África Con los prismáticos en la mano

Cuento de aeropuertos, retrasos, armas y final feliz. Por José García Escorial

Cuento de Madrid
Cuento de aeropuertos, retrasos, armas y final feliz…

En más de 200 viajes, los tengo todos contados, controlados y apuntados, desde Madrid a Johannesburgo es la primera vez que pierdo una conexión.

El vuelo de Madrid – París salió con casi cinco horas de retraso, y a pesar de mi previsión habitual de programar conexiones más que amplias, en esta ocasión el vuelo hacia África había salido de Roissy una hora antes de nuestra llegada a la Ciudad de la Luz.

El personal de tierra de Air France en Madrid me informó que el retraso era debido a la huelga de controladores franceses. El comandante de vuelo corroboró por los altavoces del avión que la causa era un problema técnico. ¡Voila!, el primer cuento.

En una mini habitación

Se podía haber estirado un poco más Air France por mi condición de platinum como frequent flyer, pero me adjudicó un hotel Mercure, las cadenas francesas Ibys y Mercure no son precisamente las instalaciones hoteleras de más lujo francesas, son en cambio las más modestas, y me adjudicaron una mini habitación, con mini toallas para secarme después de la ducha, y con un desayuno acorde con la categoría donde solo se salvaron del naufragio gastronómico los croissants, ¡estamos en Francia ,señores!

Llovió la noche anterior en el largo recorrido desde la terminal hasta el hotel, el día siguiente se presentó de la misma manera, y truncó mi deseo de pasearme por la capital de Francia, y comer en un bristot de Montmatre viendo pasear a la juventud de la zona y a Françoise Hardy. A mi pesar lo cambié por 10 horas de sala VIP hasta la salida de mi avión.

Otro desencuentro con la sargento Mherdkarha

La sargento Mherdkarha de la oficina de armas de Johannesburgo es negra, alta, guapa y con cara de mala leche, y me tiene una tirria olímpica desde hace años. Ya me ha hecho perder dos conexiones domésticas y de verdad que desconozco el motivo que inició el desencuentro. Pero he tenido problemas con ella, solo con ella, cuando está de servicio y tengo la mala fortuna de coincidir.

Saludo de modo cortés y solo oigo un gruñido, paso a presentar la documentación pertinente, y el gruñido torna en alarido, mis papeles son incorrectos y como prueba su mano aletea con uno como debe ser y me lo larga, y resulta que es un documento mío anterior, igualito al que ahora presento, entonces la belleza negra aduanera emite un dictamen que me hace sentir lo peor, ha cambiado de opinión, como un par de horas más tarde comunicará del mismo modo su ‘sanchidad’, su renuncia a su avisada renuncia.

¡Hasta el moño!

Me suelto el pelo y la pongo de pelo conejo, diciéndole de todo, que estoy hasta el moño, que ella no puede tener, y que se quede con las armas hasta que vuelva en septiembre, como me pasó en Derecho Penal l.

Ya me lo sé de memoria, ante el exabrupto violento del hombre blanco, todos se achantan y no osan emitir palabra.

Tiro de teléfono, llamo a Madrid, solicitando de modo urgente que la Intervención de Armas de la Guardia Civil me envíe fechado, timbrado y firmado la guía de circulación de armas en el extranjero, ya que la validación telemática hoy no le vale a Mherdkarha, y dice que no entiende español, validación en inglés es validation. ¿Difícil, eh?

Llega el documento, lo acepta, aunque no creo que ni lo leyera, y sin revisar mis armas ni munición, me larga el permiso, y me despido a la francesa, que por eso vengo de París.

Un empleado torpe

Tengo hora y media para embarcar, tiempo de sobra como me reconoce la azafata de tierra que me atiende para el siguiente vuelo, pero antes he de pasar por pagaduría para liquidar el transporte de armas que ya había liquidado una vez, lo que significa que he tenido que comprar un nuevo billete, con un nuevo equipaje más lo de las armas, supongo que Flysafair debería agradecer estos ingresos dobles a Air France.

Pero, ¡ay!, en el mostrador de pagos me toca el dependiente más torpe de todos los empleados de aviación de toda África, y él, muy diligente, consume una hora hasta que me entrega la papela de pago, ha preguntado 500 veces cuánto era el importe aunque yo se lo he enseñado, ha aporreado su pantalla de ordenador supongo hasta licuarla, y ha rebuscado su terminal de tarjetas de crédito extraviada por todo Johannesburgo, incluyendo a la vecina ciudad de Pretoria.

Corro con mi carrito a la oficina de armas, al puesto de facturación, se factura todo, pero no me dan la tarjeta de embarque. Espero, espero más, quedan veinte minutos para la salida del vuelo, cuando aparece la responsable y me dice que no puedo volar, que se ha cerrado mi vuelo, que tengo que salir en el vuelo siguiente, cinco horas más tarde, y que vaya a sacar el nuevo vuelo. Mi querida Mherdhkarha ha conseguido que pierda un nuevo vuelo con la confabulación necesaria del ‘diligente’.

Me sube la rubilumina

Esta vez el mencionado, agresivo, rápido y eficiente empleado aeroportuario antes de darme la nueva tarjeta de embarque me pide mi tarjeta de crédito para cobrarme el nuevo vuelo. Ni le contestó, sino que me vuelvo a visitar a la delegada de la compañía y le pido que me entregue mi equipaje completo con mis armas.

Y la flight controller me pregunta la razón y le argumento que estoy hasta las narices de pagarles más vuelos, que entre la sargento, el ‘diligente’ y resto de actuarios me sube la rubilumina, y que si ya voy a tardar tres días en llegar, me da igual que sean cuatro, o quizás ni siquiera vuele nunca más en mi vida y realice mis desplazamientos en barco, globo aerostático o incluso en burro.

Ella no echa leña al fuego y se sienta en su puesto de mando.

La ‘dulce’ espera

Espero, espero más, espero mucho más, y sin noticias del mando, me acerco le insisto que me devuelvan mis pertenencias, que me voy del aeropuerto.

Me convence cuando me dice que me está cerrando un vuelo con Air Link que sale una hora antes, que es más caro, pero que lo pagan ellos.

¡Sin equipaje ni la maleta de armas!

Efectivamente me da la tarjeta de embarque y cuando la pregunto por mi equipaje, apenas le sale la voz, y me confiesa que ha salido en el vuelo que no me han dejado embarcar. No tengo palabras. Me llevan por el fast track, me acompaña un empleado que me da acceso a la sala VIP, invitado por la compañía.

Allí, estupefacto, pienso que mi maleta de armas no ha sido abierta, ni comprobada por nadie desde que salió de Madrid, ¡y se encuentra ahora en Port Elizabeth sin haber viajado conmigo!

Desde que me dijeron en Barajas que había huelga de controladores en Francia, sin ser cierto, desde que la sargento impasible cambio de opinión, desde que el ‘diligente’ se afanó para que perdiera el vuelo, hasta que la controller reconoció el impensable fallo todo ha sido un cuento tras otro, para una sola víctima, yo mismo.

Cuento de Madrid
Final más que feliz del cuento.

Un cuento con final feliz

Esa noche llegué muy tarde a mi casa de Paoland, casi sin tiempo para hacer una nueva maleta, llevar armas distintas y volar sin sobresaltos, esta vez, a Zimbabue y al segundo día conseguir el elefante de la foto.

Este sí que ha sido el final feliz de este cuento.

Postdata: después de la justificada reclamación, he recibido de Air France un voucher por un importe de 800 euros. A mi vuelta de Zimbabue, en la oficina de armas de Johannesburgo, no estaba la sargento Mherdhkarha. ¡¡Dos estupendas noticias!!

Cuento de aeropuertos, retrasos, armas y final feliz, por José García Escorial

Gwayhi River. Matabeleland, Zimbabue, mayo de 2024

Safari Headlands – José García Escorial
Website: http://www.safariheadlands.org
Tel:+34-914 670 150 / +34-914 686 622
Móvil / WhatsApp +34 620 210 069

 

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