Paseaba la pareja una tarde de otoño por la serpenteante sombra que dibuja la alameda al compás del río. Él, apoyado en su ligera vara de avellano, y ella, sobre un punto de mala de leche que en verdad tenía, que la mantenía erguida y tiesa, como el cayado que portaba su marido. Caminaban buscando el reflejo de la última luz que se colaba por entre los árboles, sobre sus arrugadas miradas.
Eran, y afortunadamente siguen siendo, el escaso vestigio de vida en el pueblo. Uno más de los aproximadamente 4000 municipios de España –el 50 % de los prácticamente 8000– que tienen menos de 500 habitantes. Donde sólo el 5 % de ellos son menores de 15 años.
El mal de la España despoblada
En la actualidad, el 70 % del territorio nacional padece el mal de la España despoblada. Se dice pronto. Un mal que tiene muy mala pinta si observamos que en los últimos 10 años hemos perdido 450.000 niños.
Estamos en el borde del precipicio. ¿No sienten vértigo?
Pero, como este país suele vivir de espaldas a la realidad, olvidamos que la deuda sigue creciendo a ritmo insostenible y la cuenta la vieja es fácil: más deuda entre menos población…, ¡a más tocamos! ¿Quién pagará la fiesta?
Escribió Julio Cortázar: “Lo malo del sueño no es el sueño. Lo malo es eso que llaman despertarse. Cuando nos despertamos tomamos consciencia de que lo que hemos vivido no era más que un simple sueño”.
Nuestros políticos deberían estar hablando reflexionando sobre cómo solucionar este grave problema y, sin embargo…
Deberíamos estar cansados de ver y escuchar a nuestros políticos, hablando reflexionando, sobre cómo solucionar este grave problema y, sin embargo, estamos en lo de siempre (me ahorro citarlo porque entiendo que ustedes andan tan hartos como yo del monotema), eso sí, aderezado todo lo que nos cuentan con el correspondiente “estamos trabajando…”.
Tomo de ejemplo la ley española del cambio climático (7/2021, BOE: 20 de mayo de 2021) que no permite exploración alguna de yacimientos de gas, minerales, petróleo, etc., yendo contra los propios intereses económicos del país, de buscar soluciones que pueden ayudar a paliar nuestros escasos recursos energéticos, de fijar población en el medio rural… Disminuir la dependencia del exterior en momentos en que los precios andan por la parte alta no parece una pérdida de tiempo. De tiempo, por lo que se ve, deben andar muy pobres y de dinero, en cambio, parecen ricos.
Recuerden que el cierre de todas nuestras centrales nucleares (declarada su energía como verde por la UE) tiene fecha (2035). Mientras Francia y Reino Unido invierten en nuevas centrales nucleares, nosotros gastaremos 19.000 millones de euros en cerrarlas. Lo dicho, somos ricos.
El agua pasada sí que mueve molino
Recurrir a la memoria en busca de solución a un problema evidencia que el agua pasada sí que mueve molino. Echar la vista atrás permite reconocer el camino andado, evitar charcos y tropiezos en las mismas piedras.
Cuando las ideas discurren por trochas o veredas, apartándose de caminos principales, toman un cariz bandolero de difícil justificación para el común de los mortales porque parecieran buscar lo oscuro, el camuflaje que evita el debate, la exposición donde se puede dudar, exigir y conocer los argumentos ciertos que las motivan.
Si el gobernante prefiere el Real Decreto al filtro del Congreso (salvadas aquellas excepciones de verdadero interés general o coyuntura de urgente necesidad), hay que pensar que únicamente lo lleva a cabo por propia conveniencia.
–Oiga, ¿y a mí que más me da?
No se conforme y quede pasivo ante la soledad de nuestros pueblos
No sea usted el badajo que pende inerte hasta que alguien haga sonar la campana. No se conforme y quede pasivo ante la soledad de nuestros pueblos, de la memoria veraz que han vivido. Del saber hacer que encierran y atesoran, que sigue siendo válido y muy útil, además de necesario, porque, entre otras muchas razones, no ocupa lugar.
Incendios, aprovechamiento del monte y sus recursos, la agricultura, la ganadería y el equilibrio de la naturaleza mediante la caza. Actividades y oficios que garantizan el abastecimiento de las ciudades, que son la principal cara de nuestra identidad.
Somos… tirando a dar
Porque, otras industrias aparte, somos lentejas, garbanzos, fabes y arroz. Somos sandías y melones, cerezas y fresón. Somos cava, somos vino. Somos leche de vaca, oveja, cabra y, de todo ello, buen queso también somos. Somos lechal y chuletón. Somos aceite de oliva. ¡Somos jamón!
¿Qué, lo importamos también de China?
Como de galgos, mastines y podencos, de toros de lidia, de rehalas y monterías, de perdices y conejos, ¡somos tradición!
A veces pienso que el único empeño que nos mueve a diario es conseguir que nos vayamos a la mierda.
Pues atentos, porque cada día estamos más cerca.
Tirando a dar, por Ángel Luis Casado Molina
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