
Apostado temprano en mi postura, enriscado en la soledad de mi acecho es cuando me transformo en predador y mi visión cambia de la curiosidad a la búsqueda. La montería tiene mil caras, pero este tiempo que transcurre previo a la suelta y una vez leído el campo es uno de los momentos de mayor plenitud en mi caza.
Me encuentro solo, afloran entonces el reconocimiento a la belleza del entorno, al contraste de los colores que todo lo inunda, a la brisa de un aire que casi siempre despreciamos y a los olores que nunca recordamos cuando nos sumergimos en nuestra otra vida.
En muy escasas ocasiones de recogimiento, melancolía o reflexión alcanza un estado de plenitud tan elevado como en estos momentos. La montería disfruta de momentos colectivos, pero también de tiempos de soledad con una belleza imposible que invitan al pensamiento.
El encuentro
El mero hecho de preparar los prolegómenos de una montería es ya una dicha de ilusión, organización y camaradería. Empezamos a cazar al menos una semana antes de la fecha. Se acuerdan los encuentros, se preparan los viajes y se contacta con compañeros exclusivos de esta actividad para asegurarnos de su presencia.
La junta es igual a una reunión familiar, aparecen los abrazos y las risas, nos ponemos al día con aquellos en que la distancia separa acontecimientos, se descubren nuevas incorporaciones y felizmente también hace presencia la gente nueva y los renuevos de esta afición. Y entre desayunos, risas, lumbre y charla, mucha charla, todos miramos de reojo al Capitán que moviendo sus peones organiza y controla el correcto orden de lo importante, la acción cinegética por venir.
La soledad
Es el momento íntimo de esta actividad cinegética colectiva donde uno se recoge en el entorno que te ha tocado ocupar y emergen muchas instrucciones y pensamientos diversos. El primero es la seguridad, saber que no vas a hacer daño alguno a terceros y que tu propia seguridad está salvaguardada por tus vecinos y los visos. Luego, llega la plenitud.
El silencio te enseña los matices de esta caza, la espera, y en ese sueño te llegan a la mente y sin querer pensamientos de trabajo, de familia, de asuntos por resolver, y se enmarañan con la información que te aportan los sentidos que en este momento están más despiertos que nunca. Te asombra la flor del romero o el despertar de la floración grupal del orégano, descubres ahora la belleza del canchal o simplemente la geometría que descubres al mirar un suelo de piedra y hierba que nunca volverás a atender. Le das valor a la presencia del petirrojo que viviendo en las bajeras del matorral te asoma cerca, muy cerca, de tus botas y ahora lo miras ya con otros ojos.
El lance
Solo el montero sabe describir este momento apasionado y clímax de su afición. Cuando la caza hace presencia en el tiradero es posible que llevemos ya tiempo con el corazón alterado, es ahora cuando en muy pocos segundos debemos culminar con éxito o no lo que hemos venido a hacer.
Ahora la mente es absolutamente predadora y desaparecen nuestras reflexiones y pensamientos que disfrutábamos durante la espera. Ahora nuestra mirada es felina, nuestra mente calculadora y nuestro corazón una máquina de vapor desbocada. Es momento de una calma que sólo la aporta la edad y la experiencia. Se mide la carrera, se intuye el desarrollo, se calcula el disparo y se ejecuta el lance en el sitio que dispusiste o en el que la caza te regaló.
Hay millones de lances, tantos como el recuerdo te traiga y de todos aprendes y de todos disfrutas. El fallo te enseña rápido y el éxito te recompensa el cálculo, pero siempre siempre un lance es la realización culmen de la montería, estamos aquí para sacarle el diezmo al monte, cazamos en montería para equilibrar poblaciones en un mundo trastabillado.
No existe lance con crueldad, eso no es caza ni es montería, el lance ha de ser rápido, que lo son, honesto, sin trampas, limpio al dar salida a la presa y en todo momento ejecutar la muerte sin demora y sin regocijo. Le estamos quitando al monte una criatura que nació en él, al menos honremos el sacrificio con honestidad y respeto, a la pieza y al monte.
La despedida
Ya recogieron los perros que duermen sus ansias cansadas en los remolques, ya las reses descansan de una jornada malvada y ya los monteros se reúnen nuevamente al hogar de la lumbre con la prontitud de contarse novedades, participar sus impresiones y compartir las vivencias en una familia más hermanada que nunca.
Es hora de cargueros, de ayudas, de postores contando y del Capitán impartiendo ordenes, pesando canales, pagando jornales y a veces impartiendo justicia. Toma importancia la carne en esta fase de la montería. El respeto por los animales cazados, la extracción del monte de sus canales, la destreza de los carniceros y veterinarios, la prontitud de sus despieces y el aprovechamiento de sus carnes, conforman el colofón más perfecto de esta modalidad de caza colectiva.
Aún todavía, teniendo la montería una antigüedad centenaria de muchos siglos en nuestro país, no somos capaces de aportarle valor al consumo de carne silvestre y prácticamente toda ella se comercializa fuera de nuestras fronteras. Por el contrario, es una satisfacción saber que toda esa carne encuentra consumo aportando su cocina el mayor homenaje a esta caza.
Se recogen ya los bártulos, el Capitán despide con abrazo de funeral uno a uno a los monteros que se recogen a sus casas urbanitas. También recogió el camión del catering y las lumbres que ablandaron los garbanzos son ahora brasas partidas que despiden con poca lumbre al sol que ya se ha ido.
Esto es la montería, al menos para mí. Plenitud y dignidad.
Plenitud y dignidad de la montería es un artículo de Ernesto Navarrete de Cárcer