Con los prismáticos en la mano Opiniones Relatos

Cuento de coches, Lampreia, Coca-Cola, Mongolia, el Pamir, leones, Okavango, baches, pinchazos y otras cosas. Por José García Escorial

Coca-Cola baches
Cuento de coches, Lampreia, Coca-Cola, Mongolia, el Pamir, leones, Okavango, baches, pinchazos y otras cosas.

Como todos los cuentos, este es un relato de ficción, que tenga mucho de verdad o de imaginación se deja a la libre interpretación del cazador lector.

Además, es un cuento largo, para entretener el largo tiempo pascual, en el que no pocos, excepto los corceros, se estarán comiendo las uñas por no ir de caza. Allá vosotros, yo acabo de comenzar aquí en Paoland, Sudáfrica, pero aún queda espacio y meses para que os animéis.

Abrazos y… ahora el prometido cuento.

Manolito Lampreia y la Coca-Cola

El ‘Arias-Paz’ era el libro de consulta de los mecánicos finos, un tocho gordo como el Quijote. Era la Biblia hasta que apareció Internet y ocurrirá como en el resto de las publicaciones en papel que van a desaparecer casi en su totalidad en un plazo muy corto de tiempo.

Manolito tenía el ‘Arias-Paz’ de libro de cabecera y apenas cumplidos los diez años era un prometedor mecánico en potencia, dos lustros más tarde aún en la escuela de ingenieros industriales, era un manitas (handyman lo llaman por aquí), tenía metido la pasión por la gasolina, hasta que un día entrenando un Rally Shalymar en Hoyo de Manzanares en una curva cerrada cerca del pequeño río madrileño se abrió la puerta del Mini, los cinturones eran para las carreras, y falleció.

No sé por qué a Manolo se le puso el apodo de Lampreia, que era un conocido corredor portugués, que sonaba su nombre al pronunciarlo como el pez casi homónimo de Galicia, pero se quedó con el mote.

Camino del puerto de Navacerrada

Manolito y familia en los sesenta subían un día de estío a Navacerrada, y a los coches se les atragantaban las fuertes pendientes, y al llegar a la fuente de los Geólogos siempre en los meses de canícula había una larga fila de automóviles sedientos y casi reventados ansiosos de agua.

Don Manuel alineó su utilitario en la anhelada fila después de pedir la vez, hasta que quedó realizada la peligrosa operación de poner agua fría en un radiador de agua hirviendo, pero aquello no funcionaba y se pidieron los servicios de Manolito, a lo que este respondió: «Darme una Coca-Cola».

La suegra se puso en jarras diciendo: «Este niño es un mequetrefe igual que su padre, ya te dije Lola que no te casaras con él» –Lo comentó en un tono sutil y apaciguado para no molestar a la familia.

La madre de Manolito, resignada, le pasó una Coca-Cola de cristal de medio litro, y su vástago introdujo el líquido en el radiador y la familia no tuvo que subir andando en ese día al alto de Navacerrada, donde siempre corre una brisa agradable en verano y con peligro de neumonía el resto del año.

Mongolia 1996

La azafata, mejor dicho, la sobrecargo, del vuelo con un papel en la mano me aseguró que había comprobado en la bodega personalmente que están los 16 bultos, ocho maletas y ocho cajas de rifles, lo que calmó mi inquietud y apaciguó mi alterado ánimo de no volar, después de informar a los cazadores de la buena noticia. A Ulan Bator, la capital, no llegó nada, a la sobrecargo no la pude encontrar para mantener con ella una charla amistosa, aún me escuece el engaño.

Me tuve que quedar tres noches solo esperando a que llegara de Pekín el equipaje que se había dado media vuelta al mundo. El resto del grupo partió para Hovd, en el vuelo previsto, y yo lo realicé en un vuelo de carga, degustando el jamón de Jabugo que llevábamos en las maletas, no fue mal viaje. Me recogió uno de esos eficaces pequeños todoterrenos rusos, émulos del Jeep.

¿Alguien conoce a la sobrecargo? Si una que aún se debe estar riendo, ya retirada, de cómo engañó a unos panolis ibéricos, Portugal estaba representado también, que no querían volar sin que se les asegurara que su equipaje estaba en la bodega. Es para darle un regalo, a la muy zorrona.

Pinchazo y la Coca-Cola otra vez

Recorríamos la espectacular llanura mongola camino de las montañas de Alto Altái, mítico lugar donde los haya para los cazadores, y pinchamos.

El conductor dejó caer el coche hasta una solitaria yurta, la primera vez que vi una en directo, ahora puedo ver a diario una yurta mongola original cada día que estoy en España en nuestro pabellón de trofeos.

A la puerta de la yurta estaba un hombre, que impasible ante nuestra llegada ni se inmutó ni nos saludó mientras hacía teas de un tronquito, tesoro allí inopinado por absoluta falta de vegetación arbórea.

El conductor sacó la llave de ruedas e intentó liberar el neumático de repuesto que se encontraba por la parte externa de la puerta posterior, pero, si quieres arroz, Catalina, ningún perno osó moverse, lo que hizo que el hierático habitante de la yurta se levantara, y sin decir ni pio, se lió con el hacha a dar mamporrazos a las tuercas, pero como aquello no se movía, dejó su hospitalidad por cumplida y se siguió dedicando a las teas.

Como no había solución me acordé de Lampreia y le pedí a nuestro chófer una Coca-Cola, la reacción de un hispano de sangre caliente hubiera sido como la de la abuela de Manolito, pero no dijo nada, y rebuscando en el suministro encontró la bebida, cuyo contenido profusamente lo empleé para bañar las tuercas, y a continuación señalé con el reloj que, a esperar, ya que mi mongol no era muy bueno y además apenas ha mejorado.

Cinco minutos después pudimos desenroscar los tornillos. Se puede decir que el viaje fue un éxito absoluto y fue el inicio de nuestro estrecho contacto con Mongolia, que aún sigue.

Leones, pinchazos, baches y… Coca-Cola

Pero más reciente el pasado septiembre, cazando leones, el Toyota se pincha, sacan toda la artillería de cambiar ruedas, pero las tuercas se resisten, yo les cuento a mi gente la experiencia de Mongolia y el recuerdo de Lampreia, cuando ya han doblado una llave de ruedas, me voy a la nevera abro una lata de Coca-Cola, lo que atrae miradas asesinas de los currantes, detengo la operación de estropear llaves de ruedas, y pongo en marcha el cronómetro, a los cinco minutos exactos ordeno la reanudación del curre, y como mantequilla, sin esfuerzo, salen las tuercas.

Yo nunca he pinchado solo, lo que no significa que no haya pinchado muchas veces, tanto en competición, como cazando o simplemente viajando. Pero siempre tuve compañía, para que me echara una mano, o que hiciera de atractivo para detener a un voluntarioso y mañoso conductor. Hasta que hace unos días aquí en África, la rueda delantera se metió, bueno la metí en un bache de los que se necesita un GPS actualizado para salir.

Baches en el Pamir, más pinchazos

Lo de los baches donde es necesario el GPS lo descubrí en el primero de mis múltiples viajes al Pamir. Sobre todo, en el tramo desde el puesto fronterizo de Kirguistán al de Tayikistán, son un porrón de kilómetros de carretera sin reparar, debe de ser el actual punto de conflicto entre los dos países, que ha llevado al cierre de sus fronteras. Tampoco es para ponerse así, aquellas soledades a 5.000 metros si tienes que reparar el asfalto, al que se lo quede le va a salir por un pico.

Una vez en el camino de ida estaba parado en uno de los baches un coche, a la semana concluida la operación Marco Polo, con el habitual éxito, el coche seguía allí apenas sin moverse, no había podido salir del maldito dédalo, un laberinto que estuvo a punto de matar a una familia de surinameses, los padres y tres criaturas, a las que dimos de comer y beber aparte de llevarlos a remolque para salir de aquel tremendo bache. Supimos que eran de Surinam porque venía con nosotros un cazador casado con una tulipán y entendía el holandés. Lo que nunca entendí como desde la antigua Guayana, lo único que pillaron en América, los flamencos a los que les dimos tanta paliza, pero nos desangraron el imperio, hacían por allí esa familia, turismo no parecía, igual habían quedado con un primo lejano, y yo qué sé.

Baches en Sudáfrica

Bueno, a lo nuestro, el bache que cogí el otro día en una carretera nacional de Sudáfrica era necesario salir de él con GPS, una vez realizada la hazaña me encontré con la llanta delantera izquierda boquiabierta, pero con una raja de 15 centímetros (ya sabemos que es la media nacional) en el otro lado del neumático.

Como ando del hombro derecho un poco perjudicado porque me cargó en España un cocodrilo1, me tomé con calma el asunto, primero pensando que un buen samaritano, y además cerca de la Semana Santa, se apiadaría de mí, un extranjero inofensivo, torpe, calvo y pasado de edad. Pero no hubo suerte, inmediatamente eché en falta un compañero para agilizar el asunto o una compañera que seguro que alguien se habría parado ante una dama.

Pero, si no quieres arroz, toma dos tazas, y haciendo de tripas corazón empecé con desgana a sacar las herramientas, la verdad es que llevo de todo, y con el material listo, la primera operación que es la de aflojar los tornillos se complicó, me acordé de Manolito Lampreia, pero poco, porque saqué un espray afloja todo no grasiento, específico para cosas roñosas y herrumbrosas, esperé los cinco minutos de rigor. Nadie se para, parece mentira, a ayudar a un anciano extranjero desvalido.

Otro pinchazo en el África meridional

Ahora me vine a la memoria otro pinchazo. Fue hace años en esta África meridional, terminamos pronto la cacería de elefantes en el maravilloso, anhelado, soñado e irrepetible delta del Okavango, y salimos de Johannesburgo en una furgoneta grande, la Quantum de Toyota, aún no había estos teléfonos que hacen de todo, y llevaba un GPS de la compañía de alquiler de coches, que señalaba los puntos conflictivos, no de tráfico (en la actualidad hay carteles con avisos de zonas peligrosas), y metí la gamba, me orille un poco, el asfalto estaba comido y pinché.

Antes de continuar lo del asfalto comido, los baches (potholes) es por la falta de cuidado en las carreteras, un servicio como el que teníamos en España de peones camineros sería extraordinario en toda África. Pero me temo que los impuestos irán para viajar en Falcon como hace Sánchez, o en un Toyota Land Cruiser con aire acondicionado por estos pagos.

Recojo el hilo de la furgoneta, me bajo, veo el pinchazo y el activo de turno empieza a buscar el gato, pero le digo que antes de la búsqueda del felino metálico, hay que armarse, saco el express .470 NE le meto dos balas de 500 grains, y luego, pasamos al siguiente punto del orden del día. Pero no hubo necesidad, muy pronto se paró un coche de amables jóvenes que hicieron todo el curre y hasta las señoras que nos acompañaban coquetearon con ellos.

Está claro que mi pinchazo lo tuve que solucionar yo solito, si no hubiera reventado habría puesto espuma, si no tuviera aire habría utilizado el pequeño compresor, pero ante el reventón nada que hacer, y como no soy de Surinam, salí del bache, del lío y de este cuento.

Por José García Escorial

Paoland Lodge / Alicedale / Provincia Cabo Este, Sudáfrica / Semana Santa 2023

Safari Headlands – José García Escorial
Website: http://www.safariheadlands.org
Tel:+34-914 670 150 / +34-914 686 622
Móvil / WhatsApp +34 620 210 069

1. Mantengo en la oficina, bueno, mejor dicho, se mantiene él solo porque está disecado, un cocodrilo de cuatro metros y medio, que siempre anda por donde no debe, y acabé de hablar por teléfono en el patio, me gusta eso de vender safaris al aire libre, y vi un mensaje de mi jefa, y andando lo estaba leyendo dentro del pabellón cuando el cocodrilo metió su larga cola entre mis piernas, me di un guantazo, aterrizando cuatro metros más allá en la cabeza abierta de la fuera, en principio temí por la rodilla derecha, tengo las dos hechas puré de zanahorias, y después de un tiempo me pude incorporar con un gran dolor en el hombro derecho.
Entró en la oficina y Carlos me mira y me pregunta «¿te has caído?». No tengo respuesta a estas dotes adivinatorias, lo cierto es que después de 15 días aún sigo con el hombro pachucho y sin poder poner los rifles en tiro.
¿Alguien conoce a la sobrecargo?

 

Relacionado Coca-Cola

Catálogo Safari Headlands 2023

Lucky Penny. Nashville 51.º Convención SCI. Sin nuestro Show en 2023

Volando, volando (I)

Una vertiginosa temporada de caza con Safari Headlands

Regalos de Reyes

Romance de 2022

Adiós, Pamir, adiós  Coca-Cola

Eterna primavera del cazador

Una temporada más

Volver a la joya de la corona

La soledad del final

 Facochero con langosta y limones

 Mi bandera anual

 ¡Vamos! ¡Vamos, ya!

 Los 300 Coca-Cola

 Volver a empezar

 Descubriendo América

 Regalos de los Reyes Magos de Oriente 2022 (que vendrán de América)

 Feliz Navidad 2021   Coca-Cola

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.