‘Volver a la Joya de la Corona’, por José García Escorial
Casi con seguridad muchos de los lectores de este artículo se encuentran entre los miles que velaron sus primeras armas africanas en Matabeleland, Rosslyn, Bundu, Frontier, Tshukudu, Phumba, Blaaukrantz…, pero, sobre todo, en la Joya.
Descubrí las tres reservas del antiguo Ciskei hace treinta años, volviendo de cazar elefantes, y sus más de 100.000 hectáreas repartidas entre Tsolwana, Mpofu y, destacando mi favorita, Double Drift. Y tanto me impresionaron por la abundancia de sus más de cuarenta especies disponibles, entre las que había bufalos, hipopótamos y rinocerontes, que las bautizé con el apodo de la Joya de la Corona. El éxito que tuvo fue tal que el nombre hizo marca y cazadores que nunca habían ido a mi Joya, porfiaban que habían estado allí, porque con esta marca les vendieron, de modo truculento y tramposo, su safari.
Sigo opinando que se trataba de la mejor zona de caza de antílopes de toda África por variedad, densidad y, sobre todo, por lo deportivo de su cacería. Cuando convirtieron las tres reservas estatales en zonas de solo safaris de turismo fotográfico, tuve la misma sensación –desolación– que cuando ocurrió lo mismo en el sur del Parque Nacional de Ruaha, en Tanzania, o en las concesiones del Delta del Okavango, en Botsuana; pero también de satisfacción personal por los muchos cientos de personas que pudieron disfrutar de estos destinos de nuestra mano.
La riqueza que crea la caza en todo el mundo es descomunal y tenemos que sufrir a tantas cabezas de chorlitos políticos que lo ignoran por desconocimiento culpable
Aprovechando un hueco entre safaris, hoy he estado en Double Drift. Tenía la idea de descubrir la Wild Coast desde hace tiempo, pero nunca encontré hasta ahora el momento y me pillaba de paso, más o menos forzado. Al entrar te registras como en parques nacionales, entré por Grahamstown y salí por Alice. No me crucé con ningún coche, la ruta principal era un camino de cabras.
¡Qué distinto que cuando allí se cazaba! Había actividad y los caminos estaban arreglados. La riqueza que crea la caza en todo el mundo es descomunal y tenemos que sufrir a tantas cabezas de chorlitos políticos que lo ignoran por desconocimiento culpable.
Para mi sorpresa, lo primero que vi fue un rinoceronte y, luego, vi muchos kudus. Double Drift siempre tuvo los récords de gran kudu del Cabo Oriental. ¿Te acuerdas, Leandro? También facocheros, aunque el plomizo día no era el ideal. Fue la única zona de caza donde me inventé un programa que por un precio fijo había barra libre de facos. ¿Te acuerdas, Pablo? En el primer número de Tierras de Caza, nuestra revista, relataba mis andanzas recechando facos con un express de miras abiertas y con el guarda Thembani, los dos solos, todo andando desde el alojamiento sobre el Great Fish River… recuerdos.
Mañana noche vuelvo a Paoland, para esperar allí un nuevo grupo. Es, sin dudar, como digo en la publicidad, mi nueva y permanente Joya de la Corona.