Le gustaba recordar a mi padre, de sus tiempos en la universidad de los años treinta del siglo XX, una coplilla que cantaban los estudiantes a voz en grito en el mes de diciembre de cada año:
Como las leyes son costumbres
y las costumbres son leyes
nos iremos desde la Virgen
hasta pasados los Reyes
Y se ausentaban de las aulas por vacaciones no lectivas, “sola se queda Fonseca”, desde el 8 de diciembre hasta el 7 de enero.
Volver a empezar
A mí, cuando barrunto la primavera, el día de mi santo, o la Semana Santa, ya desde hace más tres decenios, se me debe poner cara de africano y me voy para allá.
Durante mucho tiempo fui muy moderado en mis ausencias africanas, pero ahora, o por la crisis, o por la pandemia, o por la guerra, he abandonado esa limitación, tal vez la edad también haya influido algo, y el resultado es el siguiente:
Si mi padre dejaba la universidad en diciembre
yo en cambio me voy desde hoy hasta septiembre
Para mí estar seis meses al año en Paoland
Es como para un niño disfrutar en Disneyland
Será como siempre mi cuartel general
Para una estancia africana y feliz sin igual
Es un volver a empezar, igual que cuando ansioso, esperanzado y anhelante soñaba con la apertura del 12 de octubre, y los cuatro meses que tenía por delante de caza en mano, ojeos, tiradas de torcaces, conejos a toro suelto, con la escopeta, y con el rifle ganchos y monterías, quizás adobados con algún rececho de montaña.
“De nuevo en casa” volver a empezar
Han pasado muchos años ni el pelo, ni el peso, ni las piernas son las mismas.
Pero me gusta pensar que la ilusión se mantiene igual.
Elefantes, felinos, búfalos, facos a cientos y una miríada de antílopes me esperan, muchos serán capturados por las cámaras, aunque aún un buen número será abatido por las armas con mi colaboración.
La esperanza de mi nuevo mundo está al alcance de mi mano, cuando hoy suba al primer avión no miraré para atrás.
Y cuando mañana, si Dios no dispone otra cosa, llegue a Paoland, diré con una amplia sonrisa “de nuevo en casa”.