La vereda del Ocadal Relatos

Una de lobos (I). Por Tomás Cortés

lobo. Caza
Una de lobos…

Dedicado a Luis Murillo Zaldivar, pues me mostró el retorno del lobo a una zona de Extremadura donde dicen que no está.

Corría el año de 1915 cuando mi abuelo consiguió cazar un lobo en una mancha dura, agreste y brava durante una montería. La mancha se llamaba La Utrera y la armada Cancho del Rebozo y creo que pertenecía al conde de la Oliva.

Para ser más exactos la montería se celebró en la Sierra de La Utrera, en el pueblo de Manchita perteneciente a la provincia de Badajoz.

Mi abuelo era un ganadero de la zona, que tenía bastante ganado y que sufría constantemente daños en sus rebaños de ovejas, pues tenía una finca muy cercana y otra que llevaba arrendada para pastos del ganado ovino.

Recordemos, que estamos hablando de 1915, para imaginarnos los medios que había para curar a las ovejas mordidas, a lo que hay que añadir que hablamos de unos montes que están en el centro de la provincia de Badajoz. Provincia que, por otro lado, un siglo más tarde sigue a la cola del desarrollo logístico, de carreteras y de ferrocarril.

Una auténtica machada

El cazar un lobo con las armas que había entonces, en esos montes sin cortafuegos, con la dureza del terreno, sin accesos, era una auténtica MACHADA, pero si aúnas el daño que causaba el lobo en las poblaciones cercanas, eras considerado por los lugareños como un salvador.

Hasta el poeta pacense Luis Chamizo de la localidad de Guareña (que dista de Manchita nueve kilómetros) narra en su obra ‘El miajón de los castúos’ las andanzas de los lobos con los pastores, encuentros que por otro lado, no eran hechos aislados.

Creo haber escuchado que cuando se presentaron en Manchita ese día con el ejemplar de lobo y un par de jabalíes que se cobraron, pues la carne se la cedieron al pueblo), estuvieron celebrándolo en el pueblo como dos días completos.

Debo añadir que en aquella época se diferenciaba entre batida y montería dependiendo del tipo de animal que se persiguiera. De tal forma que si se cazaba a cochinos se llamaba montería y si se hacía a lobos era una batida.

Otro lobo en la Sierra de La Utrera treinta y tres años después

Otro cazador ilustre, vecino del pueblo de Machita, que se llamaba Antonio Forcallo, consiguió cazar otro lobo en la misma mancha en el año de 1948, con lo que era evidente que los lobos tenían tomada la Sierra de La Utrera en grandes proporciones, pues las manadas eran estables. Sin duda era la dificultad de matarlos con esos medios lo que provocaba que la caza apenas dañase la población lobuna para desesperación de los ganaderos.

Mi tío Arturo Cortés consiguió cazar un gran lobo en una batida, años más tarde falló otro en la mítica finca de Las Trampas en la traviesa de la Cendra, en Baterno (Badajoz), tras el fallo el lobo fue a parar al puesto de Manuel Terrón Albarrán que consiguió hacerse con él, siendo un trofeo naturalizado que causó mucha sensación, desgraciadamente se perdió la pista y parte de la historia de esos animales. Seguro que está en buenas manos.

Estaba mal visto que los perros cantasen con sus jipíos en el monte a los animales de uña

En aquella época estaba mal visto que los perros cantasen con sus jipíos en el monte a los animales de uña, incluyendo por supuesto al lobo, por lo que el abate de estos era aún más difícil. Imaginemos mancha cerrada, sin cortaderos, puesto solo en peñones o puertos, arroyos o barrancos cubiertos de maleza, tan solo unos metros para el tiro de las armas, armas antiguas, para que encima los perros no los ladrasen.

La loba herida

Francisco Gragera, creo que en su libro ‘El legado del lobo’, menciona que en la finca Los Llanos y Sierra Pedriza en el año 1954 se cazó una loba que fue necesario pistear por la sangre, imaginar ese pisteo.

Si a mí particularmente en el monte me da reparo pistear un cochino herido (pues algún encontronazo he tenido pasando apuros), contad con que una loba herida es más rápida y agresiva.

Pues siguiendo con la historia la loba herida se metió en una mata fuerte de charneca (también conocido como lentisco), provocando el encontronazo con los perros, allí no entraban ni los grandes mastines, pues al más valiente de ellos le desjarretó la loba en un abrir y cerrar de ojos, durando bastante tiempo el lance del agarre, hasta que llegó un cruzado de gran danés con gran potencia de mordida que sujetó o paró el momento justo para que los mastines entraran.

Tal era la potencia de mordida de la loba que después de muerta tuvo el perrero que volver a sacar el cuchillo para hacer palanca entre las mandíbulas de la loba con el objeto de que soltara la presa que le había hecho el cruzado de gran danés que era conocido como Parla.

¿Qué cómo conozco esa historia? Pues tan sencillo como que por que los perros eran propiedad de mi abuelo, el perrero era Pedrillo y porque mi padre lo presenció.

Los jabalíes más salvajes, bravos y valientes de España

Mi padre decía, después de haber cazado jabalíes en más de las tres cuartas partes del territorio nacional, que consideraba que los más salvajes, bravos y valientes se encuentraban en esta zona de Extremadura, donde para llegar a viejos los cochinos necesitaban día a día se capaces de defenderse de una collera de mastines, con lo que esa puesta a punto diaria les daba una preparación y un poderío que estaban dispuestos a poner a prueba ante cualquier rehala.

Son palabras del siglo pasado cuando se las comentaba a un amigo, y creo sin duda que sucedía en la caza de esa manera, puesto que había mucho más perros grandes en el campo al ser necesarios para defender el ganado. Hoy en día con el abandono del campo, ha cambiado el modo de vivir y de cazar.

Experiencia personal lobera

Respecto a los lobos, he tenido la fortuna de cazarlos cuando aún se podían cazar al norte del Duero, en maizales, donde se metían los jabalíes y tras ellos los lobos.

Un amigo de mi padre nos invitó a cazar unos maizales, en los cuales tenía bastante daño. Durante la lecturas de las normas, expuso en voz alta que en el permiso solo se podían abatir cochinos, unos minutos más tarde le pregunté sobre dicho asunto y me dijo:

–Mira, Tomás, en la cerca de la derecha hay unas doscientas cincuenta hectáreas, y como tiene monte hice un cercón para muflones. Me traje unos ciento cincuenta para que según se aclimatasen soltarlos en el resto de la finca.

–Bueno, así se adaptaban, pero ¿tuviste problema con los lobos?

–A decir verdad, problema como tal no lo tuve, pues me quitaron la idea de soltar muflones muy pronto, debido a que en menos de un mes tan solo dejaron cuatro muflones vivos.

Los he tirado cazando en batida, pero eso es otra historia, e incluso otra vez me salieron al puesto con muchas opciones de acertar, pero no se podían tirar, también recuerdo que cazando en alguna reserva del norte, mientras estabas recechando el venado, en el supuesto caso que se cruzaba alguno te daban opción a tirarlo y en caso de abate pagabas la cuota correspondiente si te lo querías llevar a casa.

En La Rioja

Otra vez organicé una montería en La Rioja en la localidad de Viniegra de Abajo, nos concedieron permiso para el abate de un lobo con la posibilidad de tirar más según una tasa de abate, comentando este asunto con los propietarios del pueblo (los cuales eran casi todos ganaderos) me dijeron:

–Pues si salen más los lobos en la montería los podéis abatir.

–Sí, pero a un precio de dos mil euros, eso es inviable.

–Tomás los lobos nos hacen mucho daño, créeme si te digo que más de esos dos mil euros.

–Vale pero para nosotros…

–No te preocupes que nosotros nos hacemos cargo del coste.

El caso de Gredos

En Gredos los lobos hacen mucho daño, matando los machos más viejos que se defienden peor, y, claro, son los machos que más dinero valen, lo que priva a los habitantes de los pueblos que componen la reserva de unos ingresos económicos necesarios para la subsistencia de los pueblos. Estos viven de tres factores imprescindibles para ellos, ganado, caza y turismo. El turismo se da en primavera y verano, pero la ganadería y la caza son incompatibles con el desarrollo incontrolado de nuestro lobo.

Recuerdo que cuando llegué a Gredos en casa de mi suegro en un antiguo desván me encontré una azagaya (lanza corta) y otra más larga, cuando indagué preguntando a los viejos del pueblo que hacían me contestaron que servían para cazar los lobos con los caballos.

Me contaron entonces que la forma de cazarlos era a caballo y con nieve, pues una vez que salían por la mañana los lobos, los piornos no les valían de refugio al estar nevados. Esta caza era muy peligrosa pues los acosaban con los caballos y algunos acababan pagándolo caro, sin duda el lobo se revolvía al verse cogido de forma rápida mordiendo montura y jinete.

Debían de ser pues muy diestros en la monta y en el acoso. Hay que sumar el riesgo de correr con un caballo en una sierra y que encima esté nevada, pocos han hecho eso.

Por todo ello cuando digamos que la caza es dura, no está de más recordar de dónde venimos.

Continuará…

‘Una de lobos’ es un artículo de Tomás Cortés Sánchez

 

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