Opiniones Un cazador observador

El cazar de nuestros hijos. ¿Será mi hijo cazador? Por José Luis Charro

El cazar de nuestros hijos
El cazar de nuestros hijos es una profunda y brillante reflexión de José Luis Charro.

Muchos hemos llegado a ser cazadores porque desde la infancia más temprana veíamos «el cazar de nuestros padres».

Cuando el padre cazador se preparaba la víspera para su partida de caza, el hijo pequeño jugaba con sus útiles que admiraba; al regreso de la cacería éste compartía con su progenitor la alegría de los animales cobrados, admirando el bodegón cromático que forman la perdiz y la liebre que el niño acariciaba.

Posteriormente, cuando ya podíamos acompañar al cazador, veíamos cómo aquellos hombres libres, en terrenos libres, perseguían piezas libres, y aprendíamos de ellos sus estrategias. Y un día de un modo libérrimo decidimos dedicarnos a la caza, ser cazadores.

Todo cazador recordará siempre la primera liebre abatida.

José María Castroviejo –en el libro escrito al alimón con Álvaro Cunqueiro cuyo título es Viajes por los montes y chimeneas de Galicia–, nos relata esa satisfacción de la primera liebre cazada en presencia de su padre: «…es una pasión heredada, creo que la caza, como la nobleza, obliga… Comprendí mi vocación el día inefable en que tuve ocasión de matar una liebre; tentación suprema para un alma de catorce años… Nunca recibí con tanto orgullo un beso como el que mi padre me propinó aquella tarde…».

Mi padre es cazador, y el padre de mi padre fue cazador, y así sucesivamente atrás en el tiempo hacia nuestros ancestros, en ese origen en que ser cazador no era opcional, sino una forma de vivir.

El cazar de nuestros hijos

¿Yo habría sido cazador si no me hubiesen dado la oportunidad?

Esa vivencia que algunos sentimos hoy, nos hace pensar.

¿Yo habría sido cazador si no me hubiesen dado la oportunidad? Pregunta imposible de contestar.

Yo, desde jovencito, acompañé a mi padre en sus jornadas cinegéticas, de él aprendí a cazar y, como corolario, a observar y entender el monte.

De pequeño yo esperaba con verdadera ansiedad que mi padre me llevase de caza; esto en ocasiones no ocurría, pues él salía con su cuadrilla, pero yo, lejos de desilusionarme, esperaba impaciente salir con él, aunque solo fuera un rato a última hora de la tarde.

Salíamos a aprender a cazar con mi padre, mi hermano y yo, nos acompañaba mi madre en la retaguardia por si alguno de los dos se cansaba.

Ese recuerdo tan feliz de mi infancia tiene un punto importante que en su momento no comprendí, fue un día en que mi hermano dijo que no quería ir a cazar. A mí me pareció algo insólito, pues yo contaba los segundos que faltaban para salir.

Mi padre le dijo que, por supuesto, no se sintiera obligado. Hoy él no es cazador, pero comprende la actividad cinegética, la valora y la respeta.

Renuncia al instinto a cambio de la inteligencia

El hombre es cazador en su origen. Pero renuncia a su instinto a cambio de su inteligencia. Y esta inteligencia es la que nos lleva a buscar alternativas para dejar de hacer unas cosas en pos de hacer otras, y de esta forma no es necesario cazar hoy como antes lo fue.

El cazador actual vuelve al origen del ser humano, desarrolla su amor atávico a la naturaleza al estudiar el entorno, los vientos, el agua, el suelo y la vegetación. Estará en atención constante para superar con éxito el instinto del animal al que acecha, poder sorprenderlo y cazarlo.

Ese desarrollo del sentido primario de percepción es un privilegio del cazador, que lo convierte en hombre alerta.

Aprender a cazar, a preparar un animal para aprovechar su carne es algo que el ser humano ha hecho durante toda su historia, a excepción del tiempo contemporáneo, pues en nuestra sociedad este proceso se nos da hecho.

El cazar de nuestros hijos

Ser cazador es un modo de proteger y conservar las especies

Yo llevo a mi hijo al campo, es muy pequeño para cazar, sin embargo, empieza a observar el monte, me ve cazar a mí, ha tocado animales cazados y hemos comido juntos carne de caza.

Si mañana mi hijo fuera cazador será una satisfacción; pero de lo que no me cabe duda es que aunque no lo sea, comprenderá la actividad cinegética amplia y profundamente, pues formará parte de su educación medioambiental.

Hoy su formación necesariamente ha de ser mejor que la mía; pues tendrá que defender, ante opiniones de moda en contra que yo no tuve, que ser cazador es un modo de proteger y conservar las especies.

Este artículo es un extracto del libro ‘Un Cazador Observador’ de José Luis Charro Caballero

• El libro está disponible en el siguiente enlace:

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• Otras obras cinegéticas del autor: Un cazador

https://editorial-adarve.com/editorial/libro/reflexiones-sobre-la-caza-beneficio-medioambiental-que-reporta-su-ejercicio-su-cultura-y-su-arte/

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• Enlace a otros artículos o libros de José Luis Charro:

‘Reflexiones sobre La Caza’, un notable ensayo cinegético de José Luis Charro

‘Un cazador observador’, de José Luis Charro, un certero análisis de la evolución de la actividad cinegética en la actualidad

La caza en Argentina

¿Dónde está el límite?

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