
Al mediodía del 23 de abril de 2021, festividad de San Jorge, Día del Libro, conmemoración de la derrota de Villalar y ‘Día de las Avutardas’, la cigüeña nos ha traído a Carlos José, mi nuevo nieto, es un nombre muy austriaco, principesco y cazador.
Tengo esperanzas que cuando junto con Pablete, su hermano mayor, me puedan acompañar a África, la actual pandemia esté más que superada y los pueda ver, en las vacaciones estivales, correr y alborotar en nuestro Paoland. Como su madre y su tío hicieron durante tantos años con sus abuelos en España, en El Paular.
Les tengo preparadas escopetas de plomillos
Allí, en ‘mi’ África, les tengo preparadas escopetas de plomillos del 4,5 y del 5,5, y rifles del .22 Long Rifle, .22 Magnum, .243 Winchester, y espero que acaben tirando con los calibres pesados, si –¡¡ay!!– me da tiempo para que me acompañen a cazar elefantes.
De todos modos como anuncié he puesto en marcha después de nuevo acomodo en cirugía a mi veterano 7 milímetros Remington Magnum, que luego de medio siglo de tralla necesitaba pasar por quirófano, como lo hacen por derecho propio tantas mujeres después –o antes– de cumplir la cincuentena.
Escuelas de caza escopetas
Conozco por la experiencia de más de veinte años de nuestras escuelas de caza (¿cuándo el Safari Club nos va a reconocer nuestro esfuerzo y dedicación a la formación de la juventud?) la capacidad que tienen los jóvenes de aprender, auténticas esponjas, que asimilan y reciclan todo y más, de lo que seamos capaces de intentar enseñarles.
En la última Asamblea, hace unos días, del Real Club de Monteros, el asunto más debatido fue el de una futura escuela de caza de esta ejemplar institución.
Intentar formar a nuestros descendientes, o a los jóvenes que nos confíen sus padres, en los valores de la caza, no es asunto baladí. Para muchos, entre los que me encuentro, que hicimos de la caza nuestra pasión, nuestra vida y nuestro pan, debería ser una obligación, y además grata.
Me gustaría que recodaran con orgullo que su abuelo fue: Un Cazador
Cuando permita a mis nietos disparar al ratoncito que asalta la despensa, al pájaro que destroza nuestro tejado, al reptil que puede poner en riesgo nuestra convivencia, habrán tirado centenares de perdigones al blanco y cazarán con sentido sus primeros mini trofeos.
Más tarde, cuando lo puedan entender y valorar, pondrán la cruz del anteojo de su .22 en un pequeño ejemplar de antílope o facochero, o liebre, o lo que sea, y lo aviaremos y lo llevaremos a casa para comer, igual me miran por el rabillo del ojo, mientras alabo el guiso, con el mismo orgullo que yo observaba a mi padre, cuando se comía con chocolate la primera perdiz que cacé.
Quizás, lo sentiría muchísimo, si no salen cazadores a pesar de mis seguros intentos de que así sea. Pero me gustaría –aún más– que recodaran con orgullo que su abuelo fue: Un Cazador.