Estoy en mi casa de Pozuelo recluido, como lo estuve durante meses al inicio de la pandemia, cuando nos dejaron a todos confinados en nuestros domicilios, entre ese todos están comprendidos la gran mayoría de los 7.864 millones de personas que habitan en nuestro planeta Tierra.
Un inútil error
Considero que sobre esa reclusión, al final de la negra noche que estamos sufriendo, se demostrará que fue un inútil error, y lo pondremos en el debe tanto de políticos incapaces como de teóricos profesionales iletrados.
El motivo es que volví de Sudáfrica hace unos muy pocos días.
Cuando salí, con mi obligada PCR negativo para entrar en España, el número de contagiados allí a diario por Covid 19, no superaba los 500 por día, en un país de 58 millones de habitantes.
Entré en Barajas, y me hicieron un nuevo test que volvió a dar negativo, apenas había nadie pero me llevó una hora en que me dieran el resultado, y mi preocupación por la demora era recuperar mi maleta.
Me dejaron hacer una foto a las condiciones obligadas de la reglamentada (¿necesaria?) cuarentena.
Al cabo de un par de días recibí una llamada del Ejercito de España que es el que hace el seguimiento de la cuarentena.
Supongo que harán una geolocalización del teléfono móvil, pudiendo comprobar donde me encuentro.
Limpieza y engrasado de las armas
La tarde noche anterior de la salida de mi casa de Paoland, la dediqué a la limpieza y engrasado de las armas, cortas, lisas y rayadas que tengo allí.
En el primer día de cuarentena en España hice lo mismo que había hecho en África, y limpié y engrasé todas mis armas que tengo aquí.
Toda una vida a través de las armas que acariciaban mis manos
La pareja de ojeo estaba impoluta, el resto de escopetas me obligaron a una limpieza más a fondo.
Al Mannlicher del .243 de caja larga le han salido unas estrías en la madera al lado del cargador.
A los express del .375 H&H, .416 Rigby y .470 NE, les di un buen repaso, espero (¿sueño?) sacarlos de paseo muy pronto.
Mi veterano 7 mm Remington Magnum, el primer rifle que tuve, tal vez necesite un ‘restyling’, han pasado ya cincuenta años, y cambiarle las Apple por unas ‘quick release’ de Leupold que no me obliguen a tirar apoyado en la barbilla si no en el carrillo, y ponerle un nuevo visor, archivar el veterano 3×9 por uno de mayor número de aumentos; mi vista nunca excelente antes necesita ahora más poderes.
Los tres .300 de diferentes calibres, uno Winchester Magnum, otro un .300 RUM, y el último un .30/378 Weatherby, son armas que no llevan ninguna conmigo más de veinte años, y están más que actualizadas y a punto para cualquier servicio.
Los cerrojos del .375 H&H, del .416 Rigby, y los dos .458 Lot, espero que en 2021 entren en acción de nuevo, los he dejado a brillo de espejo el interior de los cañones, y la madera de todos reluce con la reciente cera que les he aplicado.
Me llevó todo el día, pero la verdad es que en más de una ocasión, entre trapos, baquetas, cepillos, aceites, ceras, nívea para el cuero, demoré la limpieza y me invadió la nostalgia, la saudade, la morriña.
¡Cuántos lances, cuántas personas, cuántos recuerdos entrañables!
Toda una vida a través de las armas que acariciaban mis manos.