias: Adolfo Sanz Rueda
DATOS DE LA MONTERÍA
Organización: Monterías Chamocho
Fecha: 19 de enero de 2019
Finca: El Piruetanar / Mancha: Valdefernando
Finca cerrada / Hectáreas monteadas: 650 / Término: Montoro, Córdoba
Puestos: 33 / Cupo: 2 venados. Jabalíes, gamos y gamas sin cupo / Rehalas: 17
Venados: 45
Jabalíes: 8 (1 bronce y 2 navajeros)
Gamos: 15 (1 plata)
Gamas: 30