Caza Mayor La vereda del Ocadal Relatos

Relevo generacional, por Tomás Cortés

Relevo Caza
Relevo generacional

«Los jóvenes dispuestos a esforzarse mucho para que algo suceda se encuentran entre las fuerzas más poderosas del mundo». Sam Altman

¿Cómo se puede definir la sonrisa que te regala un chiquillo cuando consigues un abate de un gran venado?

¿Cómo describir la emoción de una joven en una espera, cuando escucha al cochino antes de entrar en la plaza?

Y qué decir de la impaciencia de un joven perrero por conseguir estrenar su cuchillo en el remate de un jabalí en un agarre.

Relevo Caza
‘Magüe’ en su primera montería como acompañante del autor.

MANUEL Y SU PRIMERA MONTERÍA relevo

Un buen amigo, llamado Manuel V., me propone la opción de que su hijo pudiera acudir a una montería conmigo para conocer el mundo de la caza. En seguida le digo sí pues para mí es un honor que su hijo me acompañe.

El grado y aprecio que tenemos tanto mi mujer como yo a ese matrimonio, hace que la montería a la cual venga su hijo deberá ser muy buena.

Busco una donde las reses entren fácilmente para lograr el objetivo de que Manuel o Magüe (que de esa forma le apodan en casa) se pique. De esta forma reservo una montería en una finca de renombre situada allá por los montes de Almadén.

Relevo Caza

Enseguida comienza el movimiento de reses

Nos colocamos en el puesto, formado por un barranco suave desprovisto de monte que avanza de nuestra derecha a nuestra izquierda, enseguida comienza el movimiento de reses.

Una de las advertencias de la orgánica es que no se dispare antes del aviso pertinente, antes del citado aviso descubro a dos señores venados, pero no se podía tirar, Magüe me mira, pero no hace falta explicación alguna, es demasiado listo como para necesitarla, entonces el trasiego de reses se convierte en un auténtico disparate, difícil definirlo sin parecer prepotente, nos entran reses de todos los lados, venados por todos los puntos, ciervas a montones, los muflones acortando, por nuestra derecha por la izquierda, de frente y por detrás, nos entra caza de todos los lados, las pelotas son grandes.

El autor con el venado que remató a cuchillo.

Cuando ya hemos completado nuestro cupo, el vecino del puesto de al lado tira un venado al cual pincha y se viene hacia nuestro puesto, ante la cercanía de los perros, no tengo más remedio que entrar al remate y eso que es un señor venado, impone su magnífica cuerna, sin más entro apoyado por un perro que me lo sujeta, el lance no tiene mucho peligro pues el venado está muy entregado.

Lo que me sorprende cuando me incorporo es la actitud de Manuel, con una sonrisa, las pupilas dilatadas, los ojos como platos, con la mezcla de nerviosismo y emoción, es cuando comprendo que le he mostrado un torrente de emociones, de caza, de perros, de agarre, de observar, vamos, de cazar en toda regla.

‘Magüe’ con uno de los venados que cobró Tomás.

Verme reflejado en los ademanes de Magüe es mi verdadero triunfo

Pero el que me está enseñando esa jornada es mi amigo Magüe, él que lo mira todo con ojos de principiante, él que aprende ese día lo que son los límites de la postura, él que aprende a valorar un trofeo, o que aprende como los venados grandes se arropan con las hembras, él que comprende que después de salir casi toda la tropa de reses es cuando sale un descomunal venado, él que me canta las carreras de las reses. Es cuando Manuel ha tenido una vivencia de una parte de la montería, absorbiendo todo conocimiento que flota a su alrededor, empapándose de monte, de caza, de valores.

Al margen del resultado de la montería o del mío personal, el verme reflejado en los ademanes de Magüe al ver, oler, palpar, escuchar y saborear tanto en ese espacio de tiempo que siempre se hace corto, es mi verdadero triunfo y recuerdo de esa montería.

CARMEN Y SU AGUARDO relevo

Cazando con mi amigo Ernesto R. le planteé que su hija Carmen cazara su primera pieza de caza mayor y hacerla novia, pero Ernesto me dijo que quería estar presente en ese momento.

Pasó un tiempo, durante el cual la joven no tuvo opción a un abate en montería, lo que provocó un cambio de planteamiento.

–¿Y si lo hacemos en un aguardo?

–Mira que el aguardo conlleva una serie de condicionantes que provoca que sea más complicado.

–Da lo mismo, Tomás, por mi hija no te preocupes.

Recordé súbitamente un sitio donde podíamos llevar a cabo nuestro propósito, tras el paso de una gatera, en lo alto de un cerrete, motivo por lo que acordamos que atendería el comedero y avisaría en el momento justo.

Primeros intentos fallidos relevo

Por no hacerlo muy largo debo contar que la primera vez aireamos y la segunda entró un cochino al ponernos, como el que llevaba el arma era el padre, no pudimos más que resolver el asunto rápidamente.

Esto provocó más emoción en la joven, más ansia y más nervios, crecía la afición.

El resto del verano pasó, empezando el otoño siguiente otra campaña de caza. Carmen tenía depositadas las esperanzas en mí, y yo NO tenía intención de malograr este año su ilusión.

Finalmente, conseguí fijar un comedero en una parte muy accesible para tirar, el comedero estaba alimentado todos los días.

En el primer intento estábamos demasiado a la vista, resultando infructuoso.

Relevo Caza
En el puesto de los palés.

¿Qué podía salir mal? relevo

Analicé la situación e hice con dos palés un sitio en el cual pudiéramos taparnos bastante de la visión de los cochinos.

Coincidimos los tres de nuevo para ponernos tras los palés, en aquel momento tenía fijado a un guarrete terciado, a una cochina que luego entraba con marranchones y a última hora a un señor cochino. Esa postura fue fallida de nuevo.

Retomo el comedero, retomamos los días para que haya luna, coincido con Ernesto en el día, previamente hice un par de mejoras, teniendo casi todo controlado fijamos el día.

El día en cuestión quedamos si bien Ernesto me dice que nos acompañará también su hijo Ernesto.

El cochino entraba al comedero de día, con paso firme, sin recelar, pues días atrás se metieron en la cerca una piara de vacas, aunque el maíz estaba bien cubierto, los cochinos no extrañaban otros olores, ni la vista de los palés, también los sonidos de las cencerras de las vacas disimularían los nuestros.

De esta forma los dejé situados en el aguardo para aparcar el coche más lejos, al volver andando tuve que abrir la puerta de la malla para entrar, en ese preciso momento estaba entrando el cochino, llegué al puesto y ocupé mi sitio, Ernesto me puso al corriente por lo que le dije que no se preocupara que entraría de nuevo.

Dos adultos y dos jóvenes tapados por dos palés en medio de una dehesa, con unas sesenta cabezas de ganado vacuno, y a ochenta metros del comedero, ¿qué podía salir mal?

Al ruido del disparo el guarro se desplomó, ¡lo había conseguido!

El cochino entró al comedero, desconfió y vino a ver que ocultaban los palés, susurrando le dije a Carmen:

–En cuanto asome la jeta le tiras que va a llegar a cuatro metros.

Pero no, no asomó la jeta tras los palés y retomó el camino al comedero de piedras, entonces Carmen levantó el arma y apretó suavemente el gatillo. Al ruido del disparo el guarro se desplomó, ¡lo había conseguido!

Los nervios le hacían tartamudear, las manos le temblaban, la emoción hizo que se le escapara alguna lágrima, pero como describir o narrar la emoción de Carmen.

Tal vez, diciendo que no se separaba del cochino, que ayudó a cargarlo en la pick-up, que quería que momentos más tarde le cortara el trofeo para llevárselo a Badajoz, que aceptó a regañadientes el que se quedara en el cortijo pues necesitaba la guía veterinaria, tal vez diciendo que me hizo sudar para eviscerar el cochino y cortarle los solomillos pues quería comer su carne, o por que mientras la cena no paraba de emocionarse, contando como se sentía de nerviosa cuando se le acercó el cochino.

Ha pasado algo de tiempo de aquello, lo que es cierto que ahora Carmen cuando me mira se le dibuja una gran sonrisa en su cara.

AITOR, EL JOVEN PERRERO relevo

Sucede cuando cazamos los daños a los maizales en agosto y buscamos los perros para batir, esta vez viene la rehala Las Quebradas de León con Nano y David, estos traen la ‘dinamita’ necesaria para sacar a los cochinos que se acostumbraban a no salir.

Antes de iniciar la batida nos acercamos al camión para dar las instrucciones de Jerónimo, entonces veo que un niño de unos siete años de edad viene con el grupo de los perreros.

Con su inseparable caracola

Se llama Aitor, Nano me confirma que siente pasión por el mundo de los perros y no se pierde una batida, me fijo que lleva colgada una caracola.

–Pero, estas caracolas, no soléis utilizarlas por vuestra zona de León.

–No, pero se la regaló un perrero amigo suyo y no se desprende de ella, –me explica Nano–.

–¿Sabes tocarla?

–No, alguna vez me sale algo de ruido, pero la verdad es que no.

–Déjame que lo intente, que yo tenía perros y sabía cómo tocarla.

Toque de caracola relevo

Acerco la caracola a mi boca después de limpiar la boquilla, inspiro aire con contundencia, para luego poner la punta de la lengua entre mis labios y con un rápido movimiento, como si estuvieras escupiendo, exhalo el aire de los pulmones, entonces es cuando sale el profundo lamento de la caracola, al toque todos los perros de la rehala se ponen a ladrar, una vez callados son los perros del pueblo los que ladran.

–¿Cómo es que te metes con los perros, no ves que es duro?

–Sí, pero es que es lo que me gusta, voy con mi padre y me permite estar con ellos y entrar a los agarres.

–¿Has rematado alguno?

Entonces David interviene diciéndome:

–El dichoso crío dice que no se corta el pelo hasta que remate su primer cochino, y bien por unas cosas o por otras cuando llega el caso es que otro lo ha rematado, y de verdad que yo tengo ya muchas ganas de que lo consiga.

Aquello me deja anonadado.

Aitor habla con una seguridad propia de un hombre de veinte años cuajado en el monte, David me dice que tiene muchas piernas, que se mueve como una lagartija, que es prudente, que tiene un tremendo corazón, que a nadie critica, en definitiva, que es un placer ir con él.

«Aitor, entonces, entra en la mancha con paso firme, nada infantil, serio, valiente, decidido…».

¡Qué espectáculo de crío! relevo

Tiempo después tengo la oportunidad de comprobarlo, pues durante la suelta sigo los movimientos de Aitor que me tiene sorprendido, no vocea pues no es su misión, si bien lleva a sus costados a un dogo y un cruzado peli-cerdeño.

Aitor, entonces, entra en la mancha con paso firme, nada infantil, serio, valiente, decidido… ¡Joder, qué espectáculo de crío!, ese día tampoco llegó al agarre que se produjo, pues la rehala de Leticia y Lorena (sí, las protagonistas de Dos súper rehaleras) se encargó de silenciar los chillidos de la cochina que se había cogido, pero Aitor continuaba con la sonrisa, orgulloso de su cuchillo aún por estrenar, orgulloso de su caracola, con su gorrilla y su chaleco fluorescente para ser divisado en el monte.

Ese día Aitor me recordó que el que cazaba en la mancha era él con sus perros, y no yo que luego volví a una postura.

BRINDO POR ELLOS relevo

De esta temporada, y más de este año tan difícil que ha finalizado, he sacado muchas conclusiones, pero una de lo que más me ha servido para bien, ha sido el ver la pasión de unos niños y jóvenes, valientes, serios, con ganas de aprender, con valores, con maneras, con educación, cada uno en distintos tipos de caza, pero los tres con una pasión desbordante.

Brindo por ellos.

Un artículo de Tomás Cortés Sánchez

 

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