La caza, esa joven anciana que acredita en su currículum desde la cueva de Altamira, los campos de Castilla, ¡a la Sierra de Grazalema! Tan cortesana como del pueblo, en este Reino de España.
De caudalosas amistades, diría el poeta, y precipitados enemigos, añado, que la intentan herir a la menor ocasión; sobre la espalda lleva grabados los surcos del arado como venas, los rastrojos del cereal recolectado y el ganado pastando, dándole forma a la citada piel de toro, haciendo real lo que sólo parecen palabras, renegando de la inundación de molinos y huertos que padecen nuestros campos al olor de la subvención fácil, en nombre de la verde etiqueta.
Brillo saca a baldíos y lindazos, morada de perdices, liebres, conejos y otros tantos. Y extiende su aura por inaccesibles barrancos y por peñas que, como buitreras, coronan sierras y montañas –eco de tormentas, nido de peregrinas nubes– que con celo guardan los oscuros portillos salvadores de la fauna que cobijan.
La caza es un serijo de conversaciones
No castigan nuestra afición los barbechos embarrados ni polvorientos que, aun desiertos de caza, nos hacen temblar del esfuerzo y frío mañaneros… y es que nos basta una candela ardiendo para sentir la caza correr por nuestro fuero interno. Porque alrededor de las llamas, la caza es un serijo de conversaciones, un puntal de entrañables relaciones, de necesaria compañía o de completa y elegida soledad.
Única es llevarla a cabo con tus perros. De inigualable belleza cualquiera de las muestras a «perro puesto». La energía que derrochan los canes bebiendo los vientos que les guían, cazando en mano, yendo al rastro, en batida o montería… la exhiben llenos de entusiasmo mientras desarrollan sus instintos en completa libertad, bajo la mirada cómplice del amo. ¡Cuántos inolvidables momentos nos llegan a ofrecer!
Desde el umbral
Desde el amanecer o a la luz de la luna. Cuna es de emociones y marco de los mejores recuerdos. Alambique que destila problemas. Anaquel de lances que resume y aloja nuestra particular historia.
Trascenderá la caza de tradición y gloria. De padres a hijos, de unos a otros en pos de los tiempos. Así lo reflejan las pinturas de Altamira y, aunque parezca sólo un rodal, es uno de los más bellos paisajes que nos ha dado la vida. Una lección de cómo vivir…, la elección de un camino. Hasta una lista de deseos por cumplir.
Para los ignorantes, que no son pocos, sólo muerte. Para nosotros, ¡vida!
La caza vista desde el umbral. ¿Qué no quedará por descubrir si cada jornada es siempre diferente?
Desde el umbral, por Ángel Luis Casado Molina
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