No cabe duda que viajar en 2021 es complicado, regulaciones cambiantes de COVID 19, tests, PCR, menos vuelos, gente en casa con teletrabajo, y uno desconoce si el interlocutor que le debe atender está calentando la sopa, o me lo coge un niño como me ocurrió en alguna ocasión, y el tele trabajador después no sabía dónde meterse.
En esta ocasión los padres de Adriana al cancelarles los vuelos cuando estaban en el aeropuerto tiraron la toalla y se volvieron a su casa, su hija estaba desconsolada y me cuentan que se le había escapado alguna lagrima furtiva, le dimos una vuelta de tornillo a la situación y pudieron salir, eso sí, con emoción, para África, para Paoland donde les esperaría.
¿Pero, quién es Adriana?
Es la hija de un amigo y colaborador, que en 2017 fue una de los jóvenes de nuestra veterana escuela de caza en África, Campus de Caza Frontier-Manferland, que inauguraron, un poco con calzador, todo hay que decirlo, nuestras instalaciones de Paoland.
¿Es Adriana cazadora?
Yo creo que sí, aunque ella no lo sabe aún.
Hemos tenido excelentes alumnas cazadoras, hasta dos de ellas resultaron en dos años ganadoras del Campus.
Siempre me hizo mucha ilusión tener alrededor mío mujeres cazadoras, la primera mi hija Beatriz, y recuerdo con nostalgia la ilusión que me hacía cada año organizar las cacerías al único grupo de señoras que temporada tras temporada ellas solas, sin novios, amigos, maridos, ni hijos, se fueron de caza por Europa, África, América y Asia (en Mongolia dejaron como siempre nuestro pabellón en lo más alto), el trío de Olaso, Sentmenat y Parladé fue mítico, y tal vez irrepetible, unido a otras figuras que también tuve el honor de ser su guía, o las recién premiadas por el Real Club de Monteros, Pilar Aragonés y Marichu Cabanyes, que preside de modo muy acertado Carmen Basarán.
Este año nada más llegar, recién aterrizado el avión, organizamos una montería, teníamos batidoras juntando todas las españolas presentes, tres pisteros, un equipo de apoyo motorizado y un perro de tan solo tres patas, pero un can de todos modos.
El resultado de la primera montería que organizo en África, fue excelente, en menos de media hora tres puestos cobraron un niala y un faco, que nos dieron suficiente carne para el resto de la estancia.
¿Cómo es Adriana?
Hace cinco años era una preciosa niña, ahora es una mujer espectacular con su cola de caballo rubia que le llega a la cintura, y un cuerpo de modelo de alta costura (que muy bien pudiera serlo si quisiera), gracias a los genes germánicos de su madre y a la inusual altura de su progenitor para ser español, que pese a mis 1,90 de altura le tengo que mirar para arriba.
Es un poco osada, como era una excelente tiradora al blanco y ganó varios días el concurso diario, junto a otro joven y excelente tirador me retaron.
Seguros de que me ganarían me dijeron que les tendría que hacer un regalo a cada uno, y por si acaso, con la boca chica, no dudaban de su triunfo, me prometieron que si perdían entre los dos me reglarían ‘algo’, ese ‘algo’ reposa en una alacena de la Casa Quemada de aquí, pero tengo que reconocer que me tuve que emplear a fondo, a ese par de criaturas les habíamos enseñado a tirar muy bien partiendo de cero.
El reto de este año ha sido más sencillo de resolver, segura de ganarme de nuevo, esta vez al ping-pong, me propuso un partido singular, se me escapó un mate por lo que el resultado fue de 21 a 1 a mi favor. Con el tiempo Adriana me podrá ganar tirando, pero al tenis de mesa nunca.
Renuente a cazar, pero…
Adriana, renuente a cazar, había cobrado con anterioridad un faco de un solo tiro, aceptó intentar recechar un macho de impala, fueron tres o cuatro ocasiones infructuosas, la puntería está asociada a la condición femenina pero no la rapidez, pero al final el impala estaba a sus pies después de un limpio disparo a 220 metros, cuando llegué a los cazadores, a Adriana se le había subido el rubor en el rostro, y su padre exclamaba “¡pero qué bien has enseñado a disparar a tu ahijada cinegética!”.
No te preocupes, Juan, tenemos cazadora de futuro, y solo espero tener de nuevo la posibilidad de ver crecer a Adriana como discípula de las diosa Diana.
En tiempos de paridad, igualdad, de absurdo lenguaje anti académico, ver florecer a una seguidora de Eustaquio, de Huberto y de todos los cazadores precedentes, es un motivo de orgullo y esperanza en un mejor futuro.
¡Gracias, Adriana!