‘Marzo de feria’. Por Ángel Luis Casado
Han pasado un par de semanas y ya tengo relucientes el rifle, las botas, el morral… ¡todos los archiperres! Menos el alma que anda por las umbrías de la ciudad por donde caen mis lágrimas, mientras intento encontrarme de nuevo.
Hasta el perro, con la afición que tiene, me da esquinazo. No quiere amargados a su lado y debe creer que ya no sale de caza por mi culpa.
El quiosquero parece chotearse al verme tan desnortado. El cierre de la temporada es como una brújula sin norte, un camino sin destino, una carrera sin meta… ¡Hay que ver lo que nos cuesta reconocernos cuando no llevamos los zahones puestos! (Va por ti, Bernardo).
Agarro el correo y entre cartas de bancos, compañías eléctricas y de telefonía surge la de Cinegética recordándome que tengo una cita.
Se me ha alegrado el día porque me ha hecho recordar los inicios visitándola en un hotel de la calle O’Donnell (aunque con otro nombre), después en la estación de Atocha donde tengo el recuerdo de haber coincidido con nuestro Rey, ahora fuera de España (no sé si hay algún pueblo tan ingrato como el nuestro). Y de ahí al recinto ferial tras la acertada unión de las dos ferias existentes en su día creando la actual.
Siempre digo “este año no voy, total”… pero ¡cómo no voy a ir! Si es la ocasión de volver a ver a Paco, ¡de encontrarme con los amigos! Si en la feria uno recarga pilas entre novedades de todo tipo, libros de caza, ropas y folletos de cinegéticos viajes donde el aire pega la vuelta, o sea, ¡en la otra punta del globo! Si es lugar para olvidar esa sensación de orfandad de la que hablaba.
Encuentros…
Que las ferias son todos los años lo mismo lo he llegado a pensar en muchas ocasiones, pero, sin ellas, quizá nosotros no seríamos como somos. Recuerdo los emocionantes encuentros con maestros de la pluma y/o el pincel, como Aguayo.
La posibilidad de conversar con los autores de los libros que uno tenía de cabecera… Conocerlos en persona. Las entrañables charlas con otros anónimos aficionados siempre serán experiencias que merezcan la pena.
La feria es sitio de encuentro, de pulsión del mercado, de volver a ver a ese gran artista cordobés, Fernando G. Herrera, con el que solo coincido una vez al año y que me alegra la vida con sus obras, viendo que ahí sigue, en todo lo alto, dándole vida a la perdiz roja, a un caballo, al toro de lidia o retratando con el pincel cualquiera de las especies de caza mayor.
Es también ocasión de disfrute de la taxidermia que nos regala con su presencia en los stands tanto como por el fruto de su trabajo pudiendo contemplar esas magníficas colecciones de los mejores trofeos nacionales y extranjeros.
En definitiva, y aunque sólo sea por egoísmo propio, cuanto más se hable y se haga por la caza, mejor.
Y si el asunto (la feria) es exclusivamente de caza qué les voy a contar… Participar será beneficioso para la caza en particular y, en general, para todos.
Marzo y la feria, el lugar donde recobrar la ilusión.
Por Ángel Luis Casado Molina
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