Me he enterado del fallecimiento de Venancio ‘Pestorejo’, me he quedado realmente atónito, no sé qué hacer ni qué decir, hemos compartido momentos muy buenos en el monte y en la junta, en la recogida y en la suelta, en el puesto y en la carretera.
Decir que éramos amigos íntimos sería faltar a la verdad, si bien es cierto que siempre nos mirábamos y tratábamos, con respeto y admiración.
Él con sus afamados ‘pirañas’, en el monte y yo en el puesto.
Ambos nos quejábamos de aquellos perreros que se aflojaban en la mano de la batida, de aquellos monteros que no sabían cazar, que tenían arma pero carecían de sentido común de esos que denominaba «tiro todo», por el contrario elogiábamos el trabajo bien hecho de aquella labor dura en el monte, con la cara y el cuerpo arañado por las aulagas y las jaras, por llevar trozos de brezo dentro de las botas, con agua, viento y frío, robando horas a la noche para recoger a uno de sus pirañas, mientras que algunos compañeros estaban bajo la calefacción de su casa duchados y viendo la tele, pues no echaban en la carga de la mañana los perros problemáticos que eran luego los más propicios para perderse tras la montería.
Venancio era HONESTO, cumplía su palabra, EFICIENTE y EFICAZ
No, amigos, Venancio era HONESTO, cumplía su palabra, no faltaba, no se aligeraba, ni temía los problemas del monte, echaba redaños al asunto problemático y lo resolvía. Un adjetivo que me encanta es el de EFICIENTE y EFICAZ, bien, pues Venancio cumplía con EFICACIA Y EFECIENCIA. Le recuerdo que solía actuar sin grandes aspavientos, ni venderse en la barra del bar con bravuconerías, no, él decía muchas veces si tan claro lo tienes «¡lo vemos en el monte!». Quizás de una forma humilde, pero verdadera.
Sinceramente le echaré de menos, lloraré en el monte pues no escucharé los alegres ‘jipios’ de sus ‘pirañas’ que eran su debilidad, también, de su fascinación por sus podencos paterninos.
«Yo no soy PERRERO, soy dueño de rehala, o rehalero, que es distinto»
Recuerdo que en la última montería del año pasado celebrada en Portugal con PUEBLA Y ESTÉLLEZ, me contaba que un sujeto le había dicho de forma despectiva PERRERO, él de manera segura y autoritaria le respondió:
–Yo no soy PERRERO, soy dueño de rehala, o rehalero, que es distinto, fíjate lo distinto que es que a mí hasta me cuesta dinero esta afición. Tengo un buen puesto de trabajo fijo no necesitando ganar dinero con la caza, pero mi afición me trae a estos montes para disfrutar con mis perros a los que adoro con fervor y con pasión.
No quiero saber tus motivos pero no menosprecies nuestro trabajo.
Ese era Pestorejo, bofetada con suavidad pero con la mano abierta, sin más.
Pero Venancio no se achantaba, aquello era un aviso, no era broncas pero tampoco era cobarde, mejor era no tentarle, el quid de la cuestión es que tenía ¡clase mucha clase!
Que en el cielo te colmen de bendiciones, amigo
Desconozco el motivo de su muerte, a la misma vez que el modo de su fallecimiento, pero no tengo intriga ni quiero saber ni el CÓMO ni el POR QUÉ, lo que si aseguro con mi mano en el pecho, que le echaré de menos en la sierra y en la junta.
Amigo descansa en paz.
Amigo, como extremeño, que la patrona de Extremadura la Virgen de Guadalupe, se una con la patrona de los monteros, la Virgen de la Cabeza, y allí en el cielo te colmen de bendiciones llevándote por esos montes celestiales en compañía de los grandes MONTEROS y grandes REHALEROS.
¡Cuánto te echaré de menos amigo ‘Pestorejo’!, una despedida de Tomás Cortés Sánchez