

Cuando hay ya más distancia si miramos hacia atrás que lo que resta por delante por recorrer…
Vengo a contar la vida por otoños e intentar así llegar al corazón de los decanos que nos rodean en este oficio tan antiguo como es la caza. Porque la otoñal estación refuerza y cubre de gratas expectativas su vida, con argumentos cinegéticos que habrán de llegar y ser disfrutados, como un presente más que la naturaleza madura y ofrece. Porque es tiempo de castañas, avellanas, hayucos y, cómo no, ¡de caza!

El otoño es la estación que más estimula y anima a los cazadores
Estamos en la estación que, de manera singular, más estimula y anima a los cazadores, especialmente a nuestros mayores. Son los preparativos del día anterior, el primer café con los amigos y compañeros, la salida al monte… impulsos y razones que les obligaran a pensar, salir, compartir y, cómo no, soñar. Desde la soledad del puesto, que siempre nos hace rememorar infinidad de recuerdos. Donde bajo su silencio la experiencia habla. Del éxito o patinazo de aquellos lances y de los que han de llegar, como de otras tantas historias que aún quedan por contar, por escribir…, todo transcurre en él mientras se espera y escucha.
Si esto no es vivir…
Nuestros decanos, con la ilusión intacta
Este fin de semana, largo por la festividad en Castilla y León, he compartido tres jornadas de caza con Pacho, Fin (Serafín) y José Luis. Nuestros decanos. Señores son de Palencia y Burgos. Ejemplo para todos de cómo se ha de estar y se ha de hacer. Espejo en el que mirarnos y aprender.
Su afición, las ganas por seguir madrugando, coger el coche para asistir una jornada más, otra, a la batida de turno y continuar en la brega con la ilusión intacta de cortarle la carrera al verraco que se escabulle perseguido por los canes mientras su dueño, el montero, grita por la emisora «que acababa de levantar» con la misma pasión que si estuviera de estreno, llevando ya…, no sé, una vida entera en el arte de montear. Así ocurrió este lunes y por la cercanía en la que me encontraba, podía escuchar sus emocionados gritos de igual modo por la emisora que por la oreja libre de pinganillo. Cansado, lleno de sudor y arañazos debido a la espesura de aquel perdío de zarzas y espinos, apareció Luis Ángel, jefe de cuadrilla, feliz por el levante. Con la satisfacción aún en el rostro, la de ese niño que todos deberíamos seguir llevando dentro, demostrando que quien tuvo, retuvo.
El ‘jabalinón’ cumplió donde Fin
El ‘jabalinón’, que diría nuestro amigo Juan, cumplió donde Fin confirmando lo bien colocado que estaba, a pesar de que se le marchara dejando la cuenta sin pagar. Marró el único disparo que le soltó, pero, conociéndole, seguro que se la tiene guardada para la próxima temporada. No ha mucho le cortó la carrera a un animalito que marcó un registro ¡de 120 puntos de trofeo! Sueño de todos, aunque, por desgracia, sólo lo verán cumplido unos pocos.
Yo confío en su ejemplo y seguiré intentándolo, a ver si algún día…
Unas excelentes alubias de Ibeas pusieron la guinda al ‘puente’ de la Hispanidad
Caía la tarde frente a unas excelentes alubias de Ibeas que pusieron la guinda al ‘puente’ de la Hispanidad. Generosa invitación de José Luis, donde alrededor de una buena mesa terminamos de compartir lo que dio de sí la jornada en tierras burgalesas, desde las que su nieto Rafael y un servidor, apremiados ya por el tiempo, no tuvimos otra que partir pronto hacia la capital de nuestra también decana y muy querida España.
A los decanos; texto y fotografías: Ángel Luis Casado Molina
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